sábado, 4 de marzo de 2017

Dejemos que la luz de Jesús ilumine nuestras oscuridades nos ayude a descubrir las miserias acumuladas en nuestros rincones y alcancemos la purificación de la salvación

Dejemos que la luz de Jesús ilumine nuestras oscuridades nos ayude a descubrir las miserias acumuladas en nuestros rincones y alcancemos la purificación de la salvación

Isaías 58,9b-14; Sal 85; Lucas 5,27-32
¡Que difícil les es a los que están encerrados en las tinieblas de la oscuridad saber y saborear lo que es la luz! Quien se encerró en la noche en una habitación a oscuras con todas las puertas, ventanas y cortinas bien cerradas aunque fuera resplandezcan con ardor los rayos del sol en la mañana no sabrá lo que es la luz del sol de un nuevo día. Le diríamos, corre las cortinas, abre las ventanas, deja que entre la luz y podrás saborear el calor del sol.
Hay quienes se encierran en su oscuridad y no quieren saber lo que es la luz verdadera. Se obcecan intransigentes en sus posturas ateas o de pecado y no quieren dejar que entre la luz de Cristo a sus vidas. Quizás puedan darse cuenta de cuantas están felices a su alrededor porque se han encontrado con esa Luz que da sentido a sus vidas y envidiosos quizás sin querer reconocerlo critican, minusvaloran, quieren apagar esos rayos de luz en los otros queriéndoles quizás arrancarles su fe y la alegría de sus vidas. No pueden saborear lo que es el gozo de la fe porque se han encerrado tanto en si mismos que parece que son incapaces de caminar en búsqueda de la luz.
Sin embargo Cristo siempre viene a nuestro encuentro, nos ofrece su luz, quiere que caminemos con El, llena de alegría nuestras vidas, nos pone en nuevos caminos para que a pesar de las dificultades no cejemos en nuestro empeño de llevar la luz a los demás, también a los que no la quieren aceptar.
Allí junto a su paso hay un hombre detrás de su mostrador de cobrador de impuestos con toda la carga de su mala fama y quizás hasta de su pecado. Pero Jesús quiere contar con El, le invita a seguirle, a formar parte de su grupo más cercano de los discípulos. Y Leví fue capaz de abrir la ventana de su vida para que entrara la luz, descorrió las cortinas para que toda tiniebla fuera disipada, su vida se lleno de una nueva alegría.
Leví se levanto al punto e incluso ofreció un banquete a Jesús y sus discípulos – aquellos de cuyo grupo el ya iba a comenzar a formar parte – pero también con el estaban los que hasta entonces habían sido sus amigos y compañeros. En medio esta  Jesús con su luz para todos, también para los enfermos y los que hasta entonces andaban en oscuridades.
Pero enfrente hay otros que no quieren saber nada de la luz, guerrean contra ella. ¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?’ Siempre poniendo dificultades a la luz, queriendo taparla con las cortinas de sus ritualidades farisaicas. Pero Jesús es el medico que viene a sanarnos. Para todos ofrece su salud, su salvación y aquellos que la quieran aceptar la encontraran. Los enfermos que acudan al medico podrán encontrar la salud. Y Cristo nos esta siempre esperando.
Es la invitación que nos esta haciendo en este camino de cuaresma que estamos haciendo. ¿Queremos permanecer en la oscuridad de las tinieblas o abriremos las puertas y ventanas de nuestra vida para que entre la luz? Con la luz quizás nos demos cuenta de muchas miserias que hay acumuladas en rincones de nuestra vida. Dejémonos iluminar para que podamos limpiar, para que podamos llenar nuestra vida de los más hermosos tesoros del amor.

viernes, 3 de marzo de 2017

Cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los pobres sin techo – ¿emigrantes y refugiados? – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora

Cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los  pobres sin techo – ¿emigrantes y refugiados? – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora

