viernes, 21 de diciembre de 2018

La visita de María a Isabel fue la visita de Dios para aquel hogar de la montaña como es la visita de Dios en cuantos en la vida nos salen al encuentro


La visita de María a Isabel fue la visita de Dios para aquel hogar de la montaña como es la visita de Dios en cuantos en la vida nos salen al encuentro

Cantar de los Cantares 2,8-14; Sal 32; Lucas 1,39-45

Cuando alguien llega a nuestra casa porque viene a visitarnos solemos acoger con alegría y respeto a quien recibimos siendo hospitalarios con esa persona y ofreciéndole de lo mejor que tengamos con todo cariño para complacerla y mostrarle nuestra buena acogida.  La hospitalidad es una virtud muy hermosa y en general solemos ser acogedores para quien llega a nuestra puerta.
es cierto que con aquellos que mantenemos una más estrecha relación de amistad o familiaridad expresamos una especial alegría, nos sentimos gozosos y honrados con su presencia y abrimos ya no solo las puertas de nuestra casa sino nuestro corazón a aquellos hacia quienes sentimos un especial afecto. No podemos dejar que se enfríe en nosotros, a causa de los ritmos de nuestra vida moderna, ni perdamos esa preciosa virtud de la hospitalidad.
Hoy el evangelio nos habla de una visita especial que en aquel hogar de la montaña fue igual que la visita de Dios. No en vano luego se cantará la alabanza al Señor que ha visitado y redimido a su pueblo. Es la visita de María a Isabel en aquel lejano hogar de la montaña en casa de Zacarías. Todo son muestras de alegría en el recibimiento y en el encuentro de ambas mujeres.
Y con una visión de fe e inspiración del Espíritu era como la visita de Dios a aquel hogar, porque Isabel reconoce incluso en María, algo que ninguna voz humana podría haberle anunciado. ‘¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? es la exclamación y reconocimiento por parte de Isabel de que quien la visitaba era alguien más que su prima de la lejana Galilea, porque en ella, por inspiración del Espíritu, estaba recibiendo a la Madre del Señor.
Todo serán alabanzas y reconocimiento por una parte de la fe de María que había puesto su confianza en el Señor, y alabanza al Señor que se estaba manifestando en los humildes pero realizando cosas maravillosas. La visita de María fue la visita de Dios que hacia prorrumpir en esos cánticos de alabanza al Señor. Fue la visita santificadora de Dios para aquel hogar y para aquella familia, santificando incluso al niño que Isabel llevaba en sus entrañas. La criatura saltó de alegría en su vientre.
Podríamos decir que en estas vísperas de la Navidad ya tan cercana nosotros estamos recibiendo la visita de María y la visita de Dios. Llega a nosotros a través de su Palabra que así nos está hablando de María en estos días para que la contemplemos, pero para que como ella sepamos prepararnos al nacimiento del Salvador.
Pensemos en que cuantos se acercan a nosotros, de una forma o de otra, han de ser reconocidos por nuestro espíritu de fe como la visita de Dios. Ya nos enseñará Jesús en el evangelio que cuanto hagamos al otro es como si lo hiciéramos a El, y que cuando recibimos al peregrino o al que llegaba a nosotros de la forma que fuera a El lo estábamos recibiendo.
Nos ha de hacer repensar nuestras actitudes de acogida, nuestra hospitalidad y cómo recibimos y acogemos a cuantos lleguen a nosotros. Simplemente decimos, pensemos que es la visita de Dios a nuestra vida. ¿Cómo lo vamos a acoger? ¿Nos estará indicando el verdadero sentido que hemos de darle a la Navidad?

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