sábado, 29 de julio de 2017

Unas puertas siempre abiertas para acoger y recibir en la hospitalidad mas hermosa, pero para abrir nuestro corazón a Dios que siempre nos trae un mensaje de vida

Unas puertas siempre abiertas para acoger y recibir en la hospitalidad mas hermosa, pero para abrir nuestro corazón a Dios que siempre nos trae un mensaje de vida

1Juan 4,7-16; Sal 33; Juan 11,19-27
‘Si hubieras estado aquí…’ una queja que puede surgir espontánea quizá provocada por la misma amistad y confianza que se tiene. Es el reproche en principio de cariño, aunque algunas veces pueda destilar amargura a quien queríamos que estuviera con nosotros en aquellos momentos, pero no pudo estar, no llego a tiempo, tenia quizá otras cosas que consideraba mas importantes en las que ocuparse, o surgió un descuido, un olvido y a pesar de la buena voluntad en aquel momento no estaba.
¿Podían haber sido las cosas distintas? ¿Se habrían solucionado algunos problemas? ¿Necesitábamos quizá la presencia del amigo con la palabra oportuna, con el gesto y el detalle de la cercanía pero que no pudimos tener? Algunas veces quizá muy ocupados en nuestras cosas no sabemos estar en el momento propicio que tanto nos necesitaban. Vendrán las disculpas, la comprensión quizá del que se vio solo, o pudiera quedar por dentro un pozo de negrura y hasta quizás de desconfianza.
¿Era algo así el sentido de las palabras primero de Marta y luego de María de Betania? Le habían mandado aviso a Jesús, ‘Lázaro, tu amigo, al que amas, está enfermo’. Jesús estaba más allá del Jordán en aquellos días en que se había retirado un poco de la circulación porque ya comenzaban a tramar fuertemente contra El. Jesús recibió la noticia y se quedo unos días más. Cuando llego a Betania Lázaro llevaba cuatro días enterrado, luego hacia más tiempo que había muerto, porque mediaría también el tiempo del duelo y los funerales. Pero Jesús cuando les dijo a los discípulos que regresaba a Judea, aunque ya les anuncio su muerte, les había dicho también que prefería que fuera así para que se manifestara la gloria de Dios.
‘Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano’. Era un reproche, una queja, pero también una manifestación de fe y de confianza en Jesús que no se acababa. Ahí hemos escuchado en el evangelio ese diálogo que anuncia vida. ‘Tu hermano resucitará’, y Marta piensa en la resurrección del ultimo día. Pero sigue teniendo confianza en Jesús y el poder de su Palabra. ‘Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá’.
Es lo que tenemos que destacar de Marta, su fe y su confianza en el poder de Jesús. Terminará confesándolo con toda solemnidad tras las palabras consoladoras y al mismo tiempo la petición de Jesús. ‘Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo’.
Nos vale esto en nuestra reflexión cuando hoy estamos celebrando la fiesta de santa Marta. La mujer hacendosa y prudente, la mujer siempre dispuesta al servicio y responsable de sus obligaciones. No daba había para preparar todo cuando llegaba Jesús pero en todo quería servirle. Las puertas de aquel hogar de Betania siempre están abiertas. Es la mujer de la acogida generosa.
Pero es la mujer creyente, la mujer de una fe recia, la mujer fuerte por encima de las dificultades y los contratiempos de la vida. Ahí la contemplamos con toda entereza en medio del duelo, con lágrimas que se le derraman del alma, pero siempre prontos para acoger, para recibir, para abrir puertas; abre también las puertas de su alma, abre las puertas de la fe, abre su corazón a Dios y a su Palabra. Es la fortaleza de la fe y es la profundidad del amor.

viernes, 28 de julio de 2017

Tenemos esperanza, podemos caminar, alcanzar nuestros objetivos, llegar a nuestra meta aunque nos cueste muchos esfuerzos porque con nosotros esta la fuerza del Señor

Tenemos esperanza, podemos caminar, alcanzar nuestros objetivos, llegar a nuestra meta aunque nos cueste muchos esfuerzos porque con nosotros esta la fuerza del Señor

