sábado, 7 de septiembre de 2019

Hagamos humana la vida del hombre liberándola de esclavitudes deshumanizante y poniendo nuestros pequeños gestos de ternura y cercanía que alegran el corazón


Hagamos humana la vida del hombre liberándola de esclavitudes deshumanizante y poniendo nuestros pequeños gestos de ternura y cercanía que alegran el corazón

Colosenses 1, 21-23; Sal 53; Lucas 6, 1-5
La vida está hecha de pequeñas cosas; esos pequeños detalles, esos pequeños gestos, esas pequeñas acciones que vamos realizando casi como una rutina cada día, pero que han de tener hondo contenido que nos ayude a nuestra realización como persona y que también puedan ayudar a los demás.
Depende de cómo las realicemos, porque un pequeño gesto nuestro puede resultar molesto u ofensivo para alguien, pero un pequeño gesto realizado desde un corazón sincero y lleno de ternura pueda hacer muy agradable la vida de los que nos rodean. Esas pequeñas cosas le van dando intensidad y calor a nuestra vida porque queriendo hacer felices a los demás, por ejemplo con una sonrisa o una buena cara, también nosotros nos sentimos felices y vamos llenando de alegría y paz nuestro corazón.
Hay gente que no sabe sonreír a los demás y por su expresión muchas veces dura dan la impresión que llevan su corazón lleno de amarguras que no han sabido superar. Pero a personas así hemos de saber hacerle frente con nuestra sonrisa, con nuestra alegría interior, con una bonita palabra que les hace salir de su ensimismamiento y les haga olvidar las cosas negras que puedan llevar en su corazón.
Creo que los cristianos, los que de en verdad nos tomamos en serio a Jesús y su buena noticia, tenemos que ser siempre las personas con más alegría del mundo. Nos sentimos amados por quien en verdad puede llevarnos a la plenitud y eso tiene que hacer que nos sintamos felices; por eso siempre tenemos que ir repartiendo esa alegría, esa esperanza poniendo ilusión en los corazones de todos aquellos con los que nos encontramos. De ahí lo importante de esos pequeños gestos de bondad, como decíamos antes, que tenemos que ir repartiendo por doquier.
Vivimos con alegría y con paz, queremos seguir los caminos del evangelio, nos caminos que nos traza Jesús y sabemos muy bien que cumpliendo sus mandamientos seremos felices nosotros y haremos felices a cuantos están a nuestro lado. Y es que no solo nunca les haremos daño, sino que siempre le estaremos ofreciendo amor, paz y serenidad para sus corazones. Cumplir la ley del Señor para nosotros no es una agonía que nos esclavice, sino un camino que nos llena de felicidad. Siempre la ley del Señor busca el bien del hombre para la gloria de Dios.
Desgraciadamente todos no lo entienden así y viven con amargura en su corazón, pero es que no han descubierto el verdadero sentido de lo que es la voluntad de Dios para el hombre. No es un capricho, sino un camino de felicidad. Lo que nos sucede muchas veces es que nos hacemos unas interpretaciones muy sesgadas de lo que son los mandamientos del Señor, los llenamos de cosas en su entorno que nos aprietan y terminan esclavizándonos, cuando nos fueron dados para nuestra libertad.
Un ejemplo lo tenemos en lo que nos ofrece hoy el texto del evangelio. El sábado era el día santo para glorificar al Señor, pero al mismo tiempo era el día del descanso del hombre. El ser día de descanso prohibiéndose todo tipo de trabajo era una forma también de humanizar la vida del hombre para que no viviera el trabajo como una esclavitud; el bien del hombre al tiempo que la santificación del nombre del señor era su sentido. Pero lo habían encorsetado de tal manera con tantas prohibiciones que lo habían convertido en algo esclavizante, que entonces se llegaba a vivir con amargura. La muestra la tenemos en lo quisquillosos que eran lo escribas y fariseos que vienen a echar en cara a los discípulos de Jesús que no guardan el descanso del sábado simplemente por coger unas espigas que calmasen la fatiga del camino. ¿Era eso humano? Es en cierto modo la respuesta que les da Jesús.
Hagamos humana la vida del hombre liberándola de esclavitudes innecesarias y deshumanizante. Hagamos humana la vida del hombre buscando siempre el bien de la persona; hagamos humana la vida con nuestra ternura, con nuestra cercanía a las personas, con esos pequeños gestos de humanidad que hemos de tener los unos con los otros.

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