sábado, 9 de febrero de 2019

Buscamos llenarnos de Dios, crecer espiritualmente más y más, sentirnos fortalecidos en el Señor, pero siempre dispuestos para amar, para acoger, para servir, para hacer el bien



Buscamos llenarnos de Dios, crecer espiritualmente más y más, sentirnos fortalecidos en el Señor, pero siempre dispuestos para amar, para acoger, para servir, para hacer el bien

Hebreos 13,15-17.20-21; Sal 22;  Marcos 6,30-34

Toda persona tiene derecho a su descanso; esto es algo que nadie puede negar; desde una recuperación necesaria de la fuerzas físicas o mentales para poder seguir realizando su trabajo y también, aunque consideremos la riqueza que en lo  humano y en lo espiritual resulta el trabajo para el hombre porque es como un desarrollo de sí mismo, pero también porque necesitamos espacio para el relax y el esparcimiento, para el encuentro con los demás y para el desarrollo de sí mismo que no solo está en el trabajo sino en todo aquello que desde nuestro interior nos haga crecer abriéndonos también a algo que nos trascienda de nosotros mismos y de lo que hacemos para soñar, por decirlo de alguna manera, con una vida de plenitud.
Mucho se podría decir acerca del descanso humano que además ha sido una lucha y un logro a través también del decurso de la existencia del hombre. Ni somos esclavos de nadie que nos ate con duras condiciones de trabajo, ni somos esclavos del mismo trabajo, porque en lugar de un desarrollo de la persona podríamos caminar por derroteros incluso de embrutecimiento de la persona. Aunque con nuestro trabajo realizamos una acción social además de ganarse un sustento para nosotros y para cuantos dependen de nosotros en la familia, no son solo esas ganancias materiales lo que vamos a ofrecer, por ejemplo, a nuestros hijos sino que necesitamos ese tiempo de encuentro y convivencia que en verdad nos enriquecería mutuamente. Muchas consideraciones podríamos hacernos siguiendo esta linea, pero quizá no sea el momento.
De entrada me han venido a la mente estas consideraciones viendo la preocupación de Jesús por aquellos discípulos cercanos a Él, los que ha enviado como apóstoles a anunciar el Reino y que ahora han llegado de vuelta alegres y contentos por la tarea que han realizado. Pero la primera reacción de Jesús es buscar un lugar de descanso para aquellos trabajadores de la mies del Reino de Dios. Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco’. Y quiere llevarlos Jesús a un lugar tranquilo y apartado. Ellos también necesitan y merecen un descanso.
Es quizá lo que algunas veces en nuestras comunidades cristianas no se tiene en cuenta para aquellos que tienen la misión pastoral. Que no es solo un tiempo de inactividad, que también se necesita, pero que será el tiempo por así decirlo de un reciclaje humano, espiritual y pastoral, de reflexión interior y de búsqueda de momentos de paz para un rehacernos y fortalecernos por dentro, de un cuidarnos interiormente a nosotros mismos para poder mejor realizar la misión encomendada.
Claro que en esta ocasión no salieron las cosas como estaban previstas, porque cuando la gente se enteró a donde marchaba Jesús con los apóstoles acudieron de todas partes y al desembarcar en la orilla se encontraron con una multitud que los esperaba. ¿Qué hacer? Venimos a descansar y a éstos hay que despacharlos cuanto más pronto mejor. Pero ese no era el corazón de Cristo, esa no era su manera de actuar. Él era quien había venido a servir y no a ser servido. Y aunque se habían programado momentos de tranquilidad y descanso, la actitud de servicio de Jesús le hacía estar siempre pronto para acoger y para ayudar. Se puso a enseñarles con calma, nos dice el evangelista, porque les dió lástima aquella multitud que andaban como ovejas sin pastor.
El seguidor de Jesús siempre tiene que estar dispuesto al servicio, aunque sea en su tiempo de descanso, que también lo necesita, como antes reflexionábamos. En todo momento ha de predominar el amor en nuestro corazón. La acogida, el servicio, el hacer el bien, el compartir y el manifestar todos los mejores signos del amor han de estar presentes siempre en la vida del que sigue a Jesús, y cuánto más tiene que resplandecer en sus pastores. Buscamos llenarnos de Dios, queremos crecer espiritualmente más y más, hemos de sentirnos siempre fortalecidos en el Señor, pero siempre dispuestos para amar, para acoger, para servir, para hacer el bien. Aprendamos también a buscar nuestro descanso en el Señor.



viernes, 8 de febrero de 2019

El martirio del Bautista nos interroga sobre la congruencia o incongruencia con que actuamos en la vida