Éxodo 20,1-17; Sal 18; Mateo 13,18-23
Sin entrar en pesimismos sino viendo las cosas lo más realmente posible nos damos cuenta que la vida es bien compleja; no son cosas, por ejemplo, que se sucedan automáticamente como si fuera solo un destino ya marcado, sino que en el devenir de la vida y en el desarrollo de la vida misma vamos recibiendo influencias de un lado o de otro que obstaculizan nuestro quehacer, o que positivamente nos abren nuevos caminos o nos van ofreciendo otras oportunidades que dependerán de nuestra voluntad y empeño y de la interrelación que tenemos unos y otros.
Nos proponemos algo, parece que lo tenemos todo muy claro y planificado, pero van surgiendo circunstancias, influencias de las acciones de los otros, dificultades que no esperábamos que nos pueden poner muy difícil aquello que habíamos deseado y planificado; estará nuestro empreño en no dejarnos influir, por otro lado podemos descubrir nuevas facetas para el desarrollo de lo deseado y así se van entretejiendo muchas cosas. Será una construcción muchas veces difícil pero al final podremos ver el resultado de algo bellamente conseguido tras el esfuerzo por realizarlo.
Es la parábola del sembrador que nos ha propuesto Jesús y que venimos reflexionando en estos días y hoy Jesús nos da su explicación. La semilla era buena y sin embargo no toda logro germinar de la misma manera y hacer crecer una planta que diera generoso fruto. Muchas circunstancias rodearon aquella siembra. La dureza del suelo pisoteado del camino, los pajarillos que aprovecharon para alimentarse de aquellos granos que no lograron enterrarse en tierra, los abrojos y los zarzales entre los que creció aquella nueva planta que se vio ahogado entre tanta maleza, la sequedad de un terreno lleno de pedruscos y sin tierra donde hundir sus raíces, o aquella tierra buena y debidamente preparado que sin embargo no dio igual fruto en todas sus partes.
Así es como se ve zarandeado nuestro corazón en los avatares de la vida que nos hace tener distintas reacciones ante lo que nos va sucediendo aunque en principio puedan ser cosas buenas las que llegan a nosotros. Por muchas circunstancias de la vida nos endurecemos en muchas ocasiones y nos hacemos impenetrables para eso bueno que llega a nosotros y que enriquecería nuestra vida; viene luego nuestra debilidad, nuestras inconstancia, las cosas que nos distraen u otros apegos que podamos tener en nuestro corazón que nos hacen dudar, que nos impiden realizar las cosas con entera libertad; será quizá la frialdad espiritual en que vivimos una vida superficial no sabiendo bien donde hundimos nuestras raíces ni cuales son los verdaderos apoyos de nuestra vida.
Tenemos un hermoso proyecto ante nosotros, todo el proyecto de Dios para nuestra vida mirando la vida con ojos de creyente; tenemos que tener claro a donde vamos, cual es el objetivo final de nuestra vida, nuestra meta definitiva; hemos de caminar con fortaleza de animo arrancando de nosotros todas aquellas cosas que nos puedan distraer de nuestro camino o que pueden ser algo que nos debilite; hemos de saber hundir de verdad nuestras raíces en Dios porque El es el verdadero fundamente de nuestra existencia y su espíritu es nuestra verdadera fortaleza.
Tenemos esperanza, podemos caminar, podemos alcanzar nuestros objetivos, podemos llegar a nuestra meta aunque nos cueste muchos esfuerzos. El agricultor que ha trabajado con ahínco la tierra podrá al final recoger sus frutos. Así será nuestra vida si no perdemos el norte ni nos acobardamos por las dificultades.

jueves, 27 de julio de 2017

Dichosos nosotros, nos viene a decir Jesús, que tenemos la posibilidad de escuchar la Palabra de Dios y sentir por la fuerza del Espíritu la presencia del Señor en nuestra vida

Dichosos nosotros, nos viene a decir Jesús, que tenemos la posibilidad de escuchar la Palabra de Dios y sentir por la fuerza del Espíritu la presencia del Señor en nuestra vida

