martes, 17 de diciembre de 2019

Esperamos al Mesías que viene en una historia y familia concreta de la estirpe de David, y que llega a nosotros en este momento concreto de nuestra historia


Esperamos al Mesías que viene en una historia y familia concreta de la estirpe de David, y que llega a nosotros en este momento concreto de nuestra historia

Génesis 49, 1-2. 8-10; Sal 71; Mateo 1, 1-17
Queramos o no somos hijos de nuestra historia. Y esto lo decimos en referencia a nuestros pueblos, como lo podemos hacer en referencia a los individuos o las familias. Aunque hoy vivimos en un mundo de mucha movilidad y con los medios de comunicación que hoy tenemos podemos estar en relación con personas no solo de nuestro entorno sino del más lejano lugar de la tierra, sin embargo la idiosincrasia de un lugar, sus costumbres y tradiciones de alguna manera marcan nuestra vida y aunque quizá en ocasiones no sepamos cómo o por qué afloran estilos y comportamientos que son herencia, podemos decir, de lo que hemos recibido de nuestros mayores. Son cosas que se trasmiten de una forma sutil pero que sin embargo marcan estilos y maneras de ser o de pensar.
Por otra parte quién no se ha puesto a recordar en una conversación distendida con familiares o vecinos lo que son las raíces de cada uno, recordando que aquel es hijo de fulanito o aquel otro es de la familia tal y sobre todo los mayores recuerdan sus abuelos o antepasados también con multitud de anécdotas que forman parte de la historia de unas vidas.
Por otra parte tantas veces nos gusta indagar de donde procedía nuestra familia, el apellido que llevamos de donde procede y de manera especial cuando en nuestros antepasados ha habido algún tipo de movilidad por diferentes razones, ya sea emigración de un lugar a otro, ya sea por las uniones matrimoniales que se concertaron con personas de otro lugar, por ejemplo. Son los árboles genealógicos que nos construimos o nos gustaría construir haciendo referencia a todos nuestros antepasados.
Esto es lo que nos ofrece hoy el evangelista Mateo, aunque sabemos también que hace lo mismo Lucas en su evangelio. El evangelista Mateo que nos ofrece su evangelio en un entorno más judío, por ejemplo, entronca su genealogía en David y en Abrahán, para señalarnos de forma muy concreta esa raíz judía de Jesús para así señalarlo como el Mesías de Dios anunciado y prometido. Es el Hijo de David, y en la estirpe de Judá, primero, uno de los doce hijos de Jacob a quien escuchamos hoy en la primera lectura como depositario de la promesa, y de la familia de David de la que iba a nacer el hijo de María, desposada con José de la estirpe de David, a quien pusieron por nombre Jesús el llamado Cristo (Mesías) como concluye el evangelista.
Con este texto iniciamos estos ocho días que nos restan para la celebración del Nacimiento de Jesús y donde iremos escuchando a partir de mañana las primeras páginas del evangelio de Lucas con todo lo que hace referencia a los pasos previos al nacimiento de Jesús. Será como el último impulso de este camino de Adviento en nuestra preparación para las fiestas de Navidad.
No lo iremos escuchando como una anécdota más o una historia cualquiera que se nos cuenta sino que así iremos en la contemplación de esos diversos momentos adentrándonos en lo que ha de ser esa preparación de nuestro corazón para recibir al Señor que viene, y viene ahora en este momento concreto de nuestra propia historia como ya hemos mencionado, para traernos la salvación.
Como a Jesús le vemos nacer en un pueblo concreto que tiene su propia historia y en una familia concreta con sus concretas circunstancias, hemos de darnos cuenta de cómo el Señor llega a nosotros, con nuestra historia, con nuestra vida, y con las circunstancias concretas de lo que vivimos hoy en nuestro mundo.

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