El martirio del Bautista nos interroga sobre la congruencia o incongruencia con que actuamos en la vida

Hebreos 13,1-8; Sal 26; Marcos 6,14-29

Una manifestación de la rectitud de nuestra vida y de su madurez es la congruencia con que actuamos uniendo plenamente nuestras palabras y nuestras maneras de pensar con la forma con que actuamos en la vida. No podemos plantearnos unos principios que incluso tratamos de inculcar a los demás mientras que nuestra vida, nuestra manera de actuar va por otros derroteros; lo que decimos o enseñamos tendría siempre que manifestarse en lo que hacemos.
Pero también sabemos que por nuestra debilidad no siempre es fácil que hagamos rectamente siempre aquello que decimos que son nuestros valores o principios. Es fácil encontrarnos con esa inmadurez en la vida de muchos, o acaso también en nuestra propia vida, porque tampoco podemos ir por la vida siempre juzgando a los demás sin juzgarnos a nosotros mismos. Sin embargo eso que vemos en los otros nos tiene que servir para reflexionar sobre nosotros mismos y revisar nuestras posturas, nuestra forma de actuar.
Hoy se nos presenta un texto del evangelio que entre sus muchos mensajes tendría que hacernos reflexionar sobre eso. Es el martirio del Bautista por parte de Herodes. Es claro el mensaje del testimonio de Juan, la integridad de su vida, la valentía para denunciar lo que está mal, la cárcel que sufre en consecuencia hasta llegar al martirio. Su testimonio valiente lo hace en un testigo y en un signo para nuestra vida.
Fácil es que al considerar este texto comencemos a hablar de la maldad del corazón de Herodes. ¿Por qué tenía en la cárcel a Juan? Juan había denunciado públicamente la vida inmoral que llevaba Herodes, cuando incluso se había puesto a vivir con la mujer de su hermano. Es proverbial al pensar en Herodes también hablar de sus lujos y de la sensualidad con que vivía su vida para quien todo eran fiestas y orgías de todo tipo. Pero allí estaba por detrás la malicia también de Herodías que no soportaba las palabras del Bautista; tanto había hecho que Juan estaba en la cárcel.
Pero aquí viene la incongruencia de Herodes, que dice que apreciaba a Juan y que le gustaba escucharlo. ¿Lo apreciaba y le gustaba escucharlo y lo tiene en la cárcel? Como se suele decir, ¿como se come eso? ¿qué clase de aprecio sentía por Juan? Decimos que somos amigos y andamos con puñaladas por la espalda, como se suele decir. ¿No nos pasará algo de eso en nuestras relaciones con los amigos, en nuestra propia familia quizás?
Pero la culminación viene en aquella fiesta que había organizado Herodes donde bailó la hija de Herodías. Los entusiasmos de la fiesta o las bebidas, el querer quedar bien con todos sus invitados para quienes preparaba las mayores orgías le llevan a sentirse de tal manera por el baile de la muchacha que le promete dar lo que le pida, aunque sea la mitad de su reino. Las fantochadas con que andamos por la vida sobre todo cuando nos subimos en pedestales de orgullos y vanidades. La joven, instigada por su madre, le pide la cabeza de Juan Bautista.
Aparecen las cobardías y siguen las incongruencias, por medio están los respetos humanos y la palabra dada aunque sea para acciones injustas. Era como estar entre la espada y la pared, por un lado el aprecio que decia que tenia a Juan y por otro lado el cerco que en su mala conciencia se formaba en torno a él. Y prevaleció la cobardía de lo que le parecía más fácil aunque fuera injusto. la cabeza de Juan apareció en una bandeja para entregársela a la muchacha.
¿De alguna manera no estaremos muchas veces presentando en bandeja la cabeza de alguien por nuestras incongruencias y cobardías? Cuántas veces en la vida decimos una cosa que nos parece recta y justa y sin embargo ante ciertos temores nos echamos para atrás. Cuántas veces decimos quizás que somos muy creyentes y religiosos pero luego en la vida vamos actuando injustamente, no somos capaces de dar la cara por esa fe que decimos que tenemos, olvidamos nuestros principios y valores cristianos porque claro en la vida no nos podemos quedar atrás y no se cuantas razones que nos damos.
Ya decíamos que el texto del evangelio no era para entrar en juicios condenatorios contra otros sino para analizarnos a nosotros mismos para ver nuestra manera de actuar. Muchas son las cosas que tendríamos que revisarnos para ver dónde está la congruencia o la incongruencia con que tantas veces nos manifestamos.




jueves, 7 de febrero de 2019

Dejemos actuar a Dios a través de nuestros gestos sencillos y pongamos siempre la disponibilidad del amor en lo que hacemos



