martes, 31 de marzo de 2020

Lo que nos está sucediendo hoy puede ser el gran signo de nuestra cuaresma que nos haga salir de tantas oscilaciones como tenemos en la vida y nos lleve de verdad a la pascua


Lo que nos está sucediendo hoy puede ser el gran signo de nuestra cuaresma que nos haga salir de tantas oscilaciones como tenemos en la vida y nos lleve de verdad a la pascua

Números 21, 4-9; Sal 101; Juan 8, 21-30
Ya quisiéramos que el camino de nuestra vida lo pudiéramos describir como una línea recta que a lo sumo tiene una progresiva ascensión como significativo de ese crecimiento que ha de tener toda vida humana, un camino llano sin dificultades sin oscilaciones que puedan indicar dificultades u obstáculos que haya sido de fácil recorrido. Pero bien sabemos que la realidad no es así, que hay muchas oscilaciones indicativas de altos y bajos que nos aparecen en la vida, con momentos de facilidad y euforia, pero con momentos de decaimiento, pero también de numerosos tropezones.
Miremos lo que hemos recorrido en la vida y veremos que esa ha sido nuestra realidad en todos los sentidos. Ya necesitaríamos en esos momentos difíciles algo que nos haga mirar hacia arriba y nos eleve para encontrar las mejores metas y encontremos también la fuerza para alcanzarlas.
El texto que nos ofrece hoy la liturgia, por ejemplo en la lectura del antiguo testamento, eso mismo trata de describirnos. Se habían visto liberados de la esclavitud de Egipto y su camino era un camino de libertad y hacia la libertad de constituirse como pueblo, pero el camino no era fácil; ante ellos se habrían duras jornadas de desierto, como un día se habían encontrado un mar por medio que tenían que atravesar, o había sido dificultoso el camino a través de las montañas del Sinaí.
Y aparecía entonces la tentación de añorar los tiempos pasados que aunque los vivieron en esclavitud les parecían mejores que lo que ahora vivían porque al menos tenían cebollas y puerros para alimentarse. Por eso escuchamos una y otra vez sus lamentos y contemplamos su rebelión no solo contra Moisés que los dirigía, sino contra el Señor que los había liberado de Egipto. El Señor les corrige y les castiga como a un pueblo rebelde, como hace un padre con sus hijos, para que aprendan a obedecer sus mandatos; hoy se nos habla de la invasión de las serpientes que ponían en peligro sus vidas y el recorrido que iban haciendo. Acuden de nuevo a Moisés para que interceda por ellos y por eso se levanta esa serpiente de bronce en medio del campamento como una señal y que será un signo profético para el pueblo de Dios.
Es el signo que nos quiere mostrar Jesús en el evangelio. Jesús fue siempre signo de contradicción, como proféticamente lo había anunciado el anciano Simeón allá en el templo. Por eso su figura es discutida, lo fue entonces como lo sigue siendo hoy. Estaban los que le reconocían como profeta y acaso también el Mesías, mientras que los dirigentes del pueblo realizaban una dura oposición a la figura de Jesús. Les cuesta creer, no quieren creer. Discuten si puede o no puede ser profeta por ser de Galilea, de donde como dicen ellos no ha salido ningún profeta, como ignoran realmente su lugar de nacimiento, porque no todos le reconocen tampoco como del linaje de David. ‘¿Quién eres tú?’ le preguntan, y les falta una verdadera perspectiva para poder llegar a descubrir el misterio de Jesús. Cuando les falta la fe, les falta la perspectiva principal para poder reconocerle tal cual es.
Y Jesús les da una señal, como la serpiente que fue elevado en lo alto de un madero en medio del desierto y fue signo de salvación para ellos, ahora les habla de que el Hijo del Hombre va a ser elevado en lo alto. No menciona el madero de la cruz, de la que ya les había hablado a los discípulos más cercanos, por eso ahora tampoco llegan a entender lo que quiere decirles Jesús con aquellas palabras. Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada’.
Dice el evangelista que cuando les dijo esto algunos creyeron en él. Nosotros creemos en El, creemos en Jesús, le reconocemos de verdad como nuestra única salvación. Queremos seguirle aunque nuestra vida también esté tan llena de altibajos, de oscilaciones, de momentos de entusiasmo y fervor pero momentos también de decaimiento. La vida se nos hace dura y tantas cosas que suceden en nuestro entorno no terminamos de entenderlas. Nos vemos envueltos también en las oscilaciones de nuestras dudas y de nuestros miedos, como en este momento podemos estar viviendo.
Pero ponemos nuestra fe en Jesús, que es nuestro único salvador. Y esas cosas que nos suceden – como fueron las serpientes allá en el desierto – pueden ser una señal, pueden ser un signo para nosotros que nos haga despertar, que nos haga ver como tenemos que hacer un mundo nuevo, como tenemos que saber sacar a flote también lo mejor de nosotros mismos y comiencen a florecer las flores de la solidaridad, del amor, de la búsqueda de los buenos y mejores valores, la forma de hacer un mundo nuevo y mejor. ¿No podrá ser todo lo que nos sucede el gran signo de nuestra cuaresma que nos haga salir de tantas oscilaciones como tenemos en la vida, que nos lleve de verdad a la pascua?

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