jueves, 28 de marzo de 2019

Que aprendamos a tener una mirada limpia, arranquemos de nuestro corazón la malicia, abramos nuestro espíritu a todo lo bueno que podamos descubrir en los demás


Que aprendamos a tener una mirada limpia, arranquemos de nuestro corazón la malicia, abramos nuestro espíritu a todo lo bueno que podamos descubrir en los demás

Jeremías 7,23-28; Sal 94; Lucas 11,14-23
‘Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo’. Acababan de ser testigos de un milagro. Un mudo había sido curado; según el sentido que aquella gente tenia de la enfermedad era un mal, un signo del dominio del maligno sobre la persona; por eso con frecuencia vemos que a los enfermos los llamaban endemoniados, poseídos por un espíritu inmundo.
Jesús había curado a aquel hombre que no podía antes hablar y habría recobrado la posibilidad de hablar. Pero siempre hay quien hace sus interpretaciones interesadas, por eso dirán que Jesús expulsa los demonios con el poder del demonio. Incomprensible. Jesús les habla de un reino dividido que no se puede sostener, pero no terminan de comprender por eso piden más signos del cielo.
También nosotros pedimos pruebas en tantas ocasiones; andamos muy preocupados de que el Señor nos ayude y nos libere de esos males, esas situaciones difíciles con las que nos tropezamos por la vida, y parece que como si toda nuestra fe dependiera de ese milagro que el Señor haga en nosotros. Y no terminamos de ver tantos signos de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Nos habremos contagiado del espíritu del mundo que nos rodea que también está pidiendo pruebas y señales para creer? ¿Nos habremos contagiado de ese espíritu de desconfianza, o lo que es peor de esa malicia para no saber descubrir lo bueno o hacer nuestras interpretaciones sesgadas?
Que aprendamos a tener una mirada limpia, que arranquemos de nuestro corazón esas malicias, que abramos nuestro espíritu a todo lo bueno que podamos descubrir en los demás. Así veremos los signos que Dios va poniendo a nuestro lado en el camino de la vida. Sepamos ver esas cosas pequeñas y sencillas que van sucediendo a nuestro lado, que podemos descubrir en los que son pequeños y humildes. Son tantos los signos de ese Reino de Dios que se va realizando a nuestro lado y que tenemos que sentir también dentro de nuestro corazón.
Esa mirada limpia como la de un niño, pero que podemos descubrir en tantas personas que van sin malicia por el mundo; esa sonrisa que nos llega al alma y nos contagia de ilusión y de esperanza porque a pesar de todo en el mundo se puede sonreír; esa mano tendida que tantos ofrecen a los sufren a su lado porque saben escucharlos o simplemente estar allí; esas personas buenas que comparten lo poco que tienen pero que lo hacen con generosidad; esa gente que es capaz de sacrificarse comprometiéndose en tantas tareas sencillas pero que hacen más amable nuestro mundo, más humano y que nos llena de esperanza de que puede hacerse un mundo mejor.
Podríamos seguir en una lista interminable y yo te invito a que te detengas un poco en lo que estés haciendo y te pongas a pensar en tantas cosas buenas que cada día suceden a tu lado y de las que casi no nos damos cuenta o no les prestamos atención, pero que merece la pena contemplarlas, porque nos hacen confiar en las personas, y nos hacen confiar en que podemos hacer un mundo mejor.
Son muchas las señales que Dios va dejando de su paso a nuestro lado y que se hace presente en tantas personas buenas y sencillas de corazón humilde.

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