Is. 58, 1-9; Sal. 50; Mt. 9, 14-15
Una de las practicas cuaresmales que nos ofrece y propone la Iglesia en este camino de renovación que nos prepara a la pascua es la penitencia incluyendo en ella el ayuno y la abstinencia. Aunque realmente están muy minimizados los tiempos de abstinencia que se reducen a los viernes de cuaresma y al ayuno en el miércoles de ceniza y el viernes santo, sin embargo son practicas que la mayoría de cristianos olvidan y que además parece como que han perdido su sentido.
¿Qué significa la abstinencia y el ayuno? ¿Simplemente abstenerse de un determinado tipo de alimentos como pueda ser la carne o reducir la ingesta parcial de alimentos en unos días determinados? Si nos quedáramos en eso pobre seria su sentido, porque sustituir unos alimentos por otros no significa mayor sacrificio, o reducir la cantidad de alimentos ya lo hacemos cuando queremos perder peso corporal. Algo mas y con un sentido mas profundo tendría que ser ese ayuno y abstinencia para que en verdad lo podamos ofrecer como un acto penitencial.
Ya la Palabra que nos ofrece la liturgia en este viernes de la semana de ceniza nos ayuda y da sentido y seria bueno que la leyéramos con atención. Siempre al comienzo de la semilla de cada día os ofrezco las citas bíblicas correspondientes porque es ahí en la Palabra más que en mi pobre reflexión donde encontramos esa Semilla que hemos de sembrar cada día en nuestra vida.
Yo quisiera ir con la liturgia en un texto precioso que se nos ofrece en uno de los prefacios de cuaresma. Damos gracias a Dios ‘porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados imitando así tu generosidad’.
Tres grandes lecciones que aprendemos en esa austeridad penitencial de la cuaresma. Primero es un reconocimiento del don de Dios en nuestra vida; cuanto tenemos y somos viene de la mano de Dios. Ya es un espíritu de humildad que se convierte en cántico de acción de gracias. Como María, que se siente la pequeña, la humilde esclava del Señor pero da gracias a Dios que ha puesto sus ojos en su pequeñez para hacerla grande. No somos merecedores de tanto amor que el Señor nos tiene; hemos de saber reconocerlo y dar gracias.
Un segundo aspecto es aprender a dominar nuestra suficiencia. Tenemos que bajarnos de nuestros pedestales, a los que fácilmente nos subimos. Tenemos es cierto nuestros valores que reconocemos como un don de Dios en nuestra vida, pero eso no nos ha de llegar de orgullo, creernos autosuficientes, hacernos dioses de nuestra vida y querer ser dioses de los demás. Y ese autodominio que hacemos cuando voluntariamente nos privamos de algo que nos gusta y entonces nos cuesta, nos enseña a cómo tenemos que ir por la vida. Son tantas las cosas en las que tenemos que utilizar ese autodominio, para que no nos esclavicen las pasiones, para que las cosas no nos dominen y se conviertan en dioses de nuestra vida. Si aprendemos a tener ese control en esas cosas pequeñas luego sabremos hacerlo también en las cosas grandes; un hermoso entrenamiento.
Y finalmente, el tercer aspecto que nos hace abrirnos a los demás. Interesados seríamos si viéramos esas privaciones como si se tratara de un medio para un ahorro personal que aumentara nuestra bolsa. Y ya tendríamos que decir además que no solo nos tendríamos que sentir obligados a compartir con el necesitado eso que hemos ahorrado en nuestra austeridad, sino que nos está enseñando como aquello que tenemos y que consideramos nuestro, porque es el fruto de nuestro trabajo, no lo podemos considerar solo como un beneficio personal sino que nuestro amor nos impulsa al compartir con quien pasa necesidad.
Bueno sería, por otra parte, que repasáramos de nuevo el texto del profeta que nos está señalando el ayuno que de verdad quiere al Señor cuando somos capaces de abrir nuestro corazón a los demás para tener unas actitudes nuevas de amor y de generosidad con quienes nos rodean. Cuando compartimos, cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los  pobres sin techo – pensemos en tantos emigrantes y refugiados de todo tipo que nos llegan a nuestras puertas – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora… proclamarás en verdad la gloria del Señor.


jueves, 2 de marzo de 2017

Cuaresma es un camino de ascensión que nos hace crecer en nuestra entrega, madurar en el amor y profundizar en la espiritualidad de la cruz

Cuaresma es un camino de ascensión que nos hace crecer en nuestra entrega, madurar en el amor y profundizar en la espiritualidad de la cruz

