sábado, 14 de diciembre de 2019

Crezcamos interiormente, crezcamos en nuestra espiritualidad, démosle verdadera profundidad a nuestra vida dejándonos impregnar por el sentido del evangelio


Crezcamos interiormente, crezcamos en nuestra espiritualidad, démosle verdadera profundidad a nuestra vida dejándonos impregnar por el sentido del evangelio

Eclesiástico 48, 1-4.9-11b; Sal 79; Mateo 17, 10-13
Hay ocasiones en que tenemos preguntas en nuestro interior a las que no sabemos dar respuesta o no encontramos a quien planteárselas o quizá no nos atrevemos. Nuestro espíritu parece un mar fluctuante que va y viene porque queremos buscar un rumbo, un sentido o un valor a lo que vivimos y a lo que hacemos pero las influencias que recibimos del exterior son muchas y contradictorias y dentro de nosotros mismos nos aparecen intereses, deseos algunas veces inconfesables, turbulencias que nos desestabilizan, nos hacen perder la orientación.
Cuando vislumbramos quizá que detrás de las respuestas que buscamos va a haber nuevas exigencias para nuestra vida de alguna manera nos acobardamos y en cierto modo huimos de esas respuestas. Pero tenemos que saber exigirnos a nosotros mismos para no dejarnos vencer por esa comodidad o esos egoísmos que nos aparecen interiormente y tendríamos que comprender que esas exigencias nos llevaran siempre a una vida más libre y mejor. Si el egoísmo o la comodidad nos dominan aunque nos creamos libres realmente no lo somos.
Humanamente nos sucede ante decisiones importantes que tenemos que dar y nos llenamos de miedos. Cuando en verdad queremos vivir una vida auténticamente espiritual para darle profundidad a la vida, nos aparecen también esas dudas y esos miedos que tenemos que aprender a superar si en verdad queremos crecer como personas en la vida. En la vivencia de lo valores cristianos, cuando queremos seguir el camino de Jesús nos vemos contraatacados por otros valores que nos presenta el mundo y nos sentimos como en la cuerda floja.
Tenemos que aprender a darle esa profundidad a nuestra vida, tenemos que mirar con ojos bien abiertos el camino que nos ofrece el evangelio que nos llevará siempre por derroteros de mayor plenitud aunque signifique también un esfuerzo por nuestra parte.
Tenemos que aprender a escuchar al Espíritu del Señor que nos habla en el corazón haciendo suficiente silencio en nosotros para poder escucharle, porque bien sabemos de cuantas voces nos gritan alrededor para tratar de atraernos y alejarnos de ese camino espiritual y con verdadero sentido evangélico.
Tenemos que clarificar esas dudas que se nos meten dentro de nosotros haciendo un profundo estudio del evangelio, al que muchas veces acudimos de una forma en cierto modo superficial. No hemos de tener miedo a hacernos preguntas y a planteárselas a quien nos pueda ayudar para poder abrirnos a esa nueva visión de la vida, de las cosas, de nosotros mismos que encontraremos en la Palabra del Evangelio.
Hoy escuchamos a los discípulos que bajaban del monte con Jesús cómo le hacen preguntas que no entienden porque quizá se ha creado confusión en su interior con lo anunciado por los profetas. Han tenido la experiencia de contemplar a Elías y Moisés que se han aparecido con Jesús en el monte de la Transfiguración y ahora brotan aquellas preguntas.
A nosotros hoy nos pueden parecer de menor importancia, pero eran las preocupaciones que había en sus corazones. Lo que pasa en el corazón del hombre siempre es importante para cada uno y hemos de saber escuchar y respetar, como nosotros también deseamos ser escuchados y comprendidos. Cuanto bueno podemos hacer cuando sabemos escuchar las preocupaciones que el otro lleva en su corazón. Algunas veces solo nuestra escucha puede ser una respuesta que esa persona está esperando.
Crezcamos interiormente, crezcamos en nuestra espiritualidad, démosle verdadera profundidad a nuestra vida dejándonos impregnar por el sentido del evangelio.

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