jueves, 29 de marzo de 2018

Es la hora en que encontremos un sentido para la vida en la entrega de Jesús y aprendamos a ceñirnos la toalla para amar y entregarnos como Jesús



Es la hora en que encontremos un sentido para la vida en la entrega de Jesús y aprendamos a ceñirnos la toalla para amar y entregarnos como Jesús

Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios 11, 23-26; Juan 13, 1-15

‘Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo… Estaban cenando, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido…’
Es la hora. Había llegado su hora. Es la hora del amor, de la entrega, del dar la vida. Ahora todo son signos; mañana lo veremos en la más hermosa entrega, ‘los amó hasta el extremo’.
No son unos signos cualesquiera. Cada detalle tiene un profundo significado. Ya es hermoso que todo se realice en medio de una cena, una comida. Es fraternidad y comunión de los que se sientan a una misma mesa. Es memoria y es celebración porque era la cena pascual que recordaba el paso de Dios por su historia, por la historia del pueblo de Israel, por la historia de cada uno. Es celebración porque tiene el sabor del encuentro y de la despedida; es la última cena, así la llamamos siempre.
Pero es celebración porque es mucho más, aquella cena ha de prolongarse para siempre y cada vez que se celebre será celebrar su presencia y su vida, su amor y su entrega. Pero es celebración que es anuncio de futuro, tiene la trascendencia de la eternidad, de las bodas eternas, de la pascua eterna junto a Dios para siempre.
Y es importante este primer signo de la cena. Jesús se despojó de su manto pero se ciñó. El manto puede ser abrigo y adorno, pero cuando se va a realizar algo grande no necesitamos el manto, nos liberamos de él. Pero Jesús se ciñó, y en este caso una toalla. Se ciñe el que se dispone a salir, el que va a comenzar un trabajo, el que va a emprender algo grande. Por eso en otro momento nos dirá que estemos con la cintura ceñida como los servidores que esperan a que su señor llegue para servirle. Si están ceñidos es porque están despiertos, están vigilantes para el servicio y para la entrega.
Y Jesús se ciño porque iba a realizar algo inaudito. Inaudito era que quien era el señor se pusiera a servir. Lavar los pies a los invitados era tarea de otros, de los servidores. ‘Me llamáis el Maestro y el Señor y decís bien’, le dice Jesús. Pues si El que es el Maestro y el Señor se ha puesto de servidor a lavar los pies nos está diciendo lo que hemos de hacer.
Por eso ese gesto de Jesús significa mucho, significa su entrega. Era inaudito lo que iba a pasar, que Jesús fuera entregado a la muerte y una muerte de cruz. Pero es que no era que otros lo entregaran, era El mismo el que se estaba entregando y eso sí que era inaudito. Por eso es tan grande, tan importante este signo que realiza Jesús.
Se ciñó porque estaba dispuesto, preparado para la entrega. ‘Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo’, ya nos había dicho el evangelista como prólogo a este episodio. Todo lo que viene a continuación es una consecuencia. Juan no nos hablará de la Eucaristía en la cena pascual, como lo hacen los otros evangelistas, porque de alguna manera estaba ya incluido en este signo con el que Jesús comienza la cena. Será como una continuidad. Quien así se entregaba era para que nosotros tuviéramos vida. Cuando vamos a comer a Jesús en la Eucaristía estamos comiéndole en su entrega, porque así queremos entrar en comunión con El, con su amor para vivir en su mismo amor.
Más adelante en la cena nos dirá que nos deja un solo mandamiento. Nos dirá que tenemos que amar con un amor como el que El nos amó. Ese será nuestro distintivo. Pero el distintivo está en lo profundo; no es cuestión de palabras bonitas que nos digamos los unos a los otros; no es solo unos gestos esporádicos que hagamos en un momento de entusiasmo o de fervor. Tiene que ser el sentido de la vida, tiene que ser nuestro vivir. Y nuestro vivir es en la misma entrega de Jesús.
Tenemos que aprender a ceñirnos como Jesús para estar siempre dispuestos; siempre vigilantes para ir allí donde se necesita que pongamos amor. Y aunque hoy en nuestro mundo es quizá la palabra mas repetida, sin embargo bien sabemos que es el ansia mas profundo que sienten los hombres y mujeres a nuestro lado. Habrá muchas palabras de amor pero hay muchas ansias de amor, porque no siempre todos se sienten queridos, acompañados. Muchas soledades con hambre de amor podemos descubrir en nuestro entorno.
Vivimos en un mundo de muchas comunicaciones, pero también de muchas soledades. Buscamos y no sabemos como ni donde. Y entonces queremos satisfacernos con superficialidades, con muchas banalidades de la vida, con amores efímeros que no son el verdadero amor. Recorramos las redes sociales y si nos fijamos bien detrás de muchas cosas que se dicen o se comunican hay muchas soledades que no han encontrado un verdadero sentido para sus vidas. Y porque no hay una comunicación profunda los encuentros son efímeros, las amistades pronto se acaban, aparecen las huidas por miedo al compromiso, las soledades perviven, las angustias siguen ensombreciendo los corazones.
Nosotros los que creemos en Jesús y en este día del Jueves Santo le vemos ceñirse para darse y entregarse hemos de aprender de Jesús lo que es el amor verdadero y el amor que tenemos entonces que comunicar a los demás. Hoy queremos entrar en comunión con Cristo y por eso con tanta intensidad queremos vivir la Eucaristía para así llenarnos de ese amor que nos lleve a los demás, que nos lleve a hacer un mundo donde de verdad nos encontremos para ser más felices.
Comulgando a Cristo y entrando en comunión con El rompamos los círculos cerrados para ir a un encuentro verdadero con los demás. En Cristo tenemos el ejemplo, el estimulo y la fuerza para realizar esa reconstrucción del amor en nuestro mundo. Encontremos ese sentido en la entrega de Jesús y aprendamos a ceñirnos la toalla para amar y entregarnos como Jesús.



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