martes, 19 de noviembre de 2019

Andamos refugiados tras muchos ramajes, nos cuesta dar el paso y tomar la iniciativa, pero dejémonos encontrar por Jesús


Andamos refugiados tras muchos ramajes, nos cuesta dar el paso y tomar la iniciativa, pero dejémonos encontrar por Jesús

2Macabeos 6,18-31; Sal 3; Lucas 19, 1-10
‘Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad’. No parece que en principio tenga intenciones de detenerse. Solo quizá lo indispensable, porque su meta era llegar a Jerusalén y quedaba mucho camino por delante para subir desde el valle del Jordán hasta la ciudad santa. Era el camino habitual que hacían los galileos, evitando pasar por Samaría, bajar por el valle del Jordán para subir luego a Jerusalén entrando en la ciudad santa por el monte de los olivos después de cruzar también Betania y Betfagé. Y si atravesaba Jericó era lo habitual que el camino fuera enlazando pueblos y ciudades atravesando los mismos.
Algo sin embargo iba a suceder en aquella ocasión. Había un hombre que buscaba conocer a Jesús. Y Jesús había venido para encontrarse con las gentes, buscarlas incluso allá quizá donde incluso se escondieran, no en vano es Emmanuel, Dios con nosotros. Aquel hombre tenía sus complejos. Era el jefe de los publicanos de la ciudad y en consecuencia no era muy querido por las gentes, más bien despreciado. Pero además era bajo de estatura y no atreviéndose a meterse entre la gente para ver a Jesús se había adelantado en la calzada que atravesaba la ciudad para detrás de las hojas y ramaje de una higuera a la que se había subido ver el paso de Jesús. Para él era suficiente, no se atrevía a más. Nos contentamos tantas veces con poca cosa; nos refugiamos tras cualquier cosa cuando no queremos vernos comprometidos, como nos escondemos cuando o queremos dar la cara y buscamos disimulos y hasta disfraces.
Pero quien había venido a buscarnos – y ya un día hablará del pastor que busca la oveja extraviada entre laderas y barrancos – no podía pasar de largo. Quizá nadie había visto a Zaqueo subido en la higuera y hubiera podido pasar desapercibido, pero allí al pie de la higuera Jesús se había detenido, sin saber quizá la gente por qué. El pastor estaba buscando la oveja perdida. ‘Zaqueo, baja que quiero hospedarme en tu casa’.
Sorpresa para Zaqueo, como sorpresa también quizá para los que acompañaban a Jesús y no se habían percatado de la presencia de aquel pequeño hombre tras las ramas de la higuera; sorpresa además porque Jesús había dicho que quería hospedarse en aquella casa. ¿No había en Jericó alguien más digno donde Jesús se hospedase? Alguno quizá estaba ahora pensando por allá que él le hubiera ofrecido hospedaje a Jesús si hubiera sabido que Jesús quería detenerse en Jericó.
Si hubiera sabido… como pensamos nosotros tantas veces, pero después que las cosas sucedan. Yo también hubiera podido ofrecer mi hogar, pero nadie me lo sugirió, pensamos tantas veces pero tarde como siempre. Ahora vienen las buenas voluntades que decimos que teníamos, pero no nos habíamos adelantado. Y cada uno puede pensar en tantas circunstancias de la vida en que también decimos ‘si yo lo hubiera sabido…’ pero no nos adelantamos, no tomamos la iniciativa. Y quizá pensamos que nosotros somos mejores incluso que aquel o aquellos que se nos adelantaron en tantas cosas y tomaron la iniciativa cuando nadie esperaba que fueran capaces de hacerlo. Cuantas suspicacias, cuantos malos entendidos, cuantos juicios allá en nuestro interior, cuanta critica también a los que hacen cosas buenas queriendo descalificar…
Pero Jesús fue a hospedarse a casa de Zaqueo que se había bajado presuroso y alegre de la higuera porque Jesús quería ir a su casa. Y aun con las criticas de tantos Jesús se había hospedado allí y había participado en aquel banquete donde se mezclaban con los discípulos que acompañaban a Jesús los publicanos amigos de Zaqueo.
Y aquel fue un día de gracia. ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa’. Y es que finalmente Zaqueo dio el paso hacia delante para hacer lo que Jesús a todos nos va pidiendo, lo que había pedido desde el principio de su predicación allá por los caminos y poblados de Galilea. Llegaba el Reino de Dios y había que darle la vuelta a la vida, había que convertirse. Y era lo que Zaqueo había hecho en aquella ocasión. Ya sabemos de las devoluciones en justicia, pero del compartir generoso de todo aquello que había ganado. Fue el día de la salvación. El encuentro de aquel corazón que llevaba quizá callado muchos interrogantes en su corazón pero que había encontrado la respuesta cuando se encontró con Jesús.
¿Nos producirá también muchos interrogantes a nosotros en nuestro interior este encuentro de hoy con la buena nueva de Jesús? Muchas mas cosas podríamos descubrir pero bástenos esto para que se mueva nuestro corazón. Aunque andemos refugiados tras muchos ramajes, ¿nos dejaremos encontrar por Jesús?

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