sábado, 9 de julio de 2016

No temamos que Jesús siempre nos llenará de su paz, que es un fruto de la pascua

No temamos que Jesús siempre nos llenará de su paz, que es un fruto de la pascua

Isaías 6,1-8; Sal 92; Mateo 10,24-33

‘No tengáis miedo…’ repetidamente nos lo dice Jesús hoy en el texto de este sábado. En contrapartida repetidamente también el saludo de Jesús es la paz; será el saludo pascual en el cenáculo cuando están todos los apóstoles reunidos, como el de Jesús resucitado en las diversas apariciones, como también veremos despedir con la paz a los enfermos o pecadores que se han encontrado con El. Igualmente hemos escuchado estos días que será el saludo con que vayan los discípulos enviados al encuentro con las gentes para el anuncio de la Buena Noticia del Reino.
‘No tengáis miedo…’ nos dice a nosotros hoy. Sí, a nosotros que también muchas veces nos vemos turbados en nuestras dudas, cuando reconocemos nuestros pecados y nos falta paz en nuestro interior porque la conciencia nos remuerde; a nosotros que vamos con cierto temor al encuentro con los demás porque no sabemos si nos van a aceptar o nos van a entender; el encuentro con el otro en cierto modo está siempre lleno de misterio porque cada persona es un mundo, cada uno tiene su manera de ser o de pensar, porque al llegar al otro en cierto modo nos vamos a introducir en su intimidad y no sabemos si seremos aceptados, nos van a abrir el corazón o tenemos cabida en el otro.
No tengáis miedo…’ nos dice porque tememos dar el paso, dar el ‘sí’ que nos va a comprometer y no sabemos a donde nos llevará; porque amar es vaciarnos de nosotros mismos y siempre queremos tener nuestras reservas para nosotros y eso es comprometido y arriesgado; porque tememos el mañana que no sabemos lo que nos deparará; porque tememos la soledad, no nos agrada quizá el vernos en boca de los otros, porque somos desconfiados y le ponemos pegas a las personas con las que nos encontramos y no llegamos a una autentica sinceridad en nuestras vidas…
Son tantos los miedos porque cada uno tenemos nuestros secretos en ese sentido y no queremos que descubran nuestra debilidad y damos largas a esa apertura de corazón que tendríamos que hacer, o damos por callada la respuesta a preguntas que nos puedan comprometer a descubrir esa nuestra intimidad tan guardada.
Y es que con Jesús a nuestro lado no nos faltará la paz; y Jesús nos habla del amor del Padre que nos cuida y nos protege en su providencia amorosa e infinita; y Jesús nos dice de esa valentía con que hemos de ir a hacer ese anuncio del Reino porque no nos faltará nunca la fuerza y la asistencia del Espíritu; y Jesús quiere que tengamos esa apertura del corazón para ir con sinceridad a los demás, para aceptarnos mutuamente y comprendernos, para que vayamos llevando siempre ese anuncio de la paz; y Jesús inunda nuestra vida para que siempre sintamos paz en el corazón y con esa paz vayamos al encuentro con los demás sin desconfianzas, sin reservas, con generosidad, repartiendo la ternura del amor.
No nos dice que el camino sea fácil, porque andamos como ovejas entre lobos y el discípulo no es más ni mayor que su maestro, y ya sabemos cual fue su camino que le llevó a la cruz. Pero sabemos que su Pascua termina siempre en vida, en resurrección, porque el amor nos llena de vida, porque el amor tiene asegurada la victoria.
No temamos que El siempre nos llenará de su paz, que es un fruto de la pascua.

viernes, 8 de julio de 2016

La sencillez, la autenticidad, la humildad tienen que brillar en nuestra vida que son nuestras armas porque son las armas del amor

La sencillez, la autenticidad, la humildad tienen que brillar en nuestra vida que son nuestras armas porque son las armas del amor