Dejemos actuar a Dios a través de nuestros gestos sencillos y pongamos siempre la disponibilidad del amor en lo que hacemos

Hebreos 12,18-19. 21-24; Sal 47;Marcos 6,7-13

Cuando tenemos que salir, ya sea porque tenemos que realizar una gestión o porque tengamos que ir de viaje, prepararemos antes cuidadosamente lo que pensamos que vamos a necesitar, ya sean las cosas para realizar esa gestión o aquello que pensamos que vamos a necesitar en esos días de viaje. sobre todo cuando hacemos viajes un poco más extensos en el tiempo, sobre todo en las primeras ocasiones terminamos llevando abultadas maletas o equipajes en esa previsión de todo lo que nos pudiera suceder. ya con más experiencia no abundaremos en tantas cosas porque habremos aprendido quizá a valernos con menos cosas y dejamos atrás lo que sea innecesario. siempre los preparativos los haremos, sin embargo cuidadosamente.
Mira por donde hoy escuchamos a Jesús cuando envió a sus discípulos a anunciar el Reino y sin embargo les dice que nada de mochilas, nada de equipajes ni de túnicas de repuesto, nada incluso de previsiones monetarias, que simplemente se contenten con un bastón para el camino. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto’. simplemente la disponibilidad para hacer el anuncio que les encarga y que simplemente se acojan a quienes generosamente les abran las puertas de su casa.
El anuncio que han de realizar nos busca ni se sustenta en apoyos humanos. Solamente han de ir con la autoridad de la generosidad, de la disponibilidad y del amor. Y su vida y sus personas han de ser signos verdaderos del Reino porque van llevando siempre consigo el mensaje de la paz. Han de ir sanando corazones rotos, alejando con su presencia el mal que tantas veces se ha hecho presente en la vida de los hombres. Les dió ‘autoridad sobre los espíritus inmundos’, nos dice el evangelista y que ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban’.
La misión que Jesús confió entonces a los apóstoles que había escogido y la misión que nos sigue confiando a nosotros hoy. Es la misión de la Iglesia, que es la misión de cada cristiano. Es el mismo anuncio y los mismos signos que nosotros hemos de realizar; es la misma disponibilidad y el mismo amor con que nosotros hemos de ir.  Muchas veces nos preocupamos mucho a la hora de nuestro apostolado de los medios de los que tendríamos que disponer, y preparando tanto los medios quizá no nos preparamos nosotros.
Hace unos días en una reunión con un grupo cristiano que me habían pedido que les acompañara en su formación me había preocupado enormemente de preparar todo para la reunión con diversos medios de proyección de video, ordenador y demás; cuando fuimos a comenzar la reunión resultó que aquellos medios fallaron, el ordenador no quiso funcionar, no se pudo hacer la proyección y parecía que aquello había sido un fracaso. Pero no desistimos, comenzamos nuestra oración y comenzamos a desarrollar el encuentro sin aquellos medios especiales, y la reunión resultó de lo más rica, la gente participó con entusiasmo, hablamos y dialogamos  y fuimos profundizando en el mensaje del tema, de manera que se nos pasó el tiempo casi sin darnos cuenta. En la pobreza de los medios que nos fallaron dejamos actuar a Dios y se pudo realizar algo maravilloso.
Quizá pensamos, por otra parte, que aquellos milagros que realizaban los apóstoles son cosas excepcionales que nosotros no podemos realizar. ¿Estamos seguros? Nosotros si podemos ir por nuestro mundo curando los corazones rotos, nosotros sí podemos ir ayudando a que la gente se libere del mal, arrancando la maldad del corazón. Interpretamos muchas veces demasiado a la letra las palabras que nos dice el evangelio y no  nos damos cuenta cómo nosotros podemos ir realizando por el mundo esas mismas acciones de las que nos habla Jesús y que son signo de la llegada del Reino de Dios.
Primero nosotros hemos de saber ir llenos de paz y de amor, y cuando llevamos la paz en el corazón nuestros gestos, por pequeños que sean, se convierten en signos para los demás con los que anunciamos el Reino, con los que por nuestras obras estamos hablando de Jesús. Son tantos los gestos de amor, de cercanía, de amistad, de sintonía con los demás que podemos ir realizando cada dia.
Dejemos actuar a Dios a través de nuestros gestos sencillos y pongamos siempre la disponibilidad del amor en lo que hacemos.



miércoles, 6 de febrero de 2019

No nos quedemos sentados esperando que nos llamen sino seamos capaces de tomar la iniciativa de ofrecer nuestras cualidades y valores al servicio del bien común


