sábado, 6 de abril de 2019

Dejémonos sorprender por el evangelio y no lo escuchemos con ideas preconcebidas sino abriéndonos a él conducidos por el Espíritu del Señor


Dejémonos sorprender por el evangelio y no lo escuchemos con ideas preconcebidas sino abriéndonos a él conducidos por el Espíritu del Señor

Jeremías 11, 18-20; Sal 7; Juan 7, 40-53
Nos cuesta muchas veces liberarnos de prejuicios o de ideas preconcebidas en nuestra relación con los demás. Un dato claro en este aspecto es lo que nos está sucediendo y muchos quizá alentado con el problema tan actual de las migraciones. Hay un flujo migratorio muy grande en nuestra sociedad y llegan a nuestras tierras personas que vienen de otros continentes, de otra raza, de otra religión o de otras costumbres, y ya de alguna manera nos sentimos como prevenidos hacia esas personas, a las que en muchas ocasiones, o desde ciertos ambientes se le acusa de todos los males, resistiéndonos interiormente y muchas veces también con manifestaciones externas a la aceptación o a la acogida.
Esto que es una problemática social que se vive hoy con mucha intensidad y no solo es en Europa sino también en otros continentes y en otros ambientes, es también algo que de alguna manera vivimos en la cercanía del cada día en nuestra relación con los pueblos vecinos o de nuestro entorno. En mi tierra porque se es de otra isla, por ejemplo, surgen muchas veces reticencias y desconfianzas que nos llevan en muchas ocasiones a desaires e incluso desprecios.
¿Esta manera de actuar entra en nuestros sentimientos humanos? ¿No habrá una cierta inhumanidad en actitudes o posturas de este tipo? Claro que tendríamos que preguntarnos si actuando así estamos con actitudes verdaderamente cristianas. Mucho tendríamos que reflexionar y revisar en este aspecto, porque no siempre podemos tirar la primera piedra por mucho que hablemos de humanidad.
 Me surge esta reflexión a raíz de lo que escuchamos en el evangelio. La gente se preguntaba si Jesús era o no era el Mesías esperado. Y hoy vemos en este pasaje del evangelio diferentes posturas en esa aceptación o no aceptación de Jesús como profeta y como Mesías.
Está la reacción de algunos que se preguntan.¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?’ Y nos dice el evangelista que surgió una gran discordia entre las gentes por este motivo. Pero veremos luego también la reacción de aquellos que de ninguna manera quieren aceptar a Jesús en las discusiones que surgían en el Sanedrín y entre los sumos sacerdotes y fariseos y saduceos. Cuando  Nicodemo de forma prudente les dice que no se puede juzgar a nadie sin haberlo escuchado, le echan en cara si él se está poniendo de parte de Jesús y le cuestionan sus planteamientos. ‘Ellos le replicaron: ¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas’. Eran las ideas preconcebidas con las que ellos actuaban.
Pero en medio nos encontrábamos con una proclamación muy hermosa que se hace de Jesús por parte de aquellos que habían sido enviados para prenderle. Al volver con las manos vacías a la presencia del Sanedrín y echarles en cara que no han cumplido con lo que se les había mandado, ellos replican: ‘Jamás ha hablado nadie como ese hombre’. Una proclamación de la admiración que todos sentían por Jesús.
Muchas lecciones, podríamos decir, se derivan para nuestra vida de este corto pasaje del evangelio. Empecemos por esto último y aprendamos a sentir verdadera admiración por la Palabra de Jesús, que para nosotros es Palabra de Dios. Dejémonos sorprender por el evangelio, no lo demos por sabido que es nuestra terrible tentación.
Cuantas veces cuando nos acercamos a una página del evangelio casi no la leemos ni la escuchamos en nuestro corazón porque la damos por sabida. Pensemos que siempre el Evangelio es Buena Noticia; y la noticia es algo fresco, algo de hoy, algo que escuchamos como nuevo, y así tenemos que abrir nuestro corazón al Evangelio. El Espíritu siempre va a sugerirnos algo nuevo para nuestra vida de cada página del evangelio que escuchemos con atención en nuestro corazón.
No podemos ir con ideas preconcebidas ante Jesús y su mensaje, como tenemos que aprender a arrancar de nuestros corazones esas cosas, como prejuicios, que nos predisponen contra los demás. Y aquí tendríamos que interrogarnos en nuestro interior por muchas cosas de nuestras mutuas relaciones con todos.

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