jueves, 14 de noviembre de 2019

El Reino de Dios es reconocer desde lo más hondo de si mismos que Dios es el único Señor de nuestra vida, y vivir unos valores que nacen desde lo más hondo del corazón


El Reino de Dios es reconocer desde lo más hondo de si mismos que Dios es el único Señor de nuestra vida, y vivir unos valores que nacen desde lo más hondo del corazón

 Sabiduría 7, 22 – 8,1; Sal 118; Lucas 17, 20-25
Algunos piensan que vivir intensamente la vida es simplemente dejarse llevar por lo que nos vaya apareciendo en la vida cada día, el capricho de cada momento, la pasión que se despierta en un momento determinado sin saber encontrar una profundidad en si mismo que le dé valor, profundidad, sentido a aquello que vamos viviendo.
Solamente ponerse a cantar o hacer que surja una carcajada en cualquier momento o ante cualquier cosa no es precisamente el mejor signo de felicidad, si dentro de nosotros no sentimos una satisfacción honda que no pueda borrarse con cualquier sombra. La apariencia eterna se puede quedar vanidad, simplemente disfrutar por la epidermis de la vida es quedarnos en lo superficial y lo externo, tenemos que saber buscar algo más hondo, darle verdadera profundidad a la vida.
Esto puede convertirse en un sentido de vida que nos deja vacíos. La superficialidad nos dejará siempre insatisfechos. La madurez y la grandeza de la persona no se miden por lo externo sino por lo que llevamos dentro, que por supuesto también tiene que manifestarse en las obras que realizamos o en nuestra manera de actuar y de comportarnos. Claro que el hombre maduro siempre tendrá hambre de más, pero hambre de todo aquello que le dé plenitud a su ser.
Y nos puede suceder en nuestra vida religiosa, en nuestra vida de fe, en lo que queremos que sea realmente nuestra vida cristiana. No será el recitar mecánicamente unas oraciones lo que nos hará sentir a Dios y encontrarnos con Dios; no es una religiosidad superficial que solo se contenta con ritos la mejor manera de alabar a Dios; no es una vida de vanidad que se queda en manifestaciones externas lo que expresa realmente una vida cristiana. Tenemos que aprender a ir a lo hondo del corazón que va a engrandecer todo lo que hagamos y todo lo que vivimos.
Hoy escuchamos en el evangelio que quienes van con Jesús le preguntan cuando se va a manifestar el Reino de Dios. Jesús había hablado desde el principio del Reino de Dios que llega, había ido enseñando con su doctrina, con sus parábolas y ejemplos la señales de ese Reino de Dios para lo que había que convertirse, darle la vuelta al corazón, pero ellos aun estaban esperando manifestaciones externas y espectaculares. Para ellos el Reino de Dios se quedaba en un reino mesiánico de poder y de liberación de fuerzas opresoras externas; en aquel momento el Reino era recuperar la soberanía de Israel liberándose de la opresión de los romanos.
Jesús les dice que ese no es el camino; que el Reino de Dios tienen que encontrarlo dentro de ellos mismos. Y es que el Reino de Dios era reconocer desde lo más hondo de si mismos que Dios es el único Señor de nuestra vida, y es comenzar a vivir unos valores que tienen que nacer desde lo más hondo del corazón. No era una paz externa impuesta desde la fuerza y desde el exterior, sino era la paz que tendrían que saber encontrar dentro de si mismos liberándose de todas aquellas cosas que les hicieran perder la paz. Era el camino que tendrían que seguir, era la purificación exigida, era la conversión del corazón que Jesús desde el principio pedía.
Es lo que ahora nosotros también tenemos que empezar a comprender, porque seguimos teniendo la tentación de lo superficial y de lo externo y de no saber dar esa profundidad a nuestra vida, a nuestra vida de fe, a nuestro sentir cristiano, a todo aquello que hacemos y que vivimos que comporta todo lo que es relacionarnos con los demás, como también los compromisos más hondos que tengamos desde nuestras responsabilidades, pero también del compromiso que tenemos que vivir con nuestro mundo, con todo lo que nos rodea.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, me han servido mucho estas palabras. Gracias por ayudarnos a reflexionar y a aprender. ¡Que tenga usted un maravilloso día! Me alegra que el Señor lo acompañe para iluminarnos amorosamente.

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  2. Buen día, ¿cree posible tratar el tema de la misericordia para poder comprender su concepto? Gracias desde ya.

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