No nos quedemos sentados esperando que nos llamen sino seamos capaces de tomar la iniciativa de ofrecer nuestras cualidades y valores al servicio del bien común

Hebreos 12,4-7.11-15; Sal 102; Marcos 6,1-6

El texto que nos ofrece hoy el evangelio es paralelo al que hemos escuchado en los pasados domingos de san Lucas narrándonos la presencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret; el texto de san Lucas referido es más amplio en cuanto nos presenta también el texto del profeta proclamado en aquella ocasión y que da pie al comentario de Jesús y la reacción de la gente de su pueblo.
Como ya hemos comentado causa asombro y sorpresa el que Jesús se levantara a hacer la lectura y su comentario. Un primer entusiasmo lleno de orgullo porque es un hijo del pueblo donde aún conviven sus parientes más cercanos. pero un asombro que se transforma en cierta desconfianza, porque todos lo conocen, allí se ha criado y ¿donde ha aprendido todo esto? El es simplemente el hijo del carpintero, allí están sus parientes más cercanos y ninguno ha destacado.
Es una reacción normal en un pueblo pequeño donde todos se conocen; son las desconfianzas que también ponemos en nuestros pueblos cuando alguien comienza a destacar de alguna manera, porque pronto nos damos por enterados que todo lo sabemos de aquel personaje y con qué facilidad sacamos sus historias personales o familiares, Es el hijo de… es de aquella familia… sus parientes nada han destacado… cuantos comentarios que nos surgen con toda facilidad y terminamos porque ya no nos creemos a pie juntillas todo lo que nos dice o trata de enseñarnos, porque ¿qué me va a enseñar a mí? ¿dónde ha aprendido todo eso?
Algo así iba a suceder con Jesús en su pueblo de Nazaret. Y nos dice el evangelista que allí no hizo ningún milagro, cuando era lo que en el fondo estaban deseando aquellos aldeanos. Ningún profeta es bien mirado en su tierra’, les recordará Jesús aquel dicho tan popular y que allí estaba sucediendo. Pero, sin ningún tipo de prejuicio Jesús se levantó para hacer la lectura de profeta y hacer su comentario. No presentaba ningún título ni  ninguna carrera, que diríamos hoy día, pero con autoridad se presentó Jesús a la proclamación del Reino de Dios. En alguna otra ocasión lo reconocería la gente, no era un maestro de la ley, pero nadie hablaba como El.
Pero no nos quedemos dando vueltas en lo allí sucedido en aquella mañana en Nazaret sino tomemos nosotros ejemplo. Y no es solo que revisemos actitudes y posturas que nos podamos nosotros tener ante lo que hacen los demás, que nos viene bien revisarlas, sino que es algo más que podemos aprender y que necesitamos nosotros también realizar.
Como era su costumbre los sábados fue a la sinagoga y se puso en pié, se ofreció podríamos decir, para hacer la lectura. Ofrecernos para hacer… cuántas veces nos cuesta tomar la iniciativa, dar el paso al frente sin que quizá nadie nos lo haya pedido. Y hay cosas que se quedan sin hacer porque faltan voluntarios; y hay servicios que podríamos prestar sin pedir nada a cambio y haríamos que los engranajes de la vida funcionaran mejor; y necesitamos esa mirada de ojos abiertos para ver donde hay una necesidad, donde hay un servicio que prestar, dónde está el momento oportuno en que digamos esa palabra buena que podría quizá ayudar a tantos, donde está ese lugar o esa persona donde podamos poner nuestra mano, ofrecer nuestra mano y ese alguien se podría levantar y comenzar a caminar.
Muchas veces nos acobardamos y nos ponemos tras las hojas de la higuera para simplemente ver pasar las cosas o quizá después ir haciendo nuestros comentarios y nuestras críticas; cuantas veces nos ponemos a la distancia para ver cómo otros hacen pero nosotros no movemos un dedo; cuántas veces nos quedamos sentados esperando que nos llamen y como nadie nos llama nada hacemos, pero quizá nos quejamos de que nadie hace nada; cuántas veces pensamos en nuestro interior que podríamos hacer esto y lo otro, pero no damos el paso, nos quedamos en sueños bonitos, pero no llegamos a poner nuestro granito de arena.
Creo que esto podría ser una buena reflexión que nos hagamos, pero para no quedarnos simplemente en sueños y pensamientos, sino para que nos decidamos a emprender la tarea, a tener la iniciativa, a poner nuestras cualidades y valores al servicio de lo demás, al servicio de la comunidad. Ojalá despertemos de nuestros sueños y de nuestra inoperancia. Puede ser una invitación que nos está haciendo el Señor.