Deuteronomio 30,15-20; Sal 1; Lucas 9,22-25
Cuando las cosas parece que nos marchan bien, todo nos va saliendo a pedir de boca, nos sentimos contentos y felices con lo que vamos consiguiendo y viene alguien y nos dice que nos preparemos porque pronto nos vendrán tiempos malos, de fracasos, de problemas, de contratiempos, poco menos que lo llamamos pájaro de mal agüero y nos sentiremos contrariados con esas anuncios que nos echan encima un jarro de agua fría. Son cosas que no nos pueden suceder, pensamos.
Algo así les pasaba a los discípulos con los anuncios que Jesús hacia de su pasión. No lo podían entender. La gente quería a Jesús, iban tras El para escucharle, le recibían por todas partes, curaba sus enfermos, sus palabras les llenaban de esperanza, escuchándole surgían tantas cosas buenas en sus corazones, a Jesús no le podía pasar nada. Nos lo dicen continuamente los evangelistas expresándonos la reacción de los discípulos cercanos ante las palabras de Jesús. Sabían, es cierto, que había algunos que le hacían la guerra, que siempre estaban a la contra, que venían con preguntas capciosas, pero pensaban que todo eso se quedaría ahí y no llegarían a nada más.
Es el anuncio que hoy escuchamos a Jesús en el Evangelio.El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. Es el anuncio que escuchamos también nosotros cuando estamos iniciando este camino de la Cuaresma que sabemos muy bien que nos lleva a la Pascua. Si a los discípulos les costaba entender las palabras de Jesús, nosotros con la perspectiva de los años y con el conocimiento que tenemos ya de lo sucedido quizás podamos tener una reacción peor. No es ya que no nos lo creamos sino que lo escuchamos rutinariamente y ya no produce impacto en nosotros. Nos hemos acostumbrado quizás. Es un peligro y una tentación.
Por eso tenemos que escuchar lo que Jesús dice a continuación que también impactaría a los que le escuchaban entonces pero, repito, nosotros nos hayamos acostumbrado. Pero no lo podemos escuchar insensibles, tenemos que despertar, darnos cuenta de la exigencia que nos plantea. ‘El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?
Decimos que tenemos fe en Jesús y somos sus discípulos, pues vamos a ver como en verdad vamos a seguirle. Nos está hablando de negación a nosotros mismos y nos esta hablando de cruz; nos está hablando de entrega hasta ser capaces de perder la vida y nos está diciendo que se está poniendo en juego nuestra propia salvación. Las palabras son serias. No nos las podemos tomar a la ligera. No podemos andar con superficialidades.
No podemos decir que somos seguidores de Jesús de cualquier manera. Comportará un estilo de vida distinto, un nuevo sentido de vida. No es simplemente dejando ir pasando los días siendo buenos más o menos. Se trata de vivir el mismo sentido de Jesús que es el sentido del amor que se hace entrega hasta el final. Y quien se entrega desinteresadamente va corriendo el riesgo de perderlo todo para si en esa entrega. Quien se entrega desde ese planteamiento del amor no se reserva nada para sí. Quien se entrega desde el más profundo amor no teme abrazar la cruz porque sabe que es el signo grande del amor.
¿Cómo se tiene que traducir eso en nuestra vida de cada día, en mi vida en concreto? Es la pregunta que tenemos que hacernos en la presencia del Señor. Es la primera pregunta que ya nos vamos haciendo cuando iniciamos este camino de cuaresma. Es la primero predisposición que tiene que haber en nuestro corazón para escuchar a Dios y aceptar lo que nos va pidiendo. Es el camino de ascensión que estamos emprendiendo en esta cuaresma que nos hará crecer espiritualmente, que nos hará crecer en el amor.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Comienza la Cuaresma, tiempo favorable que nos ayuda y prepara para vivir la Pascua del Señor

Comienza la Cuaresma, tiempo favorable que nos ayuda y prepara para vivir la Pascua del Señor