Oseas 14,2-10; Sal 50; Mateo 10,16-23

Ya quisiéramos que en la vida todo fuera bueno y todos fuéramos buenos también. Sabemos que el mal está también presente porque no todo es bueno y porque no todos somos buenos. Están es cierto las dificultades que la vida misma nos ofrece y que nos exige esfuerzo y superación cada día para vencer esas dificultades, para realizar nuestros trabajos, para mantener la constancia en esos deseos que tenemos de ayudar, de colaborar, de poner nuestro granito de arena para hacer que nuestro mundo sea mejor cada día.
Nos cuesta. Encontramos una cierta oposición en muchas ocasiones. Muchas veces ese mal como que se nos disfraza y quiere engañarnos y seducirnos; son las tentaciones de todo tipo y que por un lado y por otro nos acechan. Por eso es necesario poner toda nuestra atención, estar prevenidos, vigilantes; tener una cierta sagacidad para descubrir esas raíces del mal que quieren embrollarnos. Pero esa sagacidad no significa que nosotros actuemos con malicia, utilizando las mismas armas del mal. Muchas veces nos vemos confundidos.
Por eso la sencillez, la autenticidad, la humildad tienen que brillar en nuestra vida; son nuestras armas porque son las armas del amor, del que ama de verdad e incondicionalmente; el que ama de verdad no actúa con malicia; el que ama de verdad, aunque esté vigilante sabe también confiar; el que ama de verdad trata de contagiar eso bueno que lleva en su corazón; el que ama de verdad no utilizará nunca las armas de la malicia, de la mentira, ni la falsedad, ni del engaño. El ama de verdad contagia de todo lo bueno que lleva en su corazón; irradia siempre paz y trata de contagiar de esa paz tanto lo que hace como a cuantos le rodean.
Son las semillas buenas que hemos de ir sembrando en nuestro mundo, tratando de cultivar bien esa tierra que está en nuestras manos para irlo transformando desde lo más hondo; porque nos encontremos el mal no lo damos todo por perdido, sino que siempre tenemos la esperanza de la transformación de los corazones. Por eso nuestras posturas no pueden ser las de la condena, sino las de la comprensión; nunca podemos responder con violencia a la violencia que nos puedan hacer, sino que siempre irá por delante la humildad, la sencillez, la capacidad de perdón,  la ternura y el amor. Son las semillas que nosotros hemos de sembrar.
Hoy en el evangelio vemos que Jesús previene a los discípulos que envía al mundo con la misión de anunciar la buena nueva del Reino de Dios, diciéndoles que los envía como ovejas en medio de lobos; nos habla de sagacidad, pero nos habla también de sencillez. Es en lo que hemos venido reflexionando.
¿Seremos capaces de contagiar a nuestro mundo de esos valores del Reino de Dios? Tenemos nosotros que empaparnos bien de ello, para que resuma de nosotros toda esa bondad que contagie a los demás. 

jueves, 7 de julio de 2016

Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca, que Dios está cerca de nosotros y está manifestándonos continuamente su amor

Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca, que Dios está cerca de nosotros y está manifestándonos continuamente su amor

Oseas 11,1-4.8c-9; Sal 79; Mateo 10,7-15

‘Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca’. Es el encargo que Jesús les encomienda a aquellos a los que había llamado y elegido y que ahora envía por el mundo para anunciar esa Buena Noticia. ‘El Reino de los cielos… el Reino de Dios está cerca’. ¿Qué viene a significar ese anuncio? ¿Por qué ese anuncio es Buena Noticia, Evangelio, que hemos de creer?
¿No es una buena noticia que nos anuncien y nos digan que nos aman y nos quieren? Pensemos, por ejemplo, en una persona que se siente sola y abandonada, con muchas carencias en su vida y que no es tenida en cuenta por los demás, que la gente pasa a su lado y nadie se fija o se quiere fijar en ella; pensemos en alguien que se acerca a esa persona, se preocupa por ella, la atiende en sus necesidades, busca salida a sus problemas, trata de despertar una nueva ilusión en su vida, a través de muchos gestos y acciones y también a través de su cercanía y sus palabras le está manifestando que la quiere, que la aprecia, que quiere lo mejor para ella, ¿no será una buena noticia, una alegría inmensa la que esa persona está recibiendo?
Decirnos que el Reino de Dios está cerca es anunciarnos esa cercanía de Dios, es decirnos que Dios nos ama y que nosotros somos importantes para El, es un comunicarnos de alguna manera que nuestra vida tiene un sentido y tiene un valor, y que a pesar de todas las negruras que podamos tener en la vida y envuelvan a nuestro mundo para nosotros hay una luz, para nosotros y para nuestro mundo hay una esperanza de algo nuevo y mejor. Sí, anunciarnos la cercanía del Reino de Dios, es anunciarnos la cercanía de Dios, es anunciarnos que Dios nos ama y eso se va a manifestar de muchas maneras para ser un hombre nuevo y para poder tener un mundo mejor.
 Y este anuncio para nosotros es un regalo del amor de Dios. Por eso nos dirá Jesús que lo que gratis hemos recibido, gratis hemos de darlo también. Esta hermosa noticia del amor y de la cercanía de Dios no nos la podemos guardar para nosotros. Por eso Jesús nos envía a que también la comuniquemos a los demás. Por esto tenemos que ir llevando el anuncio de la paz; por eso tenemos que ir en verdad haciendo que nuestro mundo sea mejor porque seamos capaces de mitigar todo dolor y todo sufrimiento, porque hemos de ser capaces de ir sembrando esperanza en cuantos nos rodean y se ven envueltos también en tantas negruras y tristezas; por eso tenemos que ir curando tantos corazones rotos; por eso vamos a compartir todo lo que somos para que los demás no sufran.
Es la misión que Jesús nos confía; es el anuncio que hemos de hacer. Con nuestros gestos, con nuestro amor, con nuestro corazón lleno de paz que trata de compartir con los demás estamos diciéndole a los demás que Dios nos ama, que Dios está cerca de nosotros porque esta a nuestro lado, porque quiere estar también en nuestro corazón.
Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca, que Dios está cerca de nosotros y está manifestándonos continuamente su amor. Que seamos capaces de abrir los ojos para descubrir tantas señales de ese amor de Dios.