martes, 5 de febrero de 2019

Por muchas que sean las negruras de la vida que nos hagan sentirnos hundidos e impotentes siempre hay un camino de vida y de luz que con Jesús llena de sentido nuestra vida


Por muchas que sean las negruras de la vida que nos hagan sentirnos hundidos e impotentes siempre hay un camino de vida y de luz que con Jesús llena de sentido nuestra vida

Hebreos 12, 1 – 4; Sal 21; Marcos 5, 21-43

Hay ocasiones en la vida que nos parece que todo lo tenemos perdido. Unos proyectos en los que habíamos puesto toda nuestra ilusión y de repente surgen problemas, todo son obstáculos o dificultades y no encontramos ayuda por ninguna parte, tenemos que abandonar el barco en que nos habíamos embarcado en la vida y todo se nos viene abajo sintiéndonos impotentes sin poder ni saber qué hacer; en muchas cosas podríamos pensar en cuanto a esas situaciones que nos trastocan la vida y aquello en que habíamos puesto tanta ilusión ahora vemos que no podemos desarrollarlo; una mala jugada de alguien que nos lo echa todo por tierra, una paralización de la economía de la sociedad en que nos vemos sin recursos para afrontar aquello con lo que tanto habíamos soñado; un accidente o una enfermedad que se nos atraviesa en el medio del camino y que nos deja imposibilitados o incluso abocados a una muerte que la vemos muy cercana… así tantas cosas que nos pueden quitar las ganas de luchar, que nos dejan impotentes y sin saber qué hacer o qué camino tomar. ¿Donde encontrar una luz? ¿donde buscar una solución o un remedio a momentos tan catastróficos?
Así se ven los enfermos con enfermedades poco menos que incurables, así se puede ver un padre o una madre de familia con la enfermedad de un hijo para el que no tenemos remedio, o un accidente que o le quitó la vida o le dejó paralizado de por vida o en una vida poco menos que simplemente vegetativa. Nos gastamos lo que tenemos y lo que no tenemos, pero no logramos ver mejorías; acudimos a todas las puertas allí donde pensamos que se pueda encontrar una esperanza de curación o de salvación pero al final nos tenemos que enfrentar a la cruda realidad.
Nos sentimos sin esperanzas, parece que se nos ha acabado el sentido de la vida y andamos como en un túnel oscura al que no le vemos salidas. Son los interrogantes continuos de la vida ante la enfermedad y ante la muerte; son los interrogantes hondos que se nos plantean ante situaciones de muerte anímica cuando todo ha perdido sentido para nosotros. ¿Dónde encontrar luz? ¿Dónde encontrar un sentido o un valor? Perdemos la fe y perdemos la esperanza. Nos cuesta encontrar algo que nos trascienda más allá de este mundo que nos parece a veces tan oscuro.
Situaciones humanas y en ocasiones muy dolorosas en que nos vemos envueltos y para las que necesitamos encontrar una luz. El evangelio que hoy se nos propone puede arrojar luz para nuestra vida. y es que en Jesús encontraremos siempre esa luz, encontraremos la respuesta, encontraremos el verdadero sentido de la vida. Es necesario, sin embargo, por nuestra parte que pongamos verdaderos deseos de búsqueda, una apertura de corazón, una sensibilidad especial para entrar en esa sintonía de Dios.
Hoy nos habla el evangelio de un padre angustiado por su hija está en las últimas; por otra parte vemos a una mujer con una desagradable enfermedad en la que ha gastado todos sus recursos para encontrar la salud perdida y que ya no sabe qué hacer ni a quién acudir. ¿No reflejaran ambos hechos situaciones de oscuridad y de muerte en que tantas veces nos vemos envueltos en la vida?
Jairo ha oído  hablar de Jesús y cuando Jesús regresa a la ciudad, venía del otro lado del lago, allí acude presuroso porque no hay tiempo que perder y le pide a Jesús que vaya a imponer su mano sobre su hija para que no muera. Mientras van de camino sera esa mujer que se lo ha gastado todo en médicos para curar sus hemorragias, la que acude a Jesús, calladamente por detrás, pensando que solo será necesario tocar su manto, para ser curada de su enfermedad.
La fe de aquella mujer la ha curado. Jesús se vuelve buscando y preguntando por quien lo ha tocado entre tanta gente que lo estruja a su paso, como le dirá Pedro. Allí está humilde y temblorosa, aunque en su interior ya hay alegría porque ha sentido que la vida y la salud a vuelto a su cuerpo, la mujer que se adelanta hasta Jesús. Tu fe te ha curado’, le dice Jesús. Y ella ha encontrar una forma de vivir en dignidad, porque ya sabemos lo que significada de impurezas en aquel tiempo todo lo referente a flujos de sangre. Podrá volver a una vida con dignidad.
En este intervalo o retraso ya le vienen a decir a Jairo que su hija ha muerto y para qué molestar más al maestro. Basta con que tengas fe’, le dice Jesús y se ponen de nuevo en camino hacia la casa. Aunque pareciera que todo son signos de muerte, por allá andan las plañideras con sus llantos y lamentos, Jesús sigue hablando de vida. Aparta todo lo que pudiera dar señales de oscuridad y luto y entra con tres de sus discípulos y los padres hasta donde está la niña; la toma de la mano y la levanta. Muchacha, a tí te lo digo, ¡levántate…!’
Levantarnos para la vida; no quedarnos postrados en la oscuridad; no dejar que nos abrumen las sombras. Tenemos quien nos tienda la mano; tenemos quien nos dice que la vida es hermosa y que hay que vivirla con dignidad; tenemos quien viene a arrancarnos de todas las postraciones en que nos veamos hundidos; tenemos quien nos dice que la vida tiene un valor, que hay un sentido para todo.
Y Él va delante asumiendo también todo dolor y todo sufrimiento, enseñándonos a caminar, dándonos un sentido hermoso incluso hasta para eso que tantas veces nos hace sentirnos hundidos. El va delante abriéndonos caminos de amor para que tengamos la fuerza y la valentía de enfrentarnos con esperanza a todo situación. El nos habla de vida, porque nos da vida, porque Él vive para siempre, porque en su pascua le vemos en el camino del dolor y de la muerte, pero le veremos vencedor, le veremos resucitado para siempre. Nos hace descubrir el verdadero sentido de la fe que nos conduce a la vida y nos llena de una nueva dignidad.