Joel 2, 12-18 Sal 50 2Corintios 5, 20–6, 2 Mateo 6,1-6.16-18
‘Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas’.
Es el primer grito, la primera llamada de atención que hoy escuchamos con el profeta. Es el miércoles de ceniza y comienza la cuaresma. Es ‘tiempo favorable… tiempo de salvación’ que nos dice san Pablo invitándonos a ‘no echar en saco roto’ la gracia salvadora del Señor que llega a nosotros.
Como bien sabemos hoy con el rito penitencial de la ceniza – de ahí el nombre que le damos a este miércoles – y el espíritu de austeridad que envuelve todo nuestro día en el ayuno y la abstinencia iniciamos el camino que nos lleva hasta el tiempo pascual, que nos lleva a celebrar la Pascua.
Es cierto que la Pascua del Señor esta siempre presente en nuestra vida desde nuestro bautismo que fue la incorporación al misterio pascual de Cristo; pascua celebramos cada vez que lo hacemos en cada uno de los sacramentos; pascua tiene que ser ese espíritu de renovación, de conversión que hemos de vivir cada día de nuestra vida, porque tenemos que saber ir muriendo a nosotros para renacer en la vida en Cristo.
Pero en el ritmo de nuestra vida cristiana litúrgicamente vamos a celebrar con especial solemnidad – yo diría con especial intensidad – el misterio pascual de Cristo en aquellos días en que conmemoramos su pasión, muerte y resurrección, el llamado triduo pascual. Pero para que lleguemos a esa intensidad nos preparamos en este camino que se llama la cuaresma.
Un camino que no hacemos solo sino en Iglesia, con la iglesia, sintiéndonos hermanos que caminamos juntos con ese sentido eclesial, con lo que la Iglesia nos ofrece para lograr esa renovación, conversión de nuestra vida. por eso es un tiempo de especial riqueza en la Palabra que se  nos proclama que es como una gran catequesis que día a día vamos a ir recibiendo para que renovemos nuestro bautismo, para que lleguemos a vivir con toda intensidad nuestra condición de bautizados. Es escucha y es oración, es reflexión, meditación, revisión de vida, de actitudes, de comportamientos.
Al mismo tiempo se nos ofrecen otros medios como es la invitación al compartir y es la invitación a la austeridad, prescindiendo de cosas, de alimentos, que nos ayude a descubrir los que han de ser los verdaderos valores, las cosas importantes por las que hemos de esforzarnos para conseguirlas.
No es simplemente que dejemos de comer carne en unos días determinados o mermemos la cantidad de alimentos que comamos en alguna ocasión. Es algo más. Si nos quedáramos en eso podría ser un puro formalismo, y tendría que se algo mas profundo que implicara mas nuestra vida.
¿De que nos valen nuestros ayunos y penitencias si lo hacemos en medio de riñas y reyertas? Quizás nos cueste mas dominar nuestro carácter y aprender a ser más amable con todos que simplemente dejar de comer un bocadillo de jamón en un día determinado. En esa revisión de nuestra vida donde nos damos cuenta donde están esas piedras en las que tropezamos todos los días por nuestro orgullo o por nuestro amor propio, por nuestra insolidaridad o por nuestras rencillas o rencores, porque nos cuesta perdonar y aceptar a las personas, seria por ahí por donde tendríamos que conducir nuestro campo de batalla, nuestras verdaderas abstinencias y ayunos.
Ayuna de tu mal genio, ayuna de tus desconfianzas, ayuna de esos sentimientos que te envenenan por dentro con resentimientos y envidias, ayuna de esa palabra con la que haces un juicio de los demás, ayuna de la murmuración y la critica que tan fácilmente nos aparece en nuestras apreciaciones de los demás; ayuna de tu vanidad, de la pereza y la dejación que haces de tus responsabilidades; ayuna de pensar tanto en ti mismo y comienza a pensar mas en los demás para abrir los ojos y ver el sufrimientos de tantos a tu alrededor.
Será un autentico camino de renovación de tu vida, un camino donde aprenderás a vivir de verdad la pascua, porque estarás muriendo a muchas cosas, muriendo a ti mismo para renacer en una vida nueva. Que sea el camino que nos lleve a vivir intensamente la Pascua del Señor. 

martes, 28 de febrero de 2017

Descubramos el sentido de trascendencia que hemos de darle a nuestra vida elevando nuestro espíritu por encima de la materialidad de lo que nos rodea y buscando los verdaderos valores

Descubramos el sentido de trascendencia que hemos de darle a nuestra vida elevando nuestro espíritu por encima de la materialidad de lo que nos rodea y buscando los verdaderos valores