Éxodo 19,1-2.9-11.16-20b; Sal.: Dn 3,52.53.54.55.56; Mateo 13,10-17
‘¿Por qué les hablas en parábolas?’, le preguntan los discípulos a Jesús cuando llegan a casa y ellos mismos le piden que les explique las parábolas.
Cuantas veces nos cuesta entender las cosas más sencillas. Parece que buscamos cosas complicadas y las sencillas no las entendemos. Se nos embota la mente. Andamos despistados según sean nuestras preocupaciones en ese momento; cuando hay cosas que nos agobian parece que se nos cierra la mente para no llegar a ver lo más elemental.
Otras veces no queremos entender, nos hacemos oídos sordos porque no nos conviene, pasamos de largo como si miráramos para otro lado. O no entendemos porque ya nosotros nos hemos hecho nuestra idea, nuestra manera de ver las cosas que algo nuevo que se nos presente, aunque sea lo mas sencillo y lo más que nos convenga no lo queremos ver; parece que primero están nuestra ideas. Y nos hacemos un dialogo de sordos tantas veces en nuestra comunicación con los demás, porque estamos muy empeñados en llevar lo nuestro pero no escuchamos lo que el otro quiera decirnos. Así andamos por la vida.
Esto nos sucede en muchos aspectos de la vida, en nuestras relaciones sociales cuando queremos poner distancias con ciertas personas, o cuando no queremos comprometernos en algo que sabemos que deberíamos hacer; cuantas veces miramos para otro lado para no ver, cerramos los oídos para no oír ni escuchar, caminamos por la vida como si fuéramos sobre nubes para no ver la tierra que pisamos, la realidad con que nos topamos cada día.
A la pregunta que le hacen los discípulos a Jesús de por qué les habla en parábolas Jesús responde diciéndonos que muchas veces oímos sin entender y miramos sin ver porque tenemos embotado el corazón. Son tantas las cosas que nos pueden embotar el corazón. Recuerda lo anunciado por el profeta: Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure".
Son las posturas negativas que podemos tener ante la Palabra de Dios que se nos proclama; son las posturas que nos tomamos ante Jesús, a pesar que decimos que creemos en El. Es la desconfianza que mostramos ante aquellos que tienen la misión de trasmitirnos la Palabra de Dios; son los prejuicios que nos hacemos contra la Iglesia a la que pertenecemos pero que tanta veces escuchamos solo en lo que nos interesa.
Hoy Jesús les dice a los discípulos: ‘¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron’. Dichosos nosotros también nos viene a decir Jesús que tenemos la posibilidad de escuchar la Palabra de Dios y sentir por la fuerza del Espíritu la presencia del Señor en nuestra vida. Ojalá nos hagamos dignos de esa bienaventuranza porque así abramos nuestro corazón a la Palabra del Señor.

miércoles, 26 de julio de 2017

Acojamos con actitud generosa esa semilla en nuestra vida sabiendo que el Señor nos quiere a nosotros también sembradores de una buena semilla cada día

Acojamos con actitud generosa esa semilla en nuestra vida sabiendo que el Señor nos quiere a nosotros también sembradores de una buena semilla cada día