lunes, 4 de febrero de 2019

Hemos de ser signos de la misericordia del Señor aunque el mundo se muestra justiciero y vengativo porque nosotros caminamos por caminos de amor


Hemos de ser signos de la misericordia del Señor aunque el mundo se muestra justiciero y vengativo porque nosotros caminamos por caminos de amor

Hebreos 11,32-40; Sal 30; Marcos 5,1-20


Difícil estar o trabajar donde no te acepten, donde todo son dificultades u oposición a lo que estamos haciendo o a nuestra manera de vivir; nos sentimos incómodos, no podemos desarrollar nuestra labor con normalidad y eficacia y casi desearíamos estar en otro lugar, darnos a la huída. pero hay también quien se enfrenta a la realidad, pero sin violencia y con una mansedumbre grande intentamos conquistar los corazones, manifestando que no somos un contrincante a vencer sino que con la colaboración y la buena voluntad juntos podemos llegar a alcanzar grandes metas.
No es fácil, se necesita una madurez grande, una fortaleza de espíritu, y tener motivaciones profundas dentro de uno para enfrentarse a situaciones asi de dificiles. Lo importante es esa rectitud interior que mantengamos y ser capaces de no perder la paz del espíritu por muchos que sean los contratiempos, los vientos en contra que nos vayan apareciendo en nuestro caminar, en nuestro vivir.
Es lo que se fue encontrando Jesús en sus caminos por Galilea y por sus derredores, y que finalmente se encontraría de manera muy fuerte cuando subiera a Jerusalén. Pero El siguió haciendo el bien, anunciando el Reino de Dios, ayudando a la gente a que lo acogiera en su corazón.
En el evangelio de hoy Jesús se sale de los territorios propiamente judíos o de Israel y se ha acercado a la otra orilla del lago, a Gerasa. Entra en los territorios de los gentiles sin las costumbres judías, como vemos por ejemplo en su dedicación al cuidado de los cerdos, que para un judío era un animal impuro. Allí se encuentra con un hombre poseído de los espíritus - legión le dice que se llama porque son muchos los que poseen a aquel hombre - y a pesar de la resistencia, era un hombre violento al que nadie osaba enfrentarse, Jesús le libera del mal, aunque para eso se haya de perder toda la piara de cerdos que se arroja por el acantilado al lago.
Cuando las gentes del lugar se enteran, aunque tuvieran que estar agradecidos porque se les ha liberado del espíritu de violencia de aquel hombre, sin embargo no lo aceptan y le piden a Jesús se marche de su país. Jesús se vuelve de nuevo a la barca para regresar, pero es aquel hombre liberado del mal el que se quiere venir con Jesús. Pero Jesús no se lo permitió.
Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia’, le dice Jesús. El signo que Jesús ha realizado en él al liberarle de los espíritus malignos tiene que convertirse en signo también para los suyos, para los demás. Él está deseando seguir a Jesús, movido su corazón por agradecimiento quizá, pero Jesús tiene para él una misión, una misión que no va a ser fácil. Pero es allí donde tiene que dar testimonio.
Aquí hay un mensaje para nosotros. Primero reconozcamos cuantos signos está realizando el Señor cada día en nosotros, y tenemos que ser agradecidos desde el hecho mismo de mantenernos con vida y poder ver cada día la luz del sol. Pero cada uno sabe allá en lo secreto de su corazón cuántas cosas está recibiendo continuamente del Señor que se muestra misericordioso con nosotros. Es lo que tenemos que anunciar, esa misericordia del Señor en nuestra vida, es el testimonio que tenemos que dar.
Ya sé que muchas veces nos cuesta, a todos, a mi también. No es fácil muchas veces ser esos testigos del evangelio en ese mundo tan indiferente ante lo religioso en que vivimos y que aún más se vuelve belicoso contra nosotros y todo lo que suene a religión. Son cosas que no se destacan si no es para sacar sombras, sacar fallos o debilidades que pueden aparecer en la misma iglesia o en nosotros. La mayor parte de las noticias que se dan sobre el hecho religioso es para criticar, para condenar, para desprestigiar, para hablar en contra. Pues ahí, a ese mundo es al que tenemos que ir a hacer ese anuncio de la misericordia de Dios, mostrándonos también nosotros misericordiosos. No dejándonos influir por ese mundo justiciero - en el peor sentido de la palabra - y vengativo con que nos encontramos cada día.
Hemos de manifestar siempre la misericordia del Señor mostrándonos también nosotros misericordiosos, compasivos, solidarios, llenos de amor y de cariño para cuantos nos rodean aunque muchas veces no nos agraden. Es ahí donde está el verdadero testimonio que hemos de dar aunque el mundo pida otras cosas; no nos dejemos contagiar por sus deseos, que muchas veces parece que lo que queremos hacer es contentar a los demás y nos olvidamos nosotros de la misericordia andando por el mismo camino de condenas y de juicios.
¿Es así como manifestamos la misericordia del Señor?

