jueves, 17 de octubre de 2019

Vivamos de forma congruente nuestra fe para que podamos dar un buen testimonio cristiano y así podamos atraer a muchos también al camino del evangelio



Vivamos de forma congruente nuestra fe para que podamos dar un buen testimonio cristiano y así podamos atraer a muchos también al camino del evangelio

Romanos 3,21-30ª; Sal 129; Lucas 11,47-54
¿Habremos pensado alguna vez lo que nosotros podemos influir en los demás casi sin darnos cuenta?  Vivimos en un mundo de relaciones; y no es porque ahora en nuestros tiempos parezca que eso destaca más, sino que por naturaleza estamos hechos para la relación, para el encuentro, para la comunicación.
Queremos quizá alguna vez vivir encerrados en nosotros mismos pero no olvidemos que vivimos rodeados de otros seres, otras personas, ya sea nuestra familia, compañeros de trabajo, los vecinos con los que convivimos en un mismo lugar, pero de alguna manera esa interrelación llega a todo ese mundo que nos rodea, aunque quizá ni nos conozcamos ni hayamos intercambiado una palabra alguna vez. Y eso hace que lo que hacemos y lo que vivimos tenga su repercusión en los demás, podemos ser ejemplo, podemos ser estímulo, simplemente caminamos los unos junto a los otros, pero también podemos influir negativamente.
Alguna vez tú mismo te diste cuenta que estabas fijándote en una persona que se cruzó en tu camino, con la que ni siquiera intercambiaste una palabra de saludo, pero viste algo en esa persona que te llamó la atención, que te hizo quizá pensar, o que de alguna manera te interpeló interiormente. Cuántos de la misma manera se habrán fijado en nosotros y quizá hayamos podido ser también interpelación para sus vidas. Decimos que no nos importa la vida de los demás, lo que hagan o dejen de hacer, pero consciente o inconscientemente tenemos en cuenta muchas cosas que nos pueden ayudar o que nos pueden entorpecer nuestro camino.
Importante entonces es la rectitud con que nosotros vivamos; importante la congruencia de nuestras acciones, que verdaderamente tengan una relación con lo que pensamos para que haya una unidad en nuestra vida y así nos presentemos ante los demás. Malo es que siendo capaces de decir cosas hermosas, que pueden ser buenos principios de vida, sin embargo luego nuestra manera de actuar o de relacionarnos con los demás vaya por otro camino. Y en esas incongruencias podemos caer fácilmente si vivimos una vida superficial. Es una gran tentación, es un gran peligro.
Creo que en la vida estamos para estimularnos para el bien los unos a los otros. Qué daño pueden hacer nuestros oscuridades en los demás, porque con esa negatividad de nuestra vida nos convertimos en mal ejemplo, nos convertirnos en una rémora para el conjunto de la sociedad en la que vivimos.
Todos hemos de tener esa buena preocupación, por decirlo de alguna manera, pero cuanto más aquellas personas que tienen una responsabilidad especial, los padres para sus hijos, los maestros y profesores para sus alumnos  los dirigentes de la sociedad en cualquiera de sus facetas para el conjunto de la sociedad. Con el ejemplo arrastramos para bien o para mal. No basta decir yo hago lo que quiero y que cada uno sea responsable y maduro por sí mismo en sus cosas, que a esa madurez hay que llegar, pero tenemos que saber ser estímulo para los demás.
Me estoy haciendo esta reflexión que pudiera parecer que solo tiene aspectos humanos de nuestras relaciones humanas, pero me la hago desde la reacción de Jesús ante los que eran los dirigentes, o pretendían serlo, del pueblo de su época. Venimos escuchando estos días las palabras incluso duras que tiene Jesús contra los fariseos y los maestros de la ley. Le dolía en el alma la incongruencia en que vivían y como tan negativamente estaban tratando de imponerse a las gentes de su época. Les echa en cara como tratan de imponer minuciosas normas de conducta con mucha rigidez a los que les seguían mientras, como dice Jesús, ellos no movían ni un dedo.
¿Sucederá de alguna manera igual en nuestro tiempo? Nos sucederá a nosotros por la incongruencia de nuestras vidas que no terminamos de vivir en total rectitud, pero puede suceder en tantos sectores y facetas de nuestra sociedad e incluso de nuestra comunidad eclesial. Pensemos, pues, como podemos repercutir en la vida de los demás. Vivamos de forma congruente nuestra fe para que podamos dar un buen testimonio cristiano y así podamos atraer a muchos también al camino del evangelio.

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