jueves, 14 de marzo de 2019

Disfrutemos de la oración y de la presencia del Señor porque sabemos que El nunca nos fallará



Disfrutemos de la oración y de la presencia del Señor porque sabemos que El nunca nos fallará

Ester 14,1.3-5.12-14; Sal 137; Mateo 7,7-12

Muchas veces nos habla Jesús en el evangelio de la oración y ahora en este tiempo de cuaresma escucharemos muchos textos en este sentido. No en vano este tiempo de cuaresma ha de ser un tiempo para la reflexión y para la oración. No solo reflexionamos desde los propios sentimientos y lo que es nuestra vida buscando unas sabidurías humanas, sino que queremos ahondar en la sabiduría de Dios, dejar que su Espíritu sea nuestra luz en el camino que nos ayude a descubrir la verdad de nuestra vida y el sentido que hemos de darle desde nuestra fe y el evangelio.
Nuestra reflexión la queremos centrar en Dios; no es simplemente una reflexión humana desde nuestro saber o la experiencia humana que tengamos en la vida, sino que ha de ser desde el filtro de la fe, desde la luz que encontramos en el evangelio, dejándonos guiar en nuestro interior por la fuerza del Espíritu. No es simplemente pensar cosas sino tratar de ahondar en el misterio de Dios, sintiendo su presencia en nosotros, que nunca nos fallará.
Hoy Jesús en el evangelio para insistirnos en la necesidad de la oración y de la confianza que hemos de tener en el Dios a quien amamos y que sentimos que nos ama emplea como tres imágenes, tres palabras en esa insistencia de la oración. Nos habla de pedir, de llamar y de buscar. Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre’.Yo diría que no es solo inspirarnos nuestra confianza, sino que con esas tres palabras nos está hablando del sentido de nuestra oración.
Pedir, llamar, buscar… Invocamos a Dios que merece siempre toda nuestra alabanza; invocamos a Dios a quien queremos tener presente en nuestra vida, porque El es nuestra fortaleza, en El ponemos toda nuestra fe y nuestra confianza. Invocamos a Dios desde la pobreza de nuestra vida, con nuestras necesidades, pero también mirando a los que nos rodean, mirando nuestro mundo.
Buscamos a Dios porque queremos conocerle más y más; buscamos a Dios porque sin El nuestra vida estará llena de oscuridad; buscamos a Dios porque en El sabemos que vamos a encontrar nuestra plenitud; buscamos a Dios porque es nuestra sabiduría, quien nos da el sentido pleno de nuestra vida.
Llamamos, como quien está a la puerta queriendo entrar; llamamos a Dios porque queremos ir a El y porque queremos que El venga a nosotros, esté en nuestro camino, aunque ya tenemos la certeza de que nunca nos falla, que siempre está con nosotros, aun en aquellos momentos que casi no nos damos cuenta. Llamamos a Dios porque queremos hacerlo presente en nuestro mundo tan lleno de tinieblas, tan desorientando, tan sin rumbo tantas veces.
Cómo tenemos que gozarnos en la presencia del Señor; cómo nos sentimos en camino de plenitud cuando somos conscientes de su presencia. Con El a nuestro lado se nos acaban nuestros temores; con El a nuestro lado nos sentimos fuertes frente a la adversidad, frente a los peligros de la vida, frente a las tentaciones que nos acechan por doquier; con El a nuestro lado caminamos seguros queriendo llevar también la luz de la fe a cuantos nos rodean.
Cuando vamos saboreando todo esto, qué bien nos sentimos en nuestra oración, porque sentimos la paz de presencia, la seguridad que nos da en la vida a pesar de las tormentas, la fortaleza para esa tarea de superarnos, de querer llegar a una plenitud, de ser mejores nosotros y hacer que nuestro mundo sea mejor. Aprendamos de la hermosa oración de la reina Esther que nos ofrece la primera lectura y saboreemos el modelo de oración que nos ofrece Jesús.
Disfrutemos de la oración, disfrutemos de la presencia del Señor. El nunca nos fallará.

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