miércoles, 25 de julio de 2018

Que con la intercesión del Apóstol Santiago, patrono de España, se mantenga íntegra la fe cristiana en nuestro pueblo


Que con la intercesión del Apóstol Santiago, patrono de España, se mantenga íntegra la fe cristiana en nuestro pueblo

Hechos 4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2; Sal 66; 2Corintios 4,7-15; Mateo, 20, 20-28

Celebrar la fiesta de un apóstol es para todo cristiano un motivo grande de alegría y una preafirmación de nuestra fe y nuestra fe con verdadero sentido eclesial. Fueron los elegidos del Señor a quienes confió la Iglesia y la misión de anunciar su evangelio, su buena nueva de salvación a todos los hombres. Si hasta nosotros ha llegado el anuncio de la Buena Nueva de Jesús fue por esa misión encomendada por Jesús a los apóstoles y que se ha ido continuando ininterrumpidamente a través de los siglos. Confesamos nuestra fe en Jesús y lo hacemos en la Iglesia, con la fe de la Iglesia, con la fe recibida de los apóstoles.
Pero celebrar la fiesta del Apóstol Santiago es para nosotros un motivo de doble alegría, de una alegría aun más honda. Somos los herederos beneficiarios de su predicación en nuestra tierra según hermosa tradición. Así se ha trasmitido a través de los siglos, y tenemos por una parte el Pilar de Zaragoza que sustenta la imagen de la Virgen como señal de su presencia y de la protección de María en los arduos trabajos del anuncio del evangelio por parte del apóstol, pero además tenemos su sepulcro en Compostela que ha mantenido encendida esa llama de la fe en nuestro pueblo, pero que además fue signo para los pueblos de Europa que hasta allí a través de los siglos han peregrinado.
Así lo consideramos nuestro patrono y protector y seguimos pidiendo para que por su intercesión se mantenga íntegra la fe cristiana en nuestro pueblo. Y si un día con su protección nos convertimos en signos evangelizadores no solo en medio de Europa sino también para las tierras del nuevo mundo que se abría a nuestra civilización, ahora no dejemos apagar esa llama de la fe, aunque no sean fáciles los momentos que vivimos donde necesitamos una nueva evangelización de nuestra tierra y nuestras gentes.
No nos vamos a detener ahora en hacer una reseña de cuanto el evangelio nos dice de la figura del hijo del Zebedeo, ni entretenernos en dar motivaciones que nos afirmen la certeza de las tradiciones que nos hablan de la presencia del apóstol en nuestra tierra hispana. Vamos a fijarnos brevemente en algún detalle de lo que nos habla el evangelio y que pueda ayudarnos no solo en el camino de nuestra fe personal sino también de nuestro compromiso con nuestra tierra, nuestro mundo y nuestra Iglesia.
‘¿Podéis beber el cáliz que yo de beber y bautizaron con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?’ Es la pregunta de Jesús a aquellos dos hermanos que llenos de fe, de ilusión, de entusiasmo acuden a Jesús valiéndose de su madre para obtener lugares especiales de honor en el Reino que anuncia Jesús.  Fue quizá el entusiasmo juvenil, igual que un día habían sido valientes y radicales para dejar la barca y las redes, lo que ahora les hace responder afirmativamente a la propuesta de Jesús. ¿Entenderían bien ellos el alcance de las palabras de Jesús?
Beber una copa con alguien no es algo baladí. Beber una copa con alguien entraña una amistad ya consolidada pero que además en cierto modo es promesa y deseo de seguir viviendo en aquella primigenia amistad y comunión. La copa que Jesús les ofrece compartir no es cualquier copa de fiesta, es la copa que Jesús ha de beber y como veremos mas tarde en Getsemaní tanto le cuesta tragar a Jesús. ‘Que pase de mi este cáliz’ pediría Jesús lleno de angustia y hasta terror que le haría sudar sangre en Getsemaní. Es la copa de la que Jesús les está hablando, es un bautismo de sangre el que Jesús les está anunciando.
Una referencia a la pasión y a la pascua. Y la Pascua entrañaba un sacrificio, el sacrificio del cordero pascual, como signo y anticipo de la pascua definitiva en que seria sacrificado el verdadero cordero pascual que es Cristo. Y eso tendrían que irlo aprendiendo. Ahora piden primeros puestos, lugares de honor, pero Jesús les dice que esos lugares pasan por el servicio, por hacerse servidores y esclavos de todos. Es la grandeza de Jesús y la grandeza que Jesús nos ofrece.
Al celebrar la fiesta del apóstol Santiago eso mismo se nos está preguntando a nosotros. ¿Podemos beber el cáliz del Señor, podemos beber de la copa de la Pascua junto a Jesús? y es aquí donde tenemos que ver hasta donde llega nuestro compromiso, hasta donde llega nuestra fe. 
Esa fe que tenemos que confesar en medio de nuestro mundo y donde hoy no es tan fácil. Los tiempos van cambiando, en el mundo en que vivimos no todos aceptan de la misma manera el hecho religioso, no todos entienden lo que es ser cristiano y tanto nos encontraremos gente que va en contra de todo lo que huela a religioso o a cristiano, o también dentro de nuestro propio grupo de los que nos llamamos cristianos lo entendemos de la misma manera y mucho se quedan en una tradición que hay que recordar pero que no implica para nada su vidas.
Se nos hace difícil muchas veces, se nos convierte en un camino cuesta arriba que nos es difícil recorrer; nos entran miedos y cobardías, nos sentimos sin palabras con las que hablar y el testimonio que damos con nuestras vidas no es siempre el apropiado, vamos remando a contracorriente de lo que hace la mayoría en nuestro mundo. Pero es una misión que se nos ha confiado, que Cristo ha puesto también en nuestras manos y que no podemos rehuir.
Aquí queremos pedir hoy la intercesión del apóstol Santiago que ha sido ese faro de luz y ese signo en medio de nuestro mundo a lo largo de los siglos. Y como el apóstol Santiago sintió la presencia de María, la Madre del Señor, en la ardua tarea de la predicación del evangelio en nuestra tierra – signo de ello es el Pilar de Zaragoza – así nosotros sintamos también la presencia amorosa de María en la tarea de la nueva evangelización en la que estamos empeñados.
Quiero concluir aquí como una oración con el texto del himno del Apóstol que estos días se canta con fervor en Compostela:
Santo Adalid, patrón de las Españas,
amigo del Señor:
defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.
Las armas victoriosas del cristiano
venimos a templar
en el sagrado y encendido fuego
de tu devoto altar.
Firme y segura como aquella columna
que te entregó la Madre de Jesús;
será en España la Santa fe cristiana,
bien celestial que nos legaste tú.
¡Gloria a Santiago,
patrón insigne!
Gratos tus hijos
hoy te bendicen.
A tus plantas postrados te ofrecemos
la prenda más cordial de nuestro amor.
Defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.

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