miércoles, 6 de julio de 2016

Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización

Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización

Oseas 10,1-3.7-8.12; Sal 104; Mateo 10,1-7

‘Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca… y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia…’ Había elegido a los doce llamándolos por su nombre y los había enviado con esa misión.
Anunciar el Reino y curar toda enfermedad y dolencia siempre han de ir unidos en el camino de la evangelización. Una buena noticia acompañada de señales. La Buena Noticia anuncia que Dios es el único Señor de nuestra vida y en consecuencia ha de ser vencido todo mal. La curación de las enfermedades y dolencias son un signo, una señal de lo que con el Reino de Dios se realiza en nuestra vida, se ha de realizar en nuestro mundo. El mal ya no ha de tener dominio sobre nosotros.
Pero es la misión que se nos confía. También nosotros hemos de ir con esa Buena Noticia a los demás y también hemos de ir curando, sanando. Son tantas las dolencias y los sufrimientos que tenemos que sanar. Fácilmente lo primero que se nos ocurre pensar es en las enfermedades como si fueran el único dolor del hombre. Pero hay tantas cosas que nos esclavizan, tantas cosas que nos producen dolor en el corazón, tantas cosas que pueden llenar de amargura la vida. ¿Seremos capaces de descubrir ese sufrimiento de los demás?
Es la tarea del día a día que tenemos que ir realizando los que creemos en Jesús poniendo amor, llevando la paz, suscitando esperanza, abriendo los corazones cerrados y encadenados en sus egoísmos e insolidaridades. Y eso hemos de hacerlo en nuestras familias creando el ambiente apropiado, poniendo de verdad paz y armonía en las relaciones entre unos y otros, haciendo que resplandezcan de verdad los lazos del amor.
Y es que ahí también tenemos el peligro y la tentación de dejarnos llevar por nuestros egoísmos, orgullos, vanidades y podemos ir creando rupturas algunas veces sin darnos cuenta. Tenemos que estrechar más y más los lazos del amor que nos darán la verdadera paz en el corazón, y nos ayudarán a acercarnos más y más los unos a los otros. Quitemos esas reacciones violentas que algunas veces nos pueden brotar; no dejemos que por nuestro orgullo humillemos a los demás o provoquemos envidias y recelos innecesarios. Cuantas dolencias podemos curarnos los unos a los otros, ahí también en ese ámbito de la familia, entre los esposos, entre padres e hijos, entre los hermanos, entre todos los que conformamos ese ámbito familiar de nuestro hogar.
He comenzado pensando en la familia porque es lo más cercano que tenemos y que algunas veces nos pudiera suceder que no cuidamos lo suficiente, pero bien sabemos que todo eso tenemos que ampliarlo a cuantos nos rodean desde los más cercanos que son nuestros convecinos hasta los que compartimos el lugar del trabajo o allí donde vamos haciendo nuestra vida social. Tenemos que ir también curando dolencias, dando señales con nuestro amor y nuestra preocupación por los demás de ese Reino que vivimos y que queremos anunciar.
Decíamos que Jesús los había llamado por su nombre. Por nuestro nombre personal nos llama a cada uno como ama de una personal también a cada uno. No podemos pensar que aquella misión que Jesús confiaba a los Doce era exclusivamente para ellos; es a nosotros a quienes sigue confiando esa misma misión del anuncio del Reino y de las señales que hemos de dar curando toda dolencia. Es lo que cada día tenemos que seguir haciendo los que nos llamamos seguidores de Jesús porque en El hemos puesto nuestra fe y es su camino el que queremos seguir.