Éxodo 16, 1-5. 9-15; Sal 77; Mateo 13, 1-9
Se sentó Jesús junto al lago y al venir mucha gente a escucharle se subió a una barca y desde allí se puso a enseñarles mucho rato en parábolas. Podemos imaginarnos fácilmente la escena. Una mañana soleada como suele suceder junto al lago de Tiberíades. Las gentes que van y vienen de sus tareas pero que se encuentran con Jesús sentado junto al lago y en torno a El se arremolinan. Quieren escucharle. Sus palabras los cautivan; la noticia corre de boca en boca y todos acuden hasta Jesús. Se sienta en una barca, pues desde allí todos pueden verle y escucharle mejor. Y les hablo en parábolas.
Un recurso muy normal entre los orientales y muy apropiado para que lo entienda la gente sencilla. Las imágenes penetran hondamente en el alma ayudando a entender las palabras, el mensaje. Será un recurso repetido por Jesús. Lo importante es que la Palabra llegue a todos, la semilla caiga en toda tierra, esperando que dé fruto.
Es en si mismo el mensaje de la primera parábola que les ofrece. Un sembrador que sale a sembrar la semilla; a voleo va lanzándola por todas partes, lo que hará que no toda la semilla caiga en una tierra igualmente preparada. Será el propio camino, serán los abrojos de las orillas de los campos, serán terrenos pedregosos no apropiados para acoger debidamente esa semilla, serán buenas tierras dispuestas a que se puedan recoger buenos frutos.
Es la variedad de la vida de los hombres con sus distintas actitudes o con distinta apertura de su corazón para recibir algo nuevo en sus vidas. Es el reflejo también de nuestra propia vida, muchas veces parece que muy disponible, pero en ocasiones con ataduras que nos arrastran, pasiones que nos encierran, negatividades que nos hacen duros e inaccesibles, indiferentes a lo que pase a nuestro alrededor si no es para calmar nuestros caprichos.
Nos es fácil hace una lectura de la parábola simplemente fijándonos en los demás y en cuanto sucede a nuestro alrededor olvidando que cuando lo hacemos así no somos esa tierra fértil y fecunda porque estamos dejando meter en nosotros muchos matorrales que nos impiden acoger nosotros los primeros esa semilla de la Palabra. Por eso siempre hemos de acudir con actitud sincera, con deseos de abrir bien nuestro corazón, de quitar todas esas rémoras en nuestra vida que nos arrastran hacia abajo y no nos dejan caminar libres y generosos.
Acojamos con actitud generosa esa semilla en nuestra vida sabiendo que el Señor nos quiere a nosotros también sembradores de la Palabra de Dios en medio de nuestro mundo. Seamos capaces de sembrar una buena semilla cada día. Lo intento con estas reflexiones que os ofrezco cada día.
Hace nueve años tal día como hoy inicie la siembra con este blogpost https://la-semilla-de-cada-dia.blogspot.com.es/  y van ya 3341 semillas sembradas por este medio que llega a los más diversos rincones del mundo como se manifiesta en las estadísticas con una cifra cercana a las trescientas mil visitas. Lo expreso con humildad y dando gracias a Dios. Espero que Dios me ayude a seguir sembrando aunque sea con torpeza esa buena semilla por el mundo. Aquella primera semilla fue dedicada a los abuelos en este día de san Joaquin y Santa Ana https://la-semilla-de-cada-dia.blogspot.com.es/2008/07/abuelos-qu-importante-sois-para.html



martes, 25 de julio de 2017

Sabemos bien y con realismo lo que soñamos y por esa esperanza tenemos que luchar, dispuestos a la entrega y compromiso como el Apóstol Santiago

Sabemos bien y con realismo lo que soñamos y por esa esperanza tenemos que luchar, dispuestos a la entrega y compromiso como el Apóstol Santiago

Hch. 4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2; Sal 66; 2Cor. 4,7-15; Mt. 20, 20-28

