domingo, 21 de octubre de 2018

Viviremos nuestra vida en la sencillez de lo cotidiano o tendremos mayores responsabilidades en una función que se nos confíe, nuestra grandeza está en el espíritu de servicio


Viviremos nuestra vida en la sencillez de lo cotidiano o tendremos mayores responsabilidades en una función que se nos confíe, nuestra grandeza está en el espíritu de servicio

Isaías 53, 10-11; Sal. 32; Hebreos 4, 14-16; Marcos 10, 35-45

De tal manera aparece ante nuestros ojos continuamente sobre todo en las grandes figuras, en aquellas personas que nos parece que destacan, unos aires de grandeza y de poder, que de alguna manera nos contagiamos y esas son las ansias y deseos que van surgiendo también dentro de nosotros, las aspiraciones y sueños que van impregnando nuestra vida.
¿A quién no le gustaría ser grande y poderoso? Un poco se nos mete por dentro casi sin darnos cuenta que todo eso son caminos de riqueza, de dominio, de posicionamiento en lugares destacados en donde podemos alcanzar todo aquello que se nos antoje. Es lo que vemos fácilmente en tantas figuras que de la noche a la mañana se llenan de poder y de riquezas, algo que nos parece tan fácil de conseguir que de alguna manera lo anhelamos.
Luego nos aparecerá cuánta corrupción hay detrás de todo eso, cuántas manipulaciones de las personas, cuántos intereses ocultos, cuántos trapos sucios, podríamos decir, que de alguna manera queremos condenar, pero que por otra parte eso no nos merma esos deseos de grandeza que permanecen dentro de nosotros. Se siente uno hastiado de todo eso, pero también sentimos la tentación de la envidia porque de alguna manera ansiamos el poder.
Son cosas que nos pueden pasar a todos y que pueden suceder en todos los ámbitos de nuestra sociedad y no excluyo ninguno. ¿De alguna manera no eran los sueños también de los discípulos que seguían tan de cerca de Jesús? Hoy en el evangelio se manifestará especialmente en dos, pero ya sabemos cuántas veces Jesús se los encuentra en sus tontas discusiones de quien iba a ser el principal entre ellos.
Su concepto del mesianismo llevaba consigo la idea de un Mesías que se llenaría de poder y claro a su sombra podrían aparecer también esas ambiciones. Como un paréntesis me pregunto si también en el seno de nuestra Iglesia hoy nos pueden aparecer esas carreras por los lugares más preeminentes, con las noticias que algunas veces se corren.
Por allí nos aparecen los dos hijos del Zebedeo con sus aspiraciones. Por aquello del parentesco quizá se sentían más valientes para expresar lo que no solo ellos sentían, porque ya hemos visto como andaban discutiendo todos por los primeros puestos. Ahora le dicen a Jesús: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir’. Así de seguros y valientes se sienten. ‘Queremos que hagas…’, parece que no hay vuelta de hoja. Y ¿qué piden? ‘Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda’. Vamos, los primeros en el poder de ese Reino del que tanto han oído hablar a Jesús.
Parece que como se suele decir no entienden de la misa ni la mitad. Vamos que no se han enterado. ‘No sabéis lo que pedís’, les dice Jesús. Y viene el diálogo que aunque parecen respuestas razonables, está yendo cada uno por su lado. ‘¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: Lo somos. Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado’.
Jesús les habla de cáliz y de bautismo y ello alegremente responden que sí. Y Jesús les dice que si van a beber ese cáliz, que si van a ser bautizados en su mismo bautismo, pero que eso de los primeros puestos va por otro camino.
Entenderemos el sentido de las palabras de Jesús con lo que les dice a continuación. Porque ya andan por allá alterados el resto de los discípulos con sus desconfianzas. Por eso Jesús los reunirá en torno a El para explicarles una vez más, y va por la tercera, cuanto le va a suceder a El en Jerusalén.
No pueden andar en esas aspiraciones de poder y de grandezas. Y les recuerda que ellos bien saben que los poderosos de este mundo tiranizan a los demás, los manipulan y actúan con prepotencia sobre todos. Ese poder y esa grandeza que se manifiesta tantas veces en la opresión y en la injusticia.
Ya recordábamos cuanto hay detrás tantas veces de esos poderes que nos encandilan por la corrupción con que se manejan los grandes para alcanzar el poder, por las manipulaciones de todo tipo con las personas y con los pueblos, con la opresión porque siempre querrán sacar tajada y beneficio con sus impuestos y todo tipo de cobros tantas veces injustos. Es lo que estamos bien pero vamos tan encandilados que seguimos con nuestros anhelos y aspiraciones, cueste lo que cueste.
Y Jesús una vez más les habla y nos habla de donde está la verdadera grandeza del hombre. En el servicio, en el amor, en el desprendimiento y en la generosidad, en olvidarse de si mismo para pensar solo en el bien de los demás, en el ser capaz de dar la vida por los otros. Es lo que hizo Jesús. Es el sentido del Reino de Dios que Jesús nos anuncia. ‘Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos’. Y Jesús ha ido por delante enseñándonos el camino. ‘Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos’.
¿Llegaremos nosotros a entenderlo? ¿Llegará a ser ese el sentido que le demos a la vida? allí donde estemos nuestra principal grandeza está en el servicio. Viviremos nuestra vida en la sencillez de lo cotidiano, en esas responsabilidades que con la vida misma todos tenemos, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en el ámbito de la vida social que hagamos en nuestras, llamémoslas, relaciones normales que tenemos los unos con los otros, o tendremos quizás mayores responsabilidades porque se nos confía una función, porque tenemos vocación política para trabajar en bien de la sociedad en unos puestos y lugares de especial responsabilidad, pero allí donde estemos pensemos que nuestra principal grandeza está en el espíritu de servicio con que desarrollemos nuestra vida.
No olvidemos nunca el sentido que Jesús da a nuestra vida y a cuanto hacemos.

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