Eclesiástico, 35, 1-15; Sal. 49; Marcos, 10,28-31
¿Y yo que voy a ganar? ¿De que me vale eso a mí? ¿Qué provecho tengo? Preguntas así nos hacemos en ocasiones cuando quizás tenemos que hacer algo de forma altruista donde posiblemente no veamos ningún beneficio material para nosotros. Vivimos en un mundo donde todo se paga, lo gratuito algunas veces parece extraño, nos cuenta en momentos entender a gente que sea capaz de olvidarse de si misma para simplemente buscar el bien de los demás.
Hasta en aquellos lugares de función publica donde quienes optan a un cargo se supone que lo hacen porque quieren hacer algo por la sociedad, bien sabemos como muchas veces anda por debajo – o descaradamente quizás – la corrupción, el obtener beneficios, el tener ganancias que engorden nuestros bolsillos.
Doy para que me des, parece ser el lema, o que me das si yo hago esto por ti. En todos no es así, lo sabemos, pero somos conscientes de que ese estilo impera demasiado en nuestra sociedad y hasta tenemos el peligro de verlo tan normal que nosotros podamos caer en esas redes.
No nos extrañe, pues, la pregunta que Pedro le hace a Jesús. Ha venido diciendo Jesús anteriormente que tengamos cuidado para que no nos esclavicemos del dinero o de las riquezas sino que otro tiene que ser el sentido, pero son cosas que son difíciles de entender.
Por allí había aparecido aquel joven con buena voluntad y que buscaba como hacer algo mas por su vida, pero cuando Jesús le habla de desprendimiento y de generosidad para buscar tesoros que no los roa la polilla o los ladrones se los roben, dar marcha atrás porque era rico y lo que Jesús le pedía parecía que podía superar sus propias fuerzas. No había llegado a entender tampoco quien es el que da fuerza y motiva una entrega como la que le pedía Jesús.
Ahora Pedro le recuerda a Jesús que un día habían dejado redes y barca por seguirle, ¿Qué les tocaba a ellos? Mas trabajos quizás, otras entregas y otras gentes a las que servir, el sentirse miembros de una nueva comunidad donde se mulplicarian los familiares porque ahora todos se tenían que sentir como hermanos… cien veces mas les dice Jesús. Pero no es eso lo importante que ellos van a obtener; ‘y en la edad futura, la vida eterna’, les dice Jesús.
Su vida ha de llenarse de trascendencia. No será lo importante lo que ahora aquí obtengamos. Nuestras obras, nuestra vida se trasciende más allá de esta vida terrena y de lo que aquí podamos obtener. Y Jesús habla de vida eterna, que es hablarnos de plenitud, de felicidad total, de realización plena de nuestra vida que se va a ver llena de Dios.
Nos puede resultar costosa muchas veces esa entrega porque nos obligara a olvidarnos de nosotros mismos, pero la satisfacción que podamos sentir en el corazón por ese bien que hacemos, por esa sonrisa que vemos aflorar en los labios de quien tiene su vida llena de sufrimiento o marcada por el dolor cuando infundimos esperanza con nuestra presencia, con nuestra ayuda, con nuestro amor, es algo que no tiene medida. Es irnos adelantando el cielo en la tierra aunque estemos rodeados del infierno de muchos sufrimientos, porque en el bien que hacemos nos sentiremos mas llenos de Dios.
Tenemos que descubrir muy bien ese sentido de trascendencia que hemos de darle a nuestra vida, a nuestros actos. Tenemos que elevar nuestro espíritu por encima de esa materialidad de las cosas que nos rodean, tenemos que descubrir esos verdaderos valores que nos van a llenar de mayor plenitud, por los que merece la pena luchar, que nos van a dar las mejores alegrías, que haciendo felices a los demás nos harán a nosotros mas felices.

lunes, 27 de febrero de 2017

Es necesario salirnos del círculo en que nos encerramos con nuestras “cosas” para ir de verdad al encuentro con los demás

Es necesario salirnos del círculo en que nos encerramos con nuestras “cosas” para ir de verdad al encuentro con los demás