‘¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?... no sabéis lo que pedís’. Es la respuesta a la petición que le han hecho los dos hermanos Zebedeos.
Pronto aparecen los sueños, las apetencias, las ambiciones que muchas veces se llevan ocultas en el corazón. Todos en algún momento nos ponemos a soñar; cómo nos gustaría que fueran las cosas, lo que desearíamos para un mañana de nuestra vida, lo que desearíamos de los demás. Sueños y aspiraciones nobles en principio cuando no las llenamos de ambición y las viciamos con deseos materialistas o excesivamente sensuales.
Soñar nos hace aspirar a un futuro que siempre queremos que sea mejor, nos hace buscar metas, tener algo por lo que luchar. No es malo soñar. Pero tengamos los pies en la tierra, veamos claramente el mundo que pisamos, lo que somos y, por así decirlo, de lo que estamos hechos. Pongamos verdadera nobleza en nuestros sueños y aspiraciones y seamos capaces de elevarnos por encima de metas caducas.
Sueñan los discípulos y se llena de ambición su corazón. Ayudaba a ello los deseos de una vida mejor, un mundo mejor frente a la situación que Vivian entonces. Ayudaba la esperanza de un Mesías Salvador que esperaban como buenos judíos, pero cuya imagen habían ido transformando excesivamente desde sus afanes demasiado humanos y terrenos. El Reino que Jesús anunciaba aun no terminaban de entenderlo más allá de un sentido material. Allí querían tener primeros puestos.
De ahí su petición, estar a su derecha y a su izquierda. Provocaría también la envidia y desconfianza del resto de los discípulos. Jesús se los aclarará con la pregunta que les está haciendo. ¿Sois capaces de vivir el mismo bautismo, la misma pasión, la misma entrega que yo voy a vivir? Aunque todavía no han llegado a entender hasta donde va a llegar la entrega de Jesús, su amor por El les hará decir que son capaces. Y beberán el cáliz, Santiago seria el primero de los apóstoles den dar la vida por el evangelio, y vivirán esa entrega, celebramos a quien llego hasta el final de la tierra conocida entonces para hacer ese anuncio del Evangelio.
Hoy nosotros estamos celebrando en España la fiesta del Apóstol Santiago, el Apóstol que primero vino a nuestras tierras hispanas a traernos la luz del evangelio, y cuya tumba según piadosa tradición conservamos en el Campo de las Estrellas, en Compostela. Para nosotros es un orgullo, una alegría honda, pero también un compromiso grande.
De él hemos de recoger ese testigo para seguir haciendo el mismo camino. También seguimos soñando y aspirando con el corazón lleno de esperanza. Soñamos, sí, que podemos hacer que nuestro mundo sea mejor y tenemos el instrumento en nuestras manos que es el evangelio de Jesús que tenemos que anunciar. Creemos que si nos impregnamos del espíritu del evangelio, llenamos nuestra vida de los valores que nos propone, vivimos la salvación que Jesús nos ofrece estamos construyendo ese mundo mejor.
Tenemos que colaborar con todos, porque todos juntos hemos de trabajar unidos por hacer ese mundo mejor pero nosotros lo hacemos desde nuestros valores, desde nuestros principios, desde nuestra fe. Es el aporte importante que nosotros podemos y tenemos que hacer y de lo que no hemos de escondernos.
La espiritualidad de la que impregnamos nuestra vida cuando queremos vivir según el sentido del evangelio, hace que elevemos siempre nuestras metas dándole verdadera profundidad a lo que queremos hacer. Y a eso no podemos rehusar. Y ahí tendrá que notarse en nuestra sociedad nuestra presencia de cristianos con nuestros valores. Ser creyente y cristiano no es para quedarse encerrado en la sacristía y convertir todo lo que es nuestra vida en lo que hagamos dentro de los muros de nuestros templos.
Nuestro ser cristiano tiene que manifestarse en todo lo que es nuestra vida social, nuestra relación con los demás, el compromiso que vivimos con nuestro mundo para contribuir entre todos a hacerlo mejor. No solo los demás tienen la palabra para hacer que nuestro mundo sea mejor. Nosotros también tenemos una palabra que decir, una acción que realizar, un compromiso que vivir. Sabemos bien y con realismo lo que soñamos y por esa esperanza tenemos que luchar. Dispuestos tenemos que estar para beber el cáliz de esa entrega y compromiso.

lunes, 24 de julio de 2017

No nos ceguemos para reconocer en verdad a Jesús como nuestra vida y salvación creando con nuestra autenticidad y con nuestro amor sincero un mundo nuevo y mejor

No nos ceguemos para reconocer en verdad a Jesús como nuestra vida y salvación creando con nuestra autenticidad y con nuestro amor sincero un mundo nuevo y mejor

