miércoles, 2 de enero de 2019

Entre nosotros está y no sabemos verle ni descubrirle allí, en aquellos, en los que El se quiere hacer presente



Entre nosotros está y no sabemos verle ni descubrirle allí, en aquellos en los que El se quiere hacer presente

1Juan 2,22-28; Sal 97; Juan 1,19-28

Entre ustedes está el culpable… y todos se miraban sorprendidos. Porque si yo no soy, algunos de los otros será, ¿pero quién? Y comienzan las sospechas quizás. Nos puede haber sucedido alguna vez una cosa así. En el colegio quizá, entre el grupo de amigos de la pandilla, en alguna ocasión nos podremos haber visto envueltos en algo semejante.
Hablamos quizá de aquellas travesuras juveniles en que se tiraba la piedra y se escondía la mano por definir de forma anecdótica aquellas cosas que hacíamos, pero podemos pensar en situaciones en que algo ha sucedido en la comunidad, alguien ha hecho algo, vamos a ir por lo positivo, bueno en este caso que mejoraba algún aspecto de la vida de la comunidad, pero no sabemos quien es, pero si sabemos que hay una persona generosa que se ha preocupado de arreglar aquello que estaba estropeado, o solucionar algún problema que teníamos pero que hasta ahora nadie se había comprometido a realizarlo. Anónimamente quizás ha hecho algo en bien de todos, pero no sabemos quien es ni para darle las gracias.
‘En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis…’ es lo que ahora les dice el Bautista a aquella embajada que ha venido de Jerusalén para indagar que es lo que hace este personaje extraño allá en la orilla del desierto junto al Jordán, que se presenta de una forma un tanto extravagantes por su forma de vestir y de actuar, y que está anunciando la inminente venida del Mesías. En aquellos tiempos pre-mesiánicos muchos se habían presentado quizá como salvadores, pero al final todo habría resultado un fraude o por lo menos no respondía a las expectativas de lo que ellos consideraban un profeta.
Ante el surgimiento de Juan con sus prédicas y con sus bautismos en el Jordán – algo de alguna forma semejante había surgido con los esenios en las orillas del Mar Muerto – ahora vienen a cerciorarse de lo que realmente sucedía, porque mucha gente venia de todos los lugares hasta Juan. ¿Eran un profeta que había surgido? ¿Sería acaso el Mesías que tanto esperaban? ¿Qué sentido tenía aquel bautismo y con qué autoridad actuaba Juan? Eran las preguntas que se hacían y que le hicieron a Juan.
No soy un profeta, no soy el Mesías, solo soy una vez que viene a preparar el camino. Eran cosas que habían anunciado los profetas antiguos. Una voz gritaría en los desiertos para preparar los caminos de Señor. Y allí estaba Juan. ‘¿Tú quién eres para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado?’ Era la pregunta definitiva. Querían una respuesta clara.
‘Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia’. Estaba ya allí en medio de ellos. Recordamos que Jesús nació solo seis meses después de Juan el Bautista. Pero no lo reconocían. Un día Jesús vendría también en medio de aquella multitud de forma anónima a ser bautizado por Juan y estaba en medio de la gente y la gente no sabia quien era. Pero Juan lo reconocía. El Espíritu del Señor estaba en El.
Me detengo en este relato porque es aquí donde conviene que nos preguntemos si nosotros lo reconocemos. Me diréis que hemos celebrado hace pocos días su nacimiento con grandes fiestas y con gran alegría. Pero tenemos que seguirnos pregunta si lo reconocemos. ¿Nos quedaremos solo en aquella figurita del Belén o llegaremos a algo más? Porque han pasado los días y parece que todo sigue igual… que antes. Nada ha cambiado en nuestras vidas. Y su presencia tendría que impactar más en nuestra vida. No es solo la emoción de un momento sino la decisión que hemos de tomar en referencia a Jesús y a su evangelio. Y seguimos sin reconocerlo. En medio de nosotros está, porque sabemos bien – lo hemos escuchado tantas veces en el evangelio – que El se hace presente entre nosotros de tantas maneras.
Y nosotros seguimos caminando por la vida sin verle, sin descubrirle, sin acogerle. No son cohetes que tenemos que tirar al aire, sino actitudes y posturas nuevas que tenemos que tomar allí donde lo podemos descubrir, allí en aquellos en los que tenemos que descubrirle. Y seguimos pasando de largo.

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