martes, 5 de julio de 2016

Un mundo que necesita ser fermentado por la levadura del evangelio y en el que hemos de ser verdaderos testigos de la luz de Jesús

Un mundo que necesita ser fermentado por la levadura del evangelio y en el que hemos de ser verdaderos testigos de la luz de Jesús

Oseas 8,4-7.11.13; Sal 113; Mateo 9,32-38

‘Jesus recorría todas las ciudades y aldeas Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor… rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies…’
Cuando voy caminando en medio de la ciudad o por las calles de nuestros pueblos en cierto modo recuerdo este pasaje del evangelio. Casas y casas pero en las que habitan muchas personas que diríamos, al menos en nuestros ambientes, son cristianos que han sido bautizados pero en los que muchas veces no vemos ninguna otra referencia a una vida de creyentes o de cristianos miembros vivos de unas comunidades cristianas que son nuestras parroquias.
Son cristianos pero ¿sus vidas están fermentadas con la levadura del evangelio? Son cristianos pero ¿Cristo significa de verdad algo en sus vidas? Quizá reducen su vida cristiana a una asistencia de forma esporádica a unos actos religiosos, pero sin que en verdad cale en sus vidas la semilla del evangelio. Son personas buenas con toda seguridad porque seguramente querrán llevar una vida recta a su manera, pero quizá no han encontrado esa luz de Jesús y su evangelio que transforme sus vidas. Como todos tendrán sus problemas y sus necesidades, se harán preguntas en su interior que muchas veces no sabrán contestar, quizá tienen hambre o deseos de más pero no han encontrado el camino por donde dar satisfacción a esos buenos deseos.
Quisiera tener la mirada de Jesús y siento en mi corazón la desazón de cuanto se podría hacer y no se hace, o de la imposibilidad quizá de poder llegar a toda esa gente con el mensaje del evangelio. Como decíamos ahí están esas multitudes que no han encontrado respuestas para los interrogantes profundos de su vida, porque quizá nadie ha llegado hasta ellos para ayudarles a encontrar esa luz. Y he de confesar que eso me hace sentir inquietud en mi interior porque quizá yo tampoco he sabido ser esa luz que ayude a encontrar la verdadera luz.
Hoy la iglesia está sintiendo un nuevo impulso misionero en ese deseo de salir al encuentro de tantos que buscan la luz y no la encuentran. Los planes pastorales de nuestras parroquias y nuestras diócesis van por ese camino. Pero como nos decía Jesús hoy en el evangelio ‘La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos…’ Necesitamos en verdad comprometernos en esa tarea evangelizadora de la Iglesia; tenemos que aprender a ser luz para los demás y convertirnos en testigos del evangelio con nuestra vida. Es inmenso ese mundo que nos rodea que necesita esa luz, que necesita esos testigos y no podemos defraudarles.
Roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies; pidamos con intensidad al Señor para que surjan muchas vocaciones al apostolado y en verdad la Iglesia sea verdadero anuncio y signo de salvación en medio del mundo.


lunes, 4 de julio de 2016

En silencio caminamos sabiendo que vamos siguiendo los pasos de Jesús poniendo nuestro corazón y nuestra vida en sus manos con toda confianza

En silencio caminamos sabiendo que vamos siguiendo los pasos de Jesús poniendo nuestro corazón y nuestra vida en sus manos con toda confianza

