viernes, 13 de abril de 2018

Comamos el pan del amor que Jesús nos ofrece, pero comámoslo con la alegría de saberlo compartir también con los demás



Comamos el pan del amor que Jesús nos ofrece, pero comámoslo con la alegría de saberlo compartir también con los demás

Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15

Con poco se puede hacer mucho pero en muchas ocasiones aunque tengamos mucho haremos bien poco. Ya sabemos que muchas veces comparte más el que tiene poco que el que tiene mucho. Hace falta la buena voluntad, el buen deseo, el desprendimiento y la generosidad que las aprecia más el que poco tiene. Ahí está la tentación de que nos parece que nos vamos a quedar sin nada, cuando precisamente tenemos mucho; el egoísmo nos hace encerrarnos en nosotros mismos y ser acaparadores porque nos parece que no vamos a tener para nuestras satisfacciones personales.
Qué bonita y hermosa es la generosidad del corazón que es capaz de desprenderse de lo poco que se tiene para compartirlo con los demás. Aquello que le decía el profeta Elías a la viuda de Sarepta como escuchamos en el Antiguo Testamento: ‘la orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’.
Es mucho lo que nos puede decir el evangelio de este día, pero este ha sido el primer pensamiento que me surge al escuchar las palabras de Jesús. Mucha gente lo seguía, dice el evangelista, porque habían visto sus signos. Ahora estaban allá en el descampado alimentándose de su Palabra. Y es Jesús el que les sugiere a los discípulos que hay que buscar pan para alimentar aquella gente que lleva muchos días con él y ya les escasean sus provisiones. ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?... Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo…’ Pero están en descampado, lejos de donde puedan conseguirse provisiones.
Y surge la generosidad de un muchacho que tiene unos pocos panes. ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?’ Pero con poco se puede conseguir mucho. Y la generosidad de uno hace que se multiplique aquello que necesitamos.
Es la pequeña semilla de la que ya en otra ocasión nos ha hablado Jesús. Dará fruto al ciento por uno cuando hay una buena tierra, cuando hay unos buenos corazones, se convertirá en arbusto capaz de acoger a cuantos a su sombra se refugien. Muchas veces hemos escuchado el relato y conocemos el milagro de Jesús. Muchas consideraciones nos podemos hacer.
Es cierto que este pasaje del evangelio viene a ser prefacio de los anuncios que luego Jesús hará en Cafarnaún. No es solo el pan que alimenta nuestros cuerpos el que nos quiere dar Jesús. Claro que necesitamos también el alimento de nuestro cuerpo. Pero Jesús nos quiere dar un pan de vida que es El mismo. Pero si queremos comer ese pan de vida es para vivir esa misma vida, para vivir en ese mismo amor, para que se despierte en nosotros esa generosidad de corazón, para que entonces nos sintamos comprometidos por un mundo mejor.
No podemos escuchar a Jesús, no podemos comer a Jesús y dejar que las cosas sigan de la misma manera. Estar con Jesús tiene que despertar en nosotros nuevos deseos, nuevas ansias, nuevos compromisos, nuevas inquietudes. Estar con Jesús significara siempre que tenemos que ponernos en camino, que no nos podemos quedar con los brazos cruzados, que nos podemos adormilar en lo que ya somos o tenemos. Estar con Jesús abre nuestros corazones, amplia nuestros horizontes, nos impulsa a ir de una forma nueva a los demás, nos hace tener una mirada distinta hacia los otros y hacia el mundo en el que vivimos.
Y no podemos decir que somos poquita cosa, que no valemos, o lo que tenemos es bien poco. No podemos enterrar nuestro talento, no podemos quedarnos para nosotros solos eso que tenemos, no nos podemos encerrar en el círculo de nuestro egoísmo. Comamos el pan del amor que Jesús nos ofrece, pero comámoslo con la alegría de saberlo compartir también con los demás.

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