Éxodo 14,5-18; Sal.: Ex 15,1-2.3-4.5-6; Mateo 12,38-42

Qué hermoso es ir por la vida con sinceridad y siendo auténticos. Las hipocresías y las falsedades oscurecen nuestro ser, no nos dejan ser lo que realmente somos sino que tratamos de parapetarnos tras apariencias vanas. Un día se caerán esos cortinajes de vanidad y mentira tras lo que tratamos de ocultarnos y entonces nos sentiremos peor porque nos sentiremos desnudos ante los demás con la mentira como corona de nuestra vida. Por eso, digo, es mucho más hermoso ir con sinceridad.
Desgraciadamente sabemos que esto no es siempre así. Muchos se parapetan tras esas vanidades y orgullos queriendo ocultar lo que realmente son o lo que sienten en su interior. Querrán ocultar quizás esa maldad que han dejado introducir en la vida y al final van a quedar peor. Es una tentación que todos podemos sufrir de una manera o de otra. Muchas veces en la vida no queremos manifestarnos como somos, bien porque queramos ponernos a unas alturas que no son las nuestras, bien porque queramos ocultar esas intenciones sesgadas que aparecen muchas veces en nuestro interior.
Y cuando vamos así por la vida sospechamos enseguida de los demás, vemos malas intenciones en lo que puedan hacer los otros, nos entra la desconfianza y así es difícil mantener una buena relación con los otros. Las desconfianzas rompen los lazos de afecto que puedan unirnos a los demás; con la confianza no sabremos colaborar en lo bueno que los otros hacen; aparece la envidia en nuestro corazón y la malquerencia. Nuestros ojos se vuelven turbios y opacos y no seremos capaces de ver lo más claro de la bondad que hay en los otros.
Es lo que le sucedía a muchos en torno a Jesús como contemplamos en el evangelio. Siempre estaban en la desconfianza, al acecho, viendo dobles intenciones, pidiendo una y otra vez pruebas y signos, sin llegar a ver el amor que Jesús nos mostraba, los signos maravillosos que hacia, la esperanza y la vida que podían encontrar en sus palabras y en sus gestos. No creían en Jesús. No se terminaba de despertar la fe en ellos porque su corazón estaba demasiado agriado, demasiado lleno de cosas turbias, sus ojos estaban cegados.
Una vez más le piden a Jesús un signo para creer en El. No les bastaban todos aquellos milagros que hacia, no les bastaba aquella palabra de vida eterna que Jesús les decía. Y Jesús les habla de las gentes de Nínive que creyeron en Jonás que fue un signo de salvación para ellos con lo que le sucedió en su vida y con su predicación; y les habla de la Sabiduría de Salomón reconocida en su tiempo hasta por la reina del Sur que vino para escucharle.
Ante ellos está quien con su vida, con su entrega hasta la muerte, con su resurrección va a ser ese verdadero signo de salvación para todos los hombres; ante ellos esta la Sabiduría eterna de Dios, la Palabra eterna de Dios que en Dios estaba y que de Dios vino a nosotros plantando su tienda entre nosotros para que quienes creyeran pudieran ser hijos de Dios.
Que nosotros no nos ceguemos para que podamos reconocer en verdad a Jesús como nuestra vida y salvación. Que reconozcamos a Jesús y escuchemos su Palabra para que llenándonos de vida comencemos a vivir esa vida nueva donde todos nos amamos, nos aceptamos, vamos con sinceridad caminando los unos junto a los otros, creando con nuestra autenticidad y con nuestro amor sincero un mundo nuevo y mejor.

domingo, 23 de julio de 2017

No todo tiene que corromperse en la humanidad por mucho mal que haya a nuestro lado o en nosotros mismos sino que tenemos la esperanza de crear un mundo nuevo contagiándolo de amor

No todo tiene que corromperse en la humanidad por mucho mal que haya a nuestro lado o en nosotros mismos sino que tenemos la esperanza de crear un mundo nuevo contagiándolo de amor