domingo, 3 de febrero de 2019

El mensaje liberador de Jesús tiene que interpelarnos, hacernos salir de nuestras comodidades, hacernos buscar caminos nuevos por donde salir a llevar la buena noticia de Jesús a todos


El mensaje liberador de Jesús tiene que interpelarnos, hacernos salir de nuestras comodidades, hacernos buscar caminos nuevos por donde salir a llevar la buena noticia de Jesús a todos

Jeremías 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1 Corintios 12, 31 - 13, 13;Lucas 4, 21-30

¿Nos gustan las sorpresas? Hay a quienes les gustan las sorpresas porque es una novedad que parece que le da una vitalidad nueva a la vida como hay también a quienes no; un acontecimiento inesperado, una noticia que nos dan y que nosotros no esperábamos, el anuncio de algo que va a suceder de manera inminente y de lo que no nos podemos librar, un fenómeno natural que pudiera convertirse en una catástrofe que pudiera hacernos daño, algo que es tan impactante que hasta pudiera cambiarnos la vida, la manera de pensar, la forma de hacer las cosa, los derroteros por donde pueda ir la sociedad cambiandolo todo… según sea la sorpresa nos gustará o no nos gustará, nos sentiremos como impulsados a una lucha nueva o sentiremos que todo lo que teníamos previsto se ve trastocado y hasta nos puede producir incomodidades.
De ahí que la reacción ante la sorpresa puede ser distinta porque podemos sentir admiración al principio cuando se nos está ofreciendo algo nuevo y pensamos que se pueden abrir esperanzas nuevas en la vida, o cuando nos damos cuenta cómo se han trastocado todos los planteamientos que teníamos en la costumbre de lo que ya hacíamos hasta casi como una rutina, nos podremos sentir incómodos o pueden aparecer brotes de rechazo en nuestro interior que se pueden manifestar de mil maneras y hasta de forma violenta.
El que Jesús fuera a la sinagoga de su pueblo Nazaret y se pusiera en pie para hacer la lectura de la Ley o el Profeta les sorprendía y al tiempo les llenaba de un orgullo patrio, aunque ya habían llegado noticias hasta ellos de lo que hacía y enseñaba en otros lugares. Era uno de ellos y les llenaba de orgullo. Hoy han leído al profeta Isaías con palabras de profundo sentido mesiánico y el comentario que Jesús hace a aquel texto cuando todos los ojos estaban puestos en El les sorprende. Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de escuchar’.
¿Quién puede atreverse a hacer una afirmación tan categórica? Estaban acostumbrados a las explicaciones habituales que hacían los maestros de la ley que por tan repetidas ya hasta les sonaban huecas. Y ahora Jesús se atribuye autoridad casi de profeta para hacer esta afirmación tan rotunda. Hoy se cumple esto que acabáis de oír’. No son anuncios de futuro, sino que son palabras que hablan de un hoy, aquí y ahora. La sorpresa tenía que ser grande. Como se dirá en otro lugar, ¿dónde ha aprendido estas cosas? Si El no es otro que el hijo del carpintero; ahí está su familia, ahí están sus parientes que todos conocemos. La sorpresa y también el desconcierto va en aumento.
Pero más sorpresa se va produciendo en ellos cuando van asimilando el mensaje que Jesús quiere transmitirles. Con las palabras del profeta les está queriendo hacer ver ese tiempo nuevo y ese mundo nuevo que por la fuerza del Espíritu El anuncia ahora tiene que comenzar a realizarse. Es una Buena Nueva la que se anuncia y se anuncia para los pobres, para los oprimidos, para los que se sienten esclavizados de alguna manera, para los pecadores.
