lunes, 15 de abril de 2019

Pongamos a Jesús en el centro de todo, en el centro de nuestro corazón para transpirar la fragancia del amor, la armonía, la paz, la serenidad de espíritu


Pongamos a Jesús en el centro de todo, en el centro de nuestro corazón para transpirar la fragancia del amor, la armonía, la paz, la serenidad de espíritu

 Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12,1-11
‘Y la casa se llenó de la fragancia del perfume’. Qué agradable es cuando una llena a una casa y aprecia la fragancia del hogar. Hay lugares que huelen bien. Huelen a hogar, huelen a amar y ternura, huelen a sencillez y a humildad pero al mismo siento se huele la armonía de quienes allí viven y uno se llena de su paz, se huele la prontitud para el servicio y uno se siente siempre acogido.
No hacen falta perfumes externos, ni fragancias que vengan en frascos, pero es algo hondo que se palpa, se siente, se huele con el alma. Agradable es que no haya malos olores y que todo se haya suavizado con la delicadeza y la ternura. No está de más, por otra parte, que podamos poner otras fragancias que nos hagan sentir bien.
Algunas veces pueden aparecer malos olores, porque todos tenemos un corazón débil y en un momento determinado pueden aparecer intereses particulares y tensiones, pero ahí está la sabiduría del amor que suavicen las tensiones y que transformen los intereses particulares. Siempre tiene que haber alguien que se pone poner paz con la serenidad de su espíritu, que tienda los brazos para abrazar y para acoger, para poner paz en el corazón y para ser punto de encuentro que con lazos de amor nos haga bello ramillete.
La fragancia había llenada aquella casa de Betania donde ofrecían un banquete y estaba Jesús. María de Betania había derramado a los pies de Jesús un frasco de una intensa fragancia. Es todo un signo. 
Allí estaba la expresión del amor y de la gratitud. Siempre aquel hogar de Betania había sido un lugar de paz y de acogida. Ahora muchos motivos más tenían para el agradecimiento tras los últimos acontecimientos. Allí estaba aquella ofrenda que hacia resaltar ya la fragancia que brotaba de aquel hogar. Aunque entre los presentes haya algunas sombras  - allí están los comentarios sombríos de Judas tras la apariencia de hermosos deseos – pero la luz resplandecerá sobre todo.
También nos sucede que tras la apariencia de cosas hermosas podemos esconder nuestros intereses llenos de egoísmo y que tienen poco que ver con actitudes solidarias. Mucho tenemos que purificar en nuestro interior para que nosotros también demos siempre la buena fragancia que haya hermosa la convivencia y el encuentro con los que nos rodean y que sepa llegar más allá. Cuando la fragancia es intensa no la podemos encerrar entre las cuatro paredes de aquellos con los que podamos tener mejor sintonía sino que alcanzará a todos. Desde los entresijos de nuestro espíritu tenemos que ir dejando transpirar esa buena fragancia que vaya inundándolo todo a nuestro paso.
¿Dónde podemos encontrar la fuente? Cuando ponemos a Jesús en el centro de todo, cuando ponemos a Jesús en el centro de nuestro corazón transpiraremos amor, armonía, paz, serenidad de espíritu. Es a lo que tenemos que aspirar. Llenémonos de Jesús y transmitamos a los demás ese buen olor de Cristo desde nuestra vida, nuestras actitudes, nuestros gestos, desde todo lo que hagamos y vivimos.

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