Eclesiástico, 17, 20-28; Sal. 31; Mc. 10, 17-27
Yo soy bueno, decimos tantas veces; y hasta nos lo creemos. Bueno, ¿Qué mal hacemos?, nos preguntamos; yo no hago daño a nadie, no me gusta hablar mal de los demás, no molesto a nadie y a nadie quiero deber nada; bueno, si hacen algo malo, allá ellos, y pretendemos desentendernos. Somos buenos, cumplimos, no hago grandes cosas en la vida, pero no me meto con nadie.
¿Será eso suficiente? ¿Nos podemos quedar tranquilos así porque pensamos que ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer? Seguramente en el fondo nos damos cuenta de que quizás si tendríamos que hacer mas aunque no sepamos como ni que. Pudiera sucedernos incluso que nos sintamos vacíos, nos demos cuenta que somos meros cumplidores. Nos preguntamos y no sabemos responder, o no nos atrevemos a respondernos. Sabemos que tendríamos que dar un paso hacia delante pero no sabemos como ni atisbamos bien que dirección tomar.
El evangelio de hoy puede ayudarnos. Bueno, si con sinceridad y con un corazón abierto nos acercamos al evangelio siempre vamos a encontrar esa ayuda, esa luz que necesitamos y muchos caminos se pueden ir abriendo delante de nosotros. Lo difícil quizás será decidirnos a tomar ese camino.
Un hombre bueno se acerca a Jesús, un joven. Es bueno, cumple los mandamientos porque así se lo enseñaron desde niño. Quiere algo más. ‘Maestro, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?’ Y Jesús le habla de los mandamientos, que el ha cumplido desde siempre. Y es cuando Jesús propone algo más. ‘Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego sígueme’.
Se abría un hermoso camino delante de sus ojos. Seguir a Jesús, ser su discípulo. Quizás hoy podríamos recordarlo como uno de aquellos del grupo de los Doce. Pero con tristeza quizás es como lo recordamos. Como fue la mirada de Jesús cuando el joven se dio la vuelta y se marcho pesaroso porque era muy rico. Aquel desprendimiento le caía grande para su posibilidad de generosidad sin limites; muchos apegos habría en su corazón. De gente así no es el Reino de Dios.
Una cosa nos falta nos esta diciendo Jesús también a nosotros que nos decimos que somos buenos. Cada uno ha de rebuscar allá en lo hondo de su corazón en que se traducen estas palabras de Jesús. Aquel joven era rico, nosotros no seremos ricos por la cantidad de riquezas que podamos poseer, pero seguramente hemos llenado nuestro corazón, nuestra vida de cosas. Esas cosas que consideramos imprescindibles y sin las cuales nos parece que no seriamos nadie pero que a la larga tampoco nos hacen tan felices.
Nos parece imposible desprendernos, vaciarnos de nosotros mismos, de nuestros orgullos o de nuestras apetencias; nos parece que ya no seriamos nada sin esos aparatitos que van llenando nuestra vida, y que son buenos no lo vamos a negar, pero que el uso que hacemos de ellos nos convierte en sus esclavos. ¿Qué somos hoy sin el teléfono de ultima generación, la tablet, o no se cuantas otras cosas de ese tipo? ¿Qué somos si no tenemos Internet y no estamos apuntados a no se cuantas redes sociales? ¿Qué somos si no vestimos la ropa de la última moda que salga? ¿Qué somos si no tenemos no se cuantas comodidades en casa?
quizás luego no sabemos detenernos a hablar con el vecino que vive al lado de nuestra casa, pasamos por la calle entretenidos en nuestras conversaciones con gente que esta al otro lado del mundo pero no vemos al amigo con el que nos cruzamos, no saludamos a la persona que conocemos y que esta quizás sentada sola en el banco de la plaza esperando poder hablar con alguien, no entablamos conversación con el familiar con el que estamos sentados a la misma mesa comiendo porque estamos entretenidos en nuestro WhatsApp.
¿No nos estará diciendo Jesús hoy que vendamos lo que tenemos, que apaguemos ese aparatito y vayamos a compartir con ese pobre que puede ser nuestra propia familia o nuestros amigos de siempre que tenemos al lado y no vemos, o con ese necesitado que nos tiende la mano y ni siquiera nos damos cuenta que esta a nuestro lado?

domingo, 26 de febrero de 2017

Cuando centramos de verdad nuestra vida en Dios todo tendrá un sentido profundo y un valor, nos sentiremos realmente felices y El va a proveer lo que es fundamental para nuestra vida

Cuando centramos de verdad nuestra vida en Dios todo tendrá un sentido profundo y un valor, nos sentiremos realmente felices y El va a proveer lo que es fundamental para nuestra vida

