lunes, 4 de febrero de 2019

Hemos de ser signos de la misericordia del Señor aunque el mundo se muestra justiciero y vengativo porque nosotros caminamos por caminos de amor


Hemos de ser signos de la misericordia del Señor aunque el mundo se muestra justiciero y vengativo porque nosotros caminamos por caminos de amor

Hebreos 11,32-40; Sal 30; Marcos 5,1-20


Difícil estar o trabajar donde no te acepten, donde todo son dificultades u oposición a lo que estamos haciendo o a nuestra manera de vivir; nos sentimos incómodos, no podemos desarrollar nuestra labor con normalidad y eficacia y casi desearíamos estar en otro lugar, darnos a la huída. pero hay también quien se enfrenta a la realidad, pero sin violencia y con una mansedumbre grande intentamos conquistar los corazones, manifestando que no somos un contrincante a vencer sino que con la colaboración y la buena voluntad juntos podemos llegar a alcanzar grandes metas.
No es fácil, se necesita una madurez grande, una fortaleza de espíritu, y tener motivaciones profundas dentro de uno para enfrentarse a situaciones asi de dificiles. Lo importante es esa rectitud interior que mantengamos y ser capaces de no perder la paz del espíritu por muchos que sean los contratiempos, los vientos en contra que nos vayan apareciendo en nuestro caminar, en nuestro vivir.
Es lo que se fue encontrando Jesús en sus caminos por Galilea y por sus derredores, y que finalmente se encontraría de manera muy fuerte cuando subiera a Jerusalén. Pero El siguió haciendo el bien, anunciando el Reino de Dios, ayudando a la gente a que lo acogiera en su corazón.
En el evangelio de hoy Jesús se sale de los territorios propiamente judíos o de Israel y se ha acercado a la otra orilla del lago, a Gerasa. Entra en los territorios de los gentiles sin las costumbres judías, como vemos por ejemplo en su dedicación al cuidado de los cerdos, que para un judío era un animal impuro. Allí se encuentra con un hombre poseído de los espíritus - legión le dice que se llama porque son muchos los que poseen a aquel hombre - y a pesar de la resistencia, era un hombre violento al que nadie osaba enfrentarse, Jesús le libera del mal, aunque para eso se haya de perder toda la piara de cerdos que se arroja por el acantilado al lago.
Cuando las gentes del lugar se enteran, aunque tuvieran que estar agradecidos porque se les ha liberado del espíritu de violencia de aquel hombre, sin embargo no lo aceptan y le piden a Jesús se marche de su país. Jesús se vuelve de nuevo a la barca para regresar, pero es aquel hombre liberado del mal el que se quiere venir con Jesús. Pero Jesús no se lo permitió.
Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia’, le dice Jesús. El signo que Jesús ha realizado en él al liberarle de los espíritus malignos tiene que convertirse en signo también para los suyos, para los demás. Él está deseando seguir a Jesús, movido su corazón por agradecimiento quizá, pero Jesús tiene para él una misión, una misión que no va a ser fácil. Pero es allí donde tiene que dar testimonio.
Aquí hay un mensaje para nosotros. Primero reconozcamos cuantos signos está realizando el Señor cada día en nosotros, y tenemos que ser agradecidos desde el hecho mismo de mantenernos con vida y poder ver cada día la luz del sol. Pero cada uno sabe allá en lo secreto de su corazón cuántas cosas está recibiendo continuamente del Señor que se muestra misericordioso con nosotros. Es lo que tenemos que anunciar, esa misericordia del Señor en nuestra vida, es el testimonio que tenemos que dar.
Ya sé que muchas veces nos cuesta, a todos, a mi también. No es fácil muchas veces ser esos testigos del evangelio en ese mundo tan indiferente ante lo religioso en que vivimos y que aún más se vuelve belicoso contra nosotros y todo lo que suene a religión. Son cosas que no se destacan si no es para sacar sombras, sacar fallos o debilidades que pueden aparecer en la misma iglesia o en nosotros. La mayor parte de las noticias que se dan sobre el hecho religioso es para criticar, para condenar, para desprestigiar, para hablar en contra. Pues ahí, a ese mundo es al que tenemos que ir a hacer ese anuncio de la misericordia de Dios, mostrándonos también nosotros misericordiosos. No dejándonos influir por ese mundo justiciero - en el peor sentido de la palabra - y vengativo con que nos encontramos cada día.
Hemos de manifestar siempre la misericordia del Señor mostrándonos también nosotros misericordiosos, compasivos, solidarios, llenos de amor y de cariño para cuantos nos rodean aunque muchas veces no nos agraden. Es ahí donde está el verdadero testimonio que hemos de dar aunque el mundo pida otras cosas; no nos dejemos contagiar por sus deseos, que muchas veces parece que lo que queremos hacer es contentar a los demás y nos olvidamos nosotros de la misericordia andando por el mismo camino de condenas y de juicios.
¿Es así como manifestamos la misericordia del Señor?

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