sábado, 28 de marzo de 2020

Necesitamos suficiente apertura del corazón y aprender de la sabiduría de los humildes y sencillos para dejarnos impregnar por el evangelio de Jesús


Necesitamos suficiente apertura del corazón y aprender de la sabiduría de los humildes y sencillos para dejarnos impregnar por el evangelio de Jesús

Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53
Algunas veces somos demasiado sofisticados, nos complicamos la vida cuando con sencillez podríamos enfrentarnos a lo que nos sucede, lo que vemos alrededor o el juicio que nos podamos hacer de los demás. Buscamos razonamientos por todas partes, le damos vueltas y vueltas en la cabeza a las cosas que están claramente delante de nosotros, buscamos motivaciones raras en lo que la gente hace, nos hacemos interpretaciones complicadas de los acontecimientos de la vida. Nos complica nuestras relaciones con los demás, se nos hace dificultoso nuestro caminar cuando andamos con tanta desconfianza también en los que nos rodean.
No es que no tengamos que buscar razonamientos, que hagamos las cosas sin pensarlo, que le demos superficialidad a la vida, eso de ninguna manera. Pero no nos compliquemos con las que cosas que son tan fáciles. Claro que muchas veces nos complicamos la vida porque somos retorcidos, porque nos llenamos de desconfianzas, porque nos cuesta aceptar a los demás, porque quizá tengamos algunos pensamientos turbios en nosotros que tratamos de ocultar pero que ahí están, y como somos nosotros pensamos que son los demás. Aquello de que vemos según el color del cristal con que miramos, y si hay algo turbio dentro de nosotros veremos turbio cuanto haya a nuestro alrededor, si somos complicados veremos complicado todo cuanto suceda en nuestro entorno.
Había muchos intereses encontrados en torno a Jesús sobre todo en los dirigentes religiosos y sociales que quizá podían ver en peligro su situación y su influencia con el mensaje nuevo que Jesús estaba proponiendo. Por eso serán los que tienen un corazón sencillo a los que más fácil les es entender a Jesús y llenarse de esperanza con su mensaje. Lo vemos  hoy claramente en el evangelio.
La gente sencilla que escuchaba a Jesús suspiraba ya con esperanza porque en Jesús intuían al menos que podía ser el Mesías; incluso veremos que aquellos a los que encargan que sigan de cerca de Jesús y acechen sus palabras y tienen incluso en sus manos el prendimiento de Jesús, cuando llega el momento no pueden hacer nada. Les echaran en cara luego los dirigentes si es que se han dejado embaucar por las palabras de Jesús pero ellos dirán que nadie ha hablado como lo hace Jesús.
Aquel que había ido una noche a hablar con Jesús y que entonces había sido capaz de reconocer que Jesús no podía hacer las cosas que hacia si Dios nos estaba con El, porque había comprendido lo de nacer de nuevo, de cómo el corazón del hombre tiene que cambiar dejando atrás sus orgullos y su autosuficiencia para abrirse a lo nuevo de Dios, ahora venía también a intentar cambiar las posturas de los dirigentes judíos para que actuasen desde la rectitud y la sinceridad probando que escuchasen a Jesús para que pudieran entender mejor su mensaje. Sin embargo nada pudo hacer ante unos corazones cerrados en su ceguera y fanatismo para no querer ver.
El recelo de perder su poder de influencia, el rechazo al mensaje de Jesús que les pedía más autenticidad y menos vanidad en la vida, los intereses que pudieran tener en su vanidad y autosuficiencia les cerraban el corazón y siempre encontrarían desde los pedestales en que se habían subido los medios de manipulación de la gente sencilla a la que en el fondo despreciaban. No sabían interpretar el sentido de la fe que había en el corazón de la gente sencilla y eso les llevaba a rechazar a Jesús. Por algo Jesús clamaría un día dando gracias al Padre que había querido revelar su misterio a los humildes y los sencillos y no a los que se creían sabios y entendidos.
Pero cuando escuchamos este evangelio y tratamos de reflexionar no solo venimos a constatar lo que le sucedía a los judíos en los tiempos de Jesús, sino que vamos a mirarnos nosotros para ver con sinceridad cuales son nuestras actitudes y nuestras posturas cuando nos acercamos al Evangelio. Pidámosle al Señor que nos de esa apertura del corazón, esa sabiduría de los humildes y de los sencillos para conocer el misterio de Dios y para dejarnos conducir por la fuerza del Espíritu de Jesús.


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