 Oseas 2,16.17b-18.21-22; Sal 144;  Mateo 9,18-26

‘¡Ánimo, hija! ¡Ten confianza…! Tu fe te ha curado’. Son las palabras de Jesús a aquella mujer que con sus hemorragias y sus flujos de sangre se había atrevido a meterse entre la gente y acercarse a Jesús hasta tocarle el manto con la confianza de que podía ser curada. Lo que aquella mujer padecía producía una impureza legal que incluso trasmitía a quien la tocase o a quien ella se atreviera a tocar. Normalmente ese le impediría estar en medio de la gente por ese peligro de hacer incurrir en impureza a quien con ella tropezase. Pero sin temor a ninguna de esas consecuencias se acerca a Jesús. Cuando se siente curada y Jesús se vuelve hacia ella, todavía podía quedar en ella un cierto temor  ante lo que Jesús le dijera. Pero ya vemos las palabras de ánimo y de confianza que le dice Jesús.
‘¡Ánimo! ¡Ten confianza…!’  También quizá necesitamos escuchar nosotros en tantos momentos. Ahí están nuestras dudas y temores; ahí están tantas cosas que muchas veces nos pueden conducir a la desconfianza; ahí está lo que podemos temer que nos puedan decir los demás ante nuestras posturas o nuestra manera de ser; ahí están esas sombras que aparecen en nuestra vida quizá desde nuestras debilidades, nuestros tropiezos y fallos; ahí está nuestra fe débil que nos hace sentir tormento en nuestro corazón porque no sabemos si vamos a encontrar esa misericordia que nos aliviase por dentro.
Pero Jesús nos dice: ‘¡Ánimo! ¡Ten confianza…!’ y nos llama hijos, y nos manifiesta que el amor de Dios nunca falla, y se muestra la misericordia que cura nuestras dudas, nuestros temores, nuestras debilidades, que llena de luz nuestra vida porque nos hace sentirnos amados y comprendidos y perdonados y llenos de una nueva vida.
Aquella mujer se había acercado en silencio hasta Jesús y en silencio sigue ahora dando gracias en su corazón. Desde el corazón había hablado pidiendo y poniendo su confianza en Dios y desde su corazón en silencio, porque en el evangelio no escuchamos ninguna de sus palabras, da gracias a Dios por la nueva vida que siente dentro de si.
En silencio camina Jairo tras Jesús tras haberle hecho la petición de vida para su hija que acaba de morir y en silencio contempla ahora todo lo que sucede en intermedio con aquella mujer; en silencio le veremos llegar de nuevo a la casa con Jesús en medio de los alborotos de los que lloran la muerte de su hija, pero ha ido aprendiendo a confiar en Jesús que camina a su lado. ‘Basta que tengas fe’, le dice Jesús, y él ha puesto toda su fe en Jesús. Aunque la gente no entiende las palabras de Jesús ‘La niña no está muerta, está dormida’ el sigue confiando en silencio en que Jesús pondrá su mano sobre ella y vivirá.
En silencio caminamos nosotros sabiendo que vamos siguiendo los pasos de Jesús. Algunas veces habrá cosas que no entendemos, la gente nos dirá que estamos equivocados, el mundo querrá atraernos con sus concupiscencias, el materialismo ronda nuestra vida queriéndonos arrastrar tras sus redes, nos aparecen momentos oscuros en que parece que la soledad cae sobre nosotros como una loza que nos oprime o nos hunde, pero queremos tener confianza, queremos poner toda nuestra fe en Jesús, queremos seguir sus mismos pasos que sabemos que nos llevan a la vida. Que no se nos debilite la fe.

domingo, 3 de julio de 2016

Ser discípulo de Jesús no es solo seguirle sino ser también mensajeros de la Buena Nueva de Jesús con el anuncio de la paz y del Reino de Dios

Ser discípulo de Jesús no es solo seguirle sino ser también mensajeros de la Buena Nueva de Jesús con el anuncio de la paz y del Reino de Dios

