viernes, 21 de febrero de 2020

Ganamos o perdemos la vida en la medida en que hacemos que haya más humanidad porque el mundo sea mejor y crezca en armonía y en justicia



Ganamos o perdemos la vida en la medida en que hacemos que haya más humanidad porque el mundo sea mejor y crezca en armonía y en justicia

Santiago 2, 14-24. 26; Sal 111; Marcos 8, 34 – 9, 1
¿Qué significará ganar o perder en la vida? Parece que la gente lo tiene claro. Hay triunfadores y hay perdedores. Ganar va unido fácilmente al prestigio y al poder, a la riqueza y al dominio sobre los demás, al hacer carrera pero que de esa carrera se vean unos frutos en unos buenos puestos y en unas ganancias, en la ostentación que pueda hacer de mi poder, de mis riquezas, de mis influencias, del dominio sobre el mundo.
¿Perdedores? Los que son todo lo contrario, que no tienen triunfos en la vida, que no avanzan, que se quedan siempre en lo mismo, que estarán pendientes o quizá subyugados al dominio de los otros; los que no son capaces, no son emprendedores, parece que van como con miedo por la vida porque pueden ser atropellados por los que se consideran triunfadores; los que llevan una vida callada sin sobresalir, sin destacar, parece que van como arrastrándose por la vida. Y sus vidas se llenan de amarguras, porque la ambición quizá está pero no han sabido cómo ganar porque quizá han tenido miedo.
¿En esto dividimos la categoría de las personas? Pudiera ser una manera muy simplista de ver las cosas, porque quizá no todos entran ni en una ni en otra categoría, pero en el fondo hay quizá esa apetencia y ambición de ser ganador así. Lo vemos en tantos que quizá con sus palabras parece que quieren cambiar el mundo para una mayor justicia, pero pronto entran también en esa carrera y parece que se comieron aquellas antiguas palabras. ¿No es lo que vemos en esa carrera desaforada por el poder ya sea político, social o económico donde al final parece que todos terminan como tiranos de los demás? Ejemplos muy claros y palpables tenemos en nuestra sociedad actual.
Claro que con estos presupuestos de ideas resulta muy difícil entender lo que nos dice Jesús hoy en el evangelio. No nos extraña lo que ayer contemplábamos en Pedro como rechaza las palabras de Jesús porque aquello que anunciaba no podía pasar. Así desconcertados se quedarían cuando escucharon lo que seguía y hemos escuchado hoy.
Son fuertes y desconcertantes las palabras de Jesús y creo que no las hemos meditado y reflexionado lo suficiente. Porque realmente nos ofrece algo revolucionario. ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?
A las preguntas que Jesús les había hecho allá por Cesarea de Filipo, los discípulos le habían respondido que El era el Mesías de Dios. Y a continuación les había explicado hasta donde llegaría su entrega, que les había costado aceptar. Pero ahora Jesús les dice que quien quiera seguirle, quien quiera en verdad reconocerle como el Mesías de Dios tendrá que negarse a si mismo, porque para salvar la vida habría que perderla. Palabras desconcertantes cuando habían pensado en un Mesías caudillo triunfador, palabras desconcertantes también para nosotros cuando nos queremos comer el mundo y tenemos la ambición de los triunfadores.
¿Significarán estas palabras de Jesús que tenemos que anularnos para no ser nada en la vida? Ni mucho menos cuando El nos dirá que los talentos tenemos que negociarlos. Lo que nos está queriendo decir cual es el estilo y sentido de vida que nosotros hemos de vivir. Empezando porque siempre tenemos que estar abiertos a los demás, que el valor de nuestra vida está en el servicio.
Es el estilo del amor donde no nos importa darnos aunque parezca que perdamos porque lo importante es el bien que hacemos aunque nos cueste sacrificio. No son esas ambiciones de ganarnos el mundo, sino de hacer que el mundo gane, porque el mundo sea mejor, porque haya una nueva armonía y paz en la convivencia de todos, porque luchemos por la justicia buscando siempre el bien y la dignidad de toda persona. No es que el mundo gane en ese sentido de los poderosos de este mundo, sino que el mundo gane en humanidad, y entonces sí que nos llenaremos de vida, sí que nos sentiremos en plenitud. Por eso cuanto valemos siempre estará al servicio del bien, al servicio del otro, al servicio de hacer el mundo mejor. No nos anulamos, a la larga estaremos creciendo de verdad, porque estamos haciendo mejor nuestro mundo.

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