Sabiduría 12, 13. 16-19; Sal 85; Romanos 8, 26-27; Mateo 13, 24-30

Eso lo arreglo yo; si me dejaran a mí… hemos escuchado más de una vez, o hasta quizá lo hemos pensado. Una situación injusta, una maldad de unas personas que hacen daño, problemas que vemos en nuestra sociedad de corrupción, desordenes, gente que no hace nada frente a todas esas situaciones cuando quizá por su autoridad o por el lugar social que ocupan tendrían que hacer algo por resolver esas cosas, pero como sabemos siempre hay por detrás intereses ocultos… pero a todas estas siempre hay uno que se cree Mesías salvador que lo resolvería todo quizá con unas actuaciones llenas de violencia quitando de en medio a quienes están haciendo ese daño en nuestra sociedad.
¿Podremos resolver de verdad los problemas de esa manera quizá desde unas actitudes y posturas autoritarias y violentas? ¿No caeríamos esa espiral de violencia y hasta de injusticia cuando nos dejamos arrastrar por esas actitudes? ¿No estaríamos dejándonos envolver por esa misma maldad que pretendemos erradicar llenando nuestro corazón de iras y de odios que no harían sino provocar mas odio y más violencia, mas injusticia y más maldad? ¿Nos cruzamos de brazos, entonces?
¡Qué dichosos seriamos si todos fuéramos buenos! ¡Qué mundo de felicidad crearíamos si en verdad nos dejáramos envolver por el bien y por el amor para engendrar bondad en nuestro mundo haciendo surgir una nueva humanidad! Alguno podría pensar que eso son utopías, porque somos conscientes de la maldad que hay en nuestro mundo. Es cierto que la manzana podrida puede echar a perder todo el cesto, pero sí tiene que haber esperanza en nuestro corazón de que no somos cosas ni solamente unos frutos materiales que se contaminan, sino que somos personas que podemos contagiar de nuestra bondad a cuantos nos rodean.
La semilla sembrada en el campo es buena, como nos dice la parábola que hoy escuchamos en el evangelio. El Dios que nos ha creado y dado la vida hizo que cuanto saliera de su mano fuera bueno – como nos dice la Biblia en aquellas primeras paginas del Génesis ‘y vio Dios que todo era bueno’ – pero nos ha dado el don maravilloso de la libertad cuando nos ha creado con toda dignidad – ‘a su imagen y semejanza’ que dice la Biblia – y es desde esa libertad donde el hombre elige y será donde pueda entrar la confusión del mal cuando nos queremos hacer dioses enmendándole la plana a Dios para hacer las cosas solo desde nuestros intereses egoístas y dejando meter el orgullo y la vanidad en el corazón. Es la cizaña, la mala semilla que se va sembrando en nuestro corazón y en nuestro mundo.
¿Qué nos quiere decir, entonces, esta parábola de la buena semilla pero también de la cizaña sembrada ocultamente en el mismo campo? Es un retrato de nuestro mundo, de nuestra propia vida. Fácilmente nos quedamos a la honra de reflexionar sobre la parábola en constatar esa mala semilla que vemos en nuestro mundo, cuando vemos tantas injusticias y tantas maldades. Como decíamos al principio querríamos arrancar de raíz tanto mal.
Pero creo que también hemos de leer la parábola mirando nuestra propia vida. ¿Somos todo buena semilla en nuestra vida? ¿Son todos frutos buenos lo que hacemos y sale de nuestras manos o de nuestro corazón? Semilla buena somos porque Dios nos ha creado buenos, pero bien sabemos como también el mal se mete dentro de nuestro corazón y mirándonos con sinceridad vemos tantos momentos de orgullo o de egoísmo, de insolidaridad o de vanidad que van apareciendo en nuestra vida.
No siempre nuestra respuesta es buena; tantas veces de una manera u otra dejamos meter el pecado en nuestro corazón. Pero ahí está la paciencia de Dios que nos espera, que nos riega una y otra vez con su gracia, que va haciéndonos continuamente llamadas para que convirtamos nuestra vida, para que transformemos todo eso negativo que hay en nosotros en frutos de bondad y de verdad. No nos arranca de raíz de la vida cuando hacemos el mal, como desearíamos algunas veces para los demás, sino que la misericordia de Dios es inmensa y espera siempre una respuesta positiva de amor por nuestra parte.
Dijimos antes que no todo tiene que corromperse en la vida de los hombres por mucho que sea el mal que haya a nuestro lado o en nosotros mismos. Hablábamos de la esperanza de que el bien nos contagie, el bien vaya contagiando a cuantos nos rodean para ir sembrando esas buenas semillas que vayan creando esa nueva humanidad. Es la tarea que desde nuestra fe en Jesús tenemos que realizar, ha de ser el compromiso de nuestra vida para entre todos hacer un mundo mejor. Es el envió que Jesús nos hace para que vayamos a nuestro mundo con el mensaje del Reino de Dios.