viernes, 3 de marzo de 2017

Cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los pobres sin techo – ¿emigrantes y refugiados? – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora

Cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los  pobres sin techo – ¿emigrantes y refugiados? – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora

Is. 58, 1-9; Sal. 50; Mt. 9, 14-15
Una de las practicas cuaresmales que nos ofrece y propone la Iglesia en este camino de renovación que nos prepara a la pascua es la penitencia incluyendo en ella el ayuno y la abstinencia. Aunque realmente están muy minimizados los tiempos de abstinencia que se reducen a los viernes de cuaresma y al ayuno en el miércoles de ceniza y el viernes santo, sin embargo son practicas que la mayoría de cristianos olvidan y que además parece como que han perdido su sentido.
¿Qué significa la abstinencia y el ayuno? ¿Simplemente abstenerse de un determinado tipo de alimentos como pueda ser la carne o reducir la ingesta parcial de alimentos en unos días determinados? Si nos quedáramos en eso pobre seria su sentido, porque sustituir unos alimentos por otros no significa mayor sacrificio, o reducir la cantidad de alimentos ya lo hacemos cuando queremos perder peso corporal. Algo mas y con un sentido mas profundo tendría que ser ese ayuno y abstinencia para que en verdad lo podamos ofrecer como un acto penitencial.
Ya la Palabra que nos ofrece la liturgia en este viernes de la semana de ceniza nos ayuda y da sentido y seria bueno que la leyéramos con atención. Siempre al comienzo de la semilla de cada día os ofrezco las citas bíblicas correspondientes porque es ahí en la Palabra más que en mi pobre reflexión donde encontramos esa Semilla que hemos de sembrar cada día en nuestra vida.
Yo quisiera ir con la liturgia en un texto precioso que se nos ofrece en uno de los prefacios de cuaresma. Damos gracias a Dios ‘porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados imitando así tu generosidad’.
Tres grandes lecciones que aprendemos en esa austeridad penitencial de la cuaresma. Primero es un reconocimiento del don de Dios en nuestra vida; cuanto tenemos y somos viene de la mano de Dios. Ya es un espíritu de humildad que se convierte en cántico de acción de gracias. Como María, que se siente la pequeña, la humilde esclava del Señor pero da gracias a Dios que ha puesto sus ojos en su pequeñez para hacerla grande. No somos merecedores de tanto amor que el Señor nos tiene; hemos de saber reconocerlo y dar gracias.
Un segundo aspecto es aprender a dominar nuestra suficiencia. Tenemos que bajarnos de nuestros pedestales, a los que fácilmente nos subimos. Tenemos es cierto nuestros valores que reconocemos como un don de Dios en nuestra vida, pero eso no nos ha de llegar de orgullo, creernos autosuficientes, hacernos dioses de nuestra vida y querer ser dioses de los demás. Y ese autodominio que hacemos cuando voluntariamente nos privamos de algo que nos gusta y entonces nos cuesta, nos enseña a cómo tenemos que ir por la vida. Son tantas las cosas en las que tenemos que utilizar ese autodominio, para que no nos esclavicen las pasiones, para que las cosas no nos dominen y se conviertan en dioses de nuestra vida. Si aprendemos a tener ese control en esas cosas pequeñas luego sabremos hacerlo también en las cosas grandes; un hermoso entrenamiento.
Y finalmente, el tercer aspecto que nos hace abrirnos a los demás. Interesados seríamos si viéramos esas privaciones como si se tratara de un medio para un ahorro personal que aumentara nuestra bolsa. Y ya tendríamos que decir además que no solo nos tendríamos que sentir obligados a compartir con el necesitado eso que hemos ahorrado en nuestra austeridad, sino que nos está enseñando como aquello que tenemos y que consideramos nuestro, porque es el fruto de nuestro trabajo, no lo podemos considerar solo como un beneficio personal sino que nuestro amor nos impulsa al compartir con quien pasa necesidad.
Bueno sería, por otra parte, que repasáramos de nuevo el texto del profeta que nos está señalando el ayuno que de verdad quiere al Señor cuando somos capaces de abrir nuestro corazón a los demás para tener unas actitudes nuevas de amor y de generosidad con quienes nos rodean. Cuando compartimos, cuando damos pan al hambriento, hospedamos a los  pobres sin techo – pensemos en tantos emigrantes y refugiados de todo tipo que nos llegan a nuestras puertas – vestimos al que vemos desnudo… entonces nacerá una luz como la aurora… proclamarás en verdad la gloria del Señor.


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