lunes, 11 de febrero de 2019

Acudimos a Jesús no solo pidiendo la salud para nuestro cuerpo, sino que vamos a pedir y a encontrar en Él la salud más profunda cuando en Él encontremos el sentido de nuestra vida


Acudimos a Jesús no solo pidiendo la salud para nuestro cuerpo, sino que vamos a pedir y a encontrar en Él la salud más profunda cuando en Él encontremos el sentido de nuestra vida

Génesis 1,1-19; Sal 103; Marcos 6,53-56

Jesús recorre los pueblos y aldeas de toda Galilea anunciando el Reino de Dios, atraviesa el lago de orilla a orilla porque a todos quiere llegar, la gente le sale al paso por los caminos o viene a su encuentro cuando llega a cualquier pueblo o aldea; han oído hablar del nuevo profeta que ha surgido entre ellos y quienes le han escuchado llevan la buena noticia a los demás. Se acercan a Jesús desde sus problemas y sus necesidades, con sus enfermos y con todos los que sufren por cualquier causa porque en Él se despiertan esperanzas nuevas; quieren estar a su lado no solo para mejor escucharle sino para sentir su presencia cercana llena de amor; los enfermos quieren tocarle y al menos desean rozar la orla de su manto a su paso.
La situación de pobreza que viven hace que se multipliquen los enfermos de todo tipo; las enfermedades que les azotan aumentan su pobreza y su necesidad cuando no pueden ya valerse por sí mismos o cuando debido a algún tipo de enfermedades como la lepra han de vivir apartados incluso de los suyos condenados a vagar por los despoblados y donde no puedan tener ningún contacto humano. La enfermedad, la pobreza, la discriminación, el desarraigo de la vida de la comunidad son aspectos que se entrelazan y hacen muchas veces perder las esperanzas.
Si hoy nosotros, incluso con los distintos medios de los que disponemos que nos dan una cierta seguridad social cuando nos sobreviene la enfermedad se multiplican los interrogantes en nuestro interior, podemos pensar en las angustias de aquellos espíritus atormentados por el sufrimiento, cercados por la pobreza y condenados en vivir en las más dolorosas miserias. Preguntas sobre el sentido de la vida y sobre el sentido del dolor; preguntas por el abandono en que viven en el que hasta se sienten abandonados de Dios; preguntas cruciales cuando se pierde la esperanza, cuando todo es negrura en nuestro derredor pero más aún cuando esa negrura llena por dentro nuestro espíritu.
El noticia de que hay alguien que está anunciando un mundo nuevo y distinto corre de boca en boca y hace renacer esperanzas cuando ese anuncio lleva implícito la posibilidad de un mundo nuevo donde desaparezcan esas desigualdades, podamos superar esas situaciones de dolor y sufrimiento y prevemos que podamos vivir con mayor dignidad. Es normal que corran hasta Jesús y quieran estar cerca de El, apretujarse en su entorno y querer al menos como si fuera un talismán tocar al menos la orla de su manto.
Encontrar la salud era la posibilidad de poder comenzar una vida nueva, en que con su trabajo pudieran salir de la profunda pobreza en la que vivían; recobrar la salud era volver a reencontrarse con los suyos y sentir de nuevo la cercanía y el calor del amor; recobrar la salud era recuperar de alguna manera la dignidad de la persona que ya por sí misma se podría valer.
Era importante la salud del cuerpo con el movimiento de sus miembros recuperados, con los ojos claros y limpios para poder ver, el cuerpo sano que permitiera una movilidad y un encuentro con los otros, pero no era solo lo físico lo que se iba recuperando sino era la recuperación de la dignidad de la persona que ya no se sentía maldita de Dios y de todos - la enfermedad se consideraba como una condena y una maldición - y podría vivir ya dignamente en medio de los suyos. No era solo la curación externa, sino la curación que desde lo más profundo de sí mismos sentían, porque era como un sentirse perdonados por una culpa que no sabían de donde provenía y era como de nuevo sentirse bendecidos por Dios.
Era reencontrar un sentido nuevo para su vida en cualquier situación en la que se encontraran. Y eso lo podían alcanzar en Jesús. Decíamos antes que nosotros también cuando nos vemos atenazados por la enfermedad nos vemos envueltos en muchos interrogantes y preguntas, porque algunas veces parece que perdemos el sentido de la vida y también el sentido de ese dolor y sufrimiento que nos envuelve. Creo que también nosotros sin ningún complejo tenemos que aprender a acudir a Jesús.
En El vamos a encontrar el valor y el sentido de nuestra vida cualquiera que sea la circunstancia por la que pasemos. Cristo es la verdad del hombre para el hombre. Cristo es nuestra luz y nuestra vida, nuestra salvación y el sentido de nuestro vivir. Acudimos a Él no solo pidiendo quizá la salud para nuestro cuerpo que en cualquiera de sus miembros se vea enfermo, sino que vamos a pedirle y a encontrar en Él la salud más profunda cuando en Él encontremos el sentido de nuestra vida.
Ese es el gran milagro que de Él tenemos que esperar, pero depende de con qué tipo de fe nos acerquemos a Él. Fe es fiarnos, es poner confianza de que aquello que esperamos lo vamos a conseguir de verdad; y esa confianza es Jesús por nuestra fe es algo cierto, algo de lo que hemos de empapar toda nuestra vida.
Hoy precisamente 11 de Febrero y día de la Virgen de Lourdes celebramos en la Iglesia el día del Enfermo. Que María nos ayude a ir al encuentro con Jesús para que sepamos encontrar también el sentido verdadero de nuestra enfermedad o nuestros sufrimientos. Serán una prueba para nuestra vida, pero nunca serán un castigo; serán momentos difíciles que vivimos con dolor, pero convertidos en ofrenda de amor con nuestro sufrimiento estaremos junto a la Cruz de Jesús en su pasión y en su muerte, pero sabemos que como la pascua de Jesús culmina en resurrección, la pascua de nuestro dolor culminará siempre en vida.





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