Isaías 49, 14-15; Sal 61; 1Corintios 4, 1-5; Mateo 6, 24-34
Hay a quien le pudiera parecer demasiado radical el texto del evangelio que nos ofrece la liturgia de este domingo, a quien la pudiera parecer utópico en el sentido de que seria una cosa bonita pero irrealizable, o quien pudiera salir pensando como ponemos toda nuestra confianza en el Señor y El nunca nos abandonara para que preocuparse de responsabilidades y compromisos con la vida que ya todo saldrá por si mismo y así abandonarían sus responsabilidades en la vida.
Lo que si tenemos que decir es que este evangelio nos tiene que hacer pensar. No abandonamos nuestras responsabilidades de ninguna manera; bien sabemos que el evangelio de Jesús nos compromete y la responsabilidad es un valor importante, además de que hemos de saber desarrollar nuestras cualidades y valores porque lo que somos y lo que tenemos no es solo para nosotros mismos sino que tiene también la función del bien de los demás; no podemos enterrar nuestros talentos.
Pero hay una palabra que se repite varias veces en labios de Jesús en esta ocasión. ‘No os agobiéis…’ nos dice y nos repite. Y el agobio empieza cuando pensamos tanto en esas cosas de las que tenemos que valernos en la vida para nuestras relaciones, para nuestros intercambios, para tener lo que necesitamos para una vida digna que perdemos la paz, que los convertimos en absolutos de nuestra vida, porque nos quita el sueño y decir que nos quita el sueño es decir que nos enturbia tanto nuestra mente que no vemos claro que es lo que tenemos que hacer.
Nos agobiamos cuando pensamos que todo esta en razón de nuestras fuerzas, de nuestras posibilidades, de lo que hacemos materialmente en los trabajos que realizamos de manera que olvidamos otros valores importantes que si nos harán crecer por dentro, que nos darán altura de miras, que nos hacen mirar mas allá de lo que ahora en el presente podamos conseguir y nos olvidamos de la trascendencia que tenemos que darle a nuestra vida.
Nos agobiamos cuando todo lo que queremos contabilizar y medir y terminamos poniendo por encima de todo lo que sean nuestras ganancias materiales o lo que materialmente podamos ofrecer a los que dependen de nosotros o con aquellos con los que convivimos. Será mas importante muchas veces, por ejemplo, el tiempo que le podamos dar al encuentro con nuestros hijos, con nuestra familia o con los que convivimos, que los regalos materiales que podamos ofrecerles, o ese nivel de vida en los que los rodeamos de toda comodidad.
Quizás una carencia en un momento determinado de eso que no es tan esencial en la vida, nos ayudara a valorar el sentido de nuestros sacrificios o nos hará comprender que podemos ser felices sin muchas cosas cuando somos comprendidos y escuchados, cuando tenemos una convivencia en la que sabemos compartir las pocas cosas que tenemos, o cuando sabemos estar - simplemente estar - al lado de los que queremos.
Y a todo esto que estamos diciendo nos ayuda ese sentido espiritual y trascendente que le damos a nuestra vida, esa religiosidad en la que nos abrimos al Espíritu del Señor para sentirlo en nuestro corazón y sabemos escuchar esa Palabra que nos enriquece y nos hace verdaderamente grandes.
Son tantos los agobios que nos buscamos en la vida; son tantas las cosas que nos atan y nos esclavizan; son tantas las cosas que convertimos en absolutos de nuestra vida, pero con la incongruencia de no es una sola cosa la que consideramos absoluta sino muchas y no sabemos al final a donde dirigir nuestro corazón. ¿Qué es lo que buscamos? ¿Qué consideramos fundamental de nuestra vida? ¿Cuál es el centro y razón de ser de nuestra existencia?
Hoy nos lo dice claramente Jesús. ‘Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo’. Por eso concluirá: ‘No podéis servir a Dios y al dinero’. Y el dinero, si, pueden ser las riquezas, los medios económicos, pero pueden ser tantas cosas materiales, tantas vanidades y lujos con los que rodeamos nuestra vida; pueden ser nuestras sensualidades y los deseos de simplemente pasarlo bien o puede ser la superficialidad con que vivimos nuestro propio ser y todo lo que nos relacione con los demás, pueden ser nuestros orgullos y nuestras apetencias de poder o de manipulación de los demás; pueden ser quizás cosas que nos parecen insignificantes, pero a los que sin embargo apegamos nuestro corazón.
En el anuncio que Jesús nos esta haciendo en el evangelio del Reino de Dios ahora nos dice: ‘Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura’. Cuando centramos de verdad nuestra vida en Dios todo lo que hacemos tendrá un sentido profundo y un valor, nos descubrirá lo que es la verdadera grandeza del hombre y nos elevara nuestra mirada de todas esas cosas que nos atan y nos esclavizan por las que tantas veces nos sentimos agobiados.
Nuestra vida será distinta, caminaremos por caminos de verdadera plenitud, seremos más felices allá en lo hondo de nuestro corazón y haremos más felices a los demás. Con Dios nos sentiremos verdaderamente felices y El va a proveer en lo que es fundamental para nuestra vida. Pongamos nuestra confianza en El.