Isaías 66, 10-14c; Sal 65;  Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12. 17-20
Ser cristiano, ser discípulo de Jesús no solo significa seguirle, sino también necesariamente convertirse en anunciador, en mensajero de Jesús ante los que nos rodean. Como bien nos decía el catecismo que estudiamos desde pequeños ser cristiano es ser discípulo de Cristo y discípulo es el que sigue los pasos de su maestro.
Ser cristiano, ser discípulo de Jesús nos compromete, es cierto, a vivir su misma vida, pero la razón de ser de la vida de Jesús que era cumplir la voluntad del Padre era la misión del anuncio del Reino de Dios. Por eso, como decíamos, cuando nos hacemos discípulos de sus para seguir sus pasos, para vivir su vida, necesariamente nos hemos de convertir en anuncio del evangelio.
En el evangelio de este domingo escuchamos el envío que Jesús hace de aquellos setenta y dos discípulos que había escogido para que fueran delante de El, por donde habría de ir El, haciendo ese primer anuncio del Evangelio, esa Buena Noticia del Reino de Dios.
‘Poneos en camino’, les dice. El discípulo de Jesús ha de ponerse en camino. Bien nos lo está recordando una y otra vez el papa Francisco, de que nos pongamos en camino, que salgamos, que no nos quedemos encerrados, que no nos quedemos solamente donde estamos cómoda y plácidamente viviendo nuestra vida, con los nuestros, con los de siempre, con los ‘buenos de siempre’, sino que vayamos a las periferias, que vayamos a ese mundo que nos rodea aunque no siempre sea fácil, aunque nos parezca que no nos van a entender, porque quizá están hambrientos de Dios y más de lo que nosotros pensamos o pudiera parecer.
‘Poneos en camino’, les dice y ¿cuál es el anuncio que han de hacer? ¿Cuál es su misión? Es el anuncio del Reino, la Buena Noticia del Reino de Dios que llega y nos trae la paz. Ese es el primer anuncio, la paz. ¿Cómo no va a ser ese el primer anuncio si con Jesús nos viene el perdón para nuestras culpas y pecados? ¿Cómo no va a ser ese el primer anuncio, la paz, si con Jesús llega el amor? Jesús nos trae el anuncio del amor de Dios que nos hace sentirnos amados, pero el amor como sentido y razón de ser de nuestra vida, porque ya para nosotros siempre ha de estar presente el amor en nuestra vida y será el amor el que guíe, dé sentido y valor a nuestras relaciones con los demás.
‘Poneos en camino’ les dice pero su fuerza y su valor no será lo que lleven con ellos, no serán recursos humanos. La fuerza está en la Palabra que anuncian, la fuerza está en el Espíritu del Señor que está con ellos y hará que puedan realizar maravillas. Por eso les pide que vayan desprendidos de todo. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias… Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa…  Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: está cerca de vosotros el Reino de Dios…’
Es el desprendimiento y será el compartir; será el anuncio de la Paz con el Reino de Dios que llega, pero serán las señales de ese Reino haciendo desaparecer el mal. ‘Curad a los enfermos que haya’, les dice. Será la enfermedad pero como una señal de que con el Reino de Dios todo mal y todo sufrimiento será vencido. Es lo que queremos expresar cuando decimos que comienza el Reino de Dios; donde Dios es en verdad el Señor de nuestra vida el mal no tiene que existir; con Jesús nos llega el perdón, pero con Jesús nos llega una vida nueva de la que hemos de desterrar para siempre el mal, el pecado, la muerte. No nos quedemos en los enfermos por los enfermos en las palabras de Jesús de la misión que hemos de realizar, sino que en ellos hemos de ver un signo de todo ese mal del que Cristo nos quiere sanar, nos quiere salvar.
Un ponerse en camino y un anuncio del Reino que no siempre será tarea fácil. ‘Mirad que os mando como corderos en medio de lobos’. Y más adelante nos hablará de cómo en algunas casas no nos recibirán bien. Pero eso no nos ha de acobardar ni hacer que nos echemos para detrás. El anuncio ha de seguir haciéndose en medio de nuestro mundo. Muchos serán los que lo escucharán, los que estarán ansiosos quizá de escucharlos, pero nuestra cobardía y nuestro encerrarnos en nosotros y en los nuestros habrá impedido que llegue esa Buena Noticia a todos. Al final nos dirá que los discípulos volvieron contentos de la misión que habían realizado y así se lo contaban a Jesús. Sus nombres estarían inscritos para siempre en el cielo. Lo que nos ha de llenar a nosotros también de esperanza y de paz.
Una página del evangelio que nos ha de hacer pensar mucho en lo que hacemos, en el cumplimiento de esa misión que el Señor nos ha confiado. Lo que tenemos que ser anunciadores, mensajeros del Evangelio con nuestra vida. ¿Seremos en verdad signos con lo que hacemos del Reino de Dios que queremos vivir y anunciar? Que seamos verdaderos instrumentos de paz, constructores de la paz porque así alcanzaremos la bienaventuranza de ser verdaderos hijos de Dios.