miércoles, 29 de enero de 2020

Solo la tierra pacientemente labrada será la que está bien preparada para recibir la semilla y que en ella pueda fructificar


Solo la tierra pacientemente labrada será la que está bien preparada para recibir la semilla y que en ella pueda fructificar

2Samuel 7, 4-17; Sal 88; Marcos 4, 1-20
Se nos habrá pasado alguna vez por la cabeza o acaso lo hemos oído comentar; alguien hizo una buena reflexión en la que se denunciaban situaciones injustas, o se hablaba de cosas que había que corregir o mejorar y a la mente nos vino el pensamiento de que bueno sería que determinaba persona escuchara esto, o que bien le vendría a alguien estas cosas porque, pensamos, están retratando su vida. Es fácil tirar balones fuera, que lo que se dice o lo que se escucha le vendría bien a esta o aquella persona, pero no pensamos en nosotros mismos que tendríamos que ser los primeros que nos lo aplicáramos.
Esto significa esas actitudes pasivas que podemos tener en nuestro interior donde nos encerramos como detrás de una coraza para no dejar que se nos señale de forma concreta aquello que tendría que ser distinto en nuestra vida. Pues creo que pudiera ser la actitud o la postura que nos denuncia la parábola y esa actitud nueva con que nosotros debemos escucharla.
Hoy nos habla el evangelio de la parábola del sembrador. Somos capaces de decir cosas muy bellas de ella, como una de las páginas más hermosas del evangelio y un montón de cosas en ese estilo; pero ahí nos quedamos, en su belleza, en la riqueza de matices que puede tener, en todas las cosas que nos puede decir, pero ya nos la sabemos. Desde que comenzamos a escucharla ya vamos por adelantado pensando en su significado que nos lo sabemos porque tantas veces lo hemos escuchado y hasta lo habremos meditado.
Quizá en un momento determinado nos impactó, pero fue el impacto de aquel momento, porque parece que ha dejado de ser ya esa buena nueva que hoy llega a nuestra vida. Y es que esa tiene que ser la actitud, sentir que ahora, en este momento, es buena noticia para nosotros, es una buena nueva, no una cosa sabida ya y que ahora estamos repitiendo. Es por eso por lo que tantas veces, y nos sucede con esta parábola y nos puede suceder con tantos pasajes del evangelio, se nos queda sin dar fruto, porque ya de antemano hemos puesto esa costra de que ya nos la sabemos y no llega a penetrar de verdad en nuestro corazón.
Es cierto que todos conocemos la parábola, de cómo el sembrador va arrojando la semilla que va cayendo en distintos terrenos, en la orilla del camino, o entre los zarzales y malas hierbas o los pedruscos, y solo la que cayó en buena tierra llegó a fructificar. La conocemos y conocemos bien la explicación que Jesús mismo hace de la parábola, pero eso no debe impedirnos para que abramos bien nuestro corazón al escucharla y lleguemos a descubrir lo que ha de ser esa buena nueva ahora y en las circunstancias concretas que vivimos esa palabra del Señor.
Podemos mirar lo que es la situación de nuestro mundo hoy que se hace sordo a la Palabra de Dios, porque ha eliminado todo sentido de trascendencia de su vida y solo vive pensando en las beneficios concretos que ha de tener para si o para la sociedad todo aquello que hace; es el materialismo con que vivimos, es la ausencia de valores espirituales en la que vamos educando a las jóvenes generaciones, es el hedonismo de la vida donde todo lo que hacemos es para buscar sensaciones placenteras que nos hagan disfrutar solamente del momento, es la impaciencia con que vivimos en que todo tiene que estar como automatizado para podamos obtener fruto o beneficio inmediato.
Pero eso no es cuestión solo del mundo que nos rodea sino que son las posturas, las formas de hacer con que nosotros habitualmente actuamos. Lo que no nos da una satisfacción inmediata, un beneficio pronto y abundante no nos vale, pero es que nosotros tampoco queremos saber nada de la perseverancia y la constancia en el esfuerzo aunque nos cueste sacrificio, porque eso siempre lo rehuimos.
Solo aquella tierra pacientemente labrada será la que está bien preparada para recibir la semilla y que en ella pueda fructificar, pero no nos importa estar de cualquier manera – como la tierra endurecida del camino, la llena de abrojos o los pedregales – con tal de evitar el esfuerzo del trabajo que significa preparar una buena tierra para recibir la semilla.
¿No será esta parábola hoy una invitación a revisar esas posturas que tenemos en nosotros ante la vida y ante el esfuerzo que tendríamos que hacer por cultivarla?

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