Llega el tiempo de la amnistía y del perdón, es el tiempo de la gracia, el año de gracia, pero ese perdón y gracia es para todos, tiene un carácter universal. No es solo para ellos que se han considerado siempre el pueblo elegido de Dios sino que esa gracia será para todos. Y les recuerda lo sucedido en tiempos de Elías y Eliseo, dos grandes profetas. La gracia de Dios llegó para una viuda que no era del pueblo de Israel, era fenicia, era pagana, era de Sarepta de Sidón, tierras de la gentilidad. De la misma manera la curación del leproso por parte de Eliseo fue precisamente también en otro gentil, Naamán, el sirio. Mucho les quería estar diciendo Jesús con estos dos testimonios.
Si en una primera sorpresa la presencia de Jesús y la lectura del profeta con su primer comentario les había producido admiración, ahora todo se está transformando y será la ira la que aparecerá en aquellas gentes que quieren incluso despeñarlo por un barranco. Pero Jesús pasó en medio de ellos sin que pudieran hacerle nada.
Se suele comentar que este texto de la presencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret, que está inseparablemente unido al que escuchamos el pasado domingo, es algo así como un texto programático de lo que iba a ser el actuar de Jesús. Ya decíamos que era también como una epifanía, una manifestación de Jesús a su pueblo señalando claramente su misión. Las palabras y el actuar de Jesús no vienen como a edulcorar nuestros oídos con palabras que sean de nuestro agrado. La misión salvadora de Jesús es la que es, y así se ha de manifestar jesus. A lo largo del evangelio contemplaremos esa sorpresa y admiración que se va produciendo en algunos, pero veremos también el rechazo de otros que consideran poco menos que heréticas y blasfemas las palabras y el actuar de Jesús. Este texto, podemos decir, es también anuncio de pascua, porque es anuncio de vida y de pasión, de muerte pero también de resurrección porque es lo que Jesús ha de realizar y de cómo se ha de manifestar esa salvación que nos trae y que es una salvación universal, para todos.
También nosotros hoy tenemos que situarnos con toda sinceridad ante este texto de la Palabra de Dios. Ese hoy’ que Jesús anunció no fue solo para otro tiempo, sino que es el aquí y ahora de la salvación para nosotros y para este mundo de hoy. Tenemos que sentirnos hoy directamente interpelados por estas palabras de Jesús. Esa buena nueva que se nos anuncia, esa liberacion y salvación que Jesús nos trae nos pide una respuesta. Una respuesta en un sí con toda nuestra vida a ese ofrecimiento salvador que nos hace el Señor, pero que también ha de convertirnos a nosotros en signos de esa salvación para todos.
El evangelio de Jesús es una novedad que llega a nuestra vida para ponernos en camino, para hacernos salir de nuestras rutinas y comodidades, para arrancarnos de un estilo de religión cómoda y donde nos quedamos siempre en lo mismo, en unos ritos que realizamos, en unos cumplimientos rutinarios, o en unos méritos que vamos conquistando con algunas cosillas que vamos ofreciendo. Ese mensaje liberador de Jesús tiene que interpelarnos, hacernos salir de nuestras comodidades, buscar caminos nuevos por donde salir a llevar esa buena noticia de Jesús a todos.
Esa Buena Nueva de Jesús no nos puede dejar con los brazos cruzados sino que nos hace arremangarnos para ponernos en camino de anuncio de Evangelio para todos. Es lo que hoy nos pide la Iglesia en nombre de Jesús. Dejémonos sorprender por su Palabra.