domingo, 22 de julio de 2018

También necesitamos descansar, irnos a solas con Jesús a un sitio tranquilo y apartado para aprender a tener una mirada distinta y a entrar en una nueva sintonía


También necesitamos descansar, irnos a solas con Jesús a un sitio tranquilo y apartado para aprender a tener una mirada distinta  y a entrar en una nueva sintonía

Jeremías 23, 1-6; Sal. 22; Efesios 2, 13-18; Marcos 6, 30-34

Imaginemos que esta época de verano nos aparece un buen amigo que nos invita a que pasemos un fin de semana en su casa de la playa o del campo; en medio de los rigores del calor de este tiempo veraniego – al menos en nuestro hemisferio, que ya se que por América donde también me siguen estas reflexiones es invierno – seguro que nos sentiremos muy felices de aceptar  y poder disfrutar de este tiempo de relax y de descanso.
Seguramente que lo trataríamos de aprovechar muy bien para descansar, aunque ya sé que algunos regresan mas cansados del tiempo de verano porque son tantas las actividades en las que quieren participar que al final el descanso se puede convertir en un agobio. No es que el descanso sea simplemente un tiempo para no hacer nada, pero si para hacer un parón en nuestras actividades habituales y aprovechar para el compartir y convivir con la familia y con los amigos dedicando tiempo también a cosas que nos ayuden a cultivar el espíritu.
También puede ser una ocasión en que liberados de las tareas habituales podamos dedicar más tiempo a los demás. Creo que conocemos o hemos oído hablar en alguna ocasión de personas que dedican este tiempo para implicarse en obras sociales, habiendo incluso quienes marchan a países del tercer mundo para realizar alguna labor a favor de las gentes de esos lugares; amigos conozco que se van a América o también a África desde ONG’S que altruistamente dedican tiempo y medios a ayudar en esos lugares.
Necesitamos cultivarnos y crecer en el espíritu y puede ser una hermosa ocasión para ello, sobre todo cuando generosamente nos damos por los demás. Cuando lo hacemos así aprendemos a mirar la vida de otra manera, contemplar las necesidades o problemas de los demás con otra mirada, con otros ojos y podemos hacer una lectura de la vida bien provechosa para nosotros mismos.
Al hilo de estas consideraciones alguien podría pensar a qué viene todo esto y qué relación puede tener con la Palabra de Dios que se nos ofrece en este domingo, ya que en estas semillas de cada día tenemos siempre muy presente la Palabra que cada día la liturgia de la Iglesia nos proclama.
Dicho de una forma rápida y pronta, mira por dónde hoy vemos que Jesús se lleva de vacaciones a los apóstoles. Nos dice el evangelista que al regreso de los apóstoles de aquella misión que Jesús les había encomendado y cuando están contando cuanto les ha sucedido, es tanta la gente que se agolpa que no tienen tiempo ni para comer.
Y Jesús en la barca se los quiere llevar a un sitio lejano y tranquilo para descansar. Vacaciones. Eran momentos de intensa convivencia, de diálogo y de enseñanzas especificas por parte de Jesús a los apóstoles, es el tiempo de estar con Jesús en mayor intimidad, es tiempo de cultivo espiritual y de crecimiento en el Espíritu.
Pero allí van a aprender a mirar la vida y a las personas de nueva manera, a darle importancia a las personas, a abrir el oído para escuchar los lamentos y gritos del corazón, a aprender a tener una nueva sensibilidad para saber actuar de otra manera cuando en la vida vamos tan deprisa sin ni siquiera fijarnos con aquellos que nos cruzamos.
 Cuantas veces pasa a nuestro lado hasta el amigo más querido y no lo vemos porque estamos entretenidos en nuestras cosas. La imagen del que va caminando con los ojos fijos en una pantalla para chatear por WhatsApp con el más lejano pero que no vemos al que está cercano y pasa junto a nosotros es bien significativa y descriptiva de cómo vamos hoy por la vida.
‘Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma’.
También, sí, necesitamos nosotros descansar; también necesitamos irnos a solas con Jesús, como dice el evangelista, a un sitio tranquilo y apartado. No se necesitará quizá hacer largos recorridos, sino que hemos de saber encontrar ese tiempo y ese lugar, por muchas que sean las cosas  que tenemos que hacer, por muchas que sean las actividades en las que estamos implicados, por muchas que sean nuestras responsabilidades y obligaciones.
Necesitamos tiempo para comer, para reflexionar, para escuchar en nuestro interior, para mirarnos por dentro, para dejarnos aconsejar, para encontrar esa luz que disipe tantas tinieblas, para que aprendamos a tener una mirada distinta, para que seamos capaces de aprender a sintonizar más y mejor con los demás.
No nos escudemos en nuestras amistades lejanas que cultivamos con las redes sociales, aunque eso puede ser muy bueno también, sino que aprendamos a mirar al que tenemos cerca, al amigo de siempre quizá, al vecino con el que nos cruzamos en la escalera o en la calle, con ese familiar que solo nos vemos de cuando en cuando. Algunos parámetros tendremos que cambiar, pero necesitamos esa mirada nueva también sobre nuestra vida.
Muchas cosas nos puede sugerir este evangelio que estamos reflexionando. Dedícale tiempo a la reflexión para escuchar a Dios en tu corazón. Decíamos al principio lo bueno que era que un amigo nos invitara a un fin de semana a descansar en su casa de la playa o del campo. Hay un amigo que nos está invitando y no necesitamos muchas cosas para irlo a pasar con El.
Con razón rezábamos con el salmo ‘El Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas…’

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