miércoles, 2 de mayo de 2018

El sarmiento tiene que estar bien unido a su cepa de la que pueda obtener la savia que le alimente y le puede hacer llegar a dar buenos frutos así nosotros unidos a Jesús


El sarmiento tiene que estar bien unido a su cepa de la que pueda obtener la savia que le alimente y le puede hacer llegar a dar buenos frutos así nosotros unidos a Jesús

Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Sal 121; Juan 15, 1-8

Nos lo repite Jesús en el evangelio, que lo que El quiere es que nosotros demos fruto y fruto abundante. No se entiende que no demos fruto. Y Jesús cuando pasa por el camino y se acerca a una frondosa higuera y ve que en ella no hay fruto la maldice. Pero al mismo tiempo veremos al dueño de la higuera que viene cada año a buscar fruto a su higuera y al no encontrarla querrá arrancarla porque de nada le sirve sino que es un estorbo en su terreno, pero el agricultor le dice que la cavará y la abonará un año más y tenga que paciencia que al año tendrá fruto.
Pero nos habla también en el evangelio del propietario que sale una y otra vez a las calles y plazas en busca de trabajadores para su viña, y a todos los envía allá para que ellos obtengan fruto y beneficio con su trabajo. Igualmente nos propone la parábola del que preparó muy bien viña, dotándola de lagar y buena casa para el guarda para arrendarla a unos labradores que le proporcionaran cada año el fruto y beneficio de aquella viña.
Todo nos está hablando del fruto que Dios pide de nuestra vida. Y pensamos en los dones y cualidades con los que nos ha dotado a cada uno que tenemos que hacer fructificar porque los talentos no son para enterrarlos sino para hacer que tengan su beneficio para nosotros y para cuantos nos rodean en ese mundo en el que vivimos.
¿Cómo podemos llegar a dar ese fruto? Bien sabemos que algunas veces la tierra parece que se nos hace infructuosa, o que nos pueden aparece plagas dañinas que nos hagan perder toda la cosecha que quizá con tanto esfuerzo antes habíamos trabajado, que nos pueden aparecer ventiscas y temporales que puedan poner en peligro nuestra producción, que las malas hierbas y los abrojos pueden mezclarse con nuestras buenas plantas que les mermen su fructuosidad, que muchas cosas al menor descuido pueden poner peligro el fruto de nuestros trabajos, y así muchas cosas más.
Hoy nos viene a decir Jesús que una sola cosa nos hace falta. El sarmiento tiene que estar bien unido a su cepa, de la que pueda obtener la savia que le alimente y le puede hacer llegar a dar buenos frutos. Creo que entendemos lo que nos quiere decir Jesús. ‘Sin mi no podéis hacer nada’. Un día Pedro había dicho ‘en tu nombre echaré la red’ y la red se llenó de peces hasta casi reventar donde parecía que allí no había peces.
‘El que permanece en mi y yo en El ese dará fruto abundante’, nos dice Jesús hoy. Claro que podemos dar fruto, que no los vamos a dar por nosotros mismos, sino desde la unión que mantengamos con Jesús. Es su gracia la que nos hace fecundos y hará fructificar de verdad nuestra vida.
Tenemos que abonar nuestra vida con la gracia del Señor, pero tenemos que cuidar debidamente la planta de nuestra vida para que no se desarrolle en ramas infructuosas. Hay que realizar la poda cada año para poder tener una planta robusta y fecunda. Cuantas cosas tendremos que podar en nuestra vida, porque tantas cosas maléficas se nos pueden meter en ella. No podemos dejar crecer esos abrojos a nuestro alrededor metiéndonos en terrenos de zarzales que en peligro pueden poner la integridad de nuestra vida.
Con las imágenes que nos ofrece esta alegoría con la que Jesús nos habla se nos está presentando todo un programa de ascesis, de superación, de purificación que necesitamos en nosotros. Muchos apegos nos pueden ir apareciendo a los que en principio quizá no damos importancia pero que se pueden convertir en plagas o malas hierbas que nos impidan el desarrollo de una vida santa. Como el agricultor que está siempre atento y vigilante a los cultivos que realiza para poder obtener una buena cosecha, así tenemos que estar atentos y vigilantes en el camino de nuestra vida cristiana.
Cada día le pedimos al Señor que no nos deje caer en la tentación y que nos libere del mal, porque nosotros queremos avanzar, crecer, madurar y no queremos que nada malogre nuestra vida. ‘Asi recibirá gloria nuestro Padre del cielo’, como nos dice Jesús.

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