martes, 5 de julio de 2016

Un mundo que necesita ser fermentado por la levadura del evangelio y en el que hemos de ser verdaderos testigos de la luz de Jesús

Un mundo que necesita ser fermentado por la levadura del evangelio y en el que hemos de ser verdaderos testigos de la luz de Jesús

Oseas 8,4-7.11.13; Sal 113; Mateo 9,32-38

‘Jesus recorría todas las ciudades y aldeas Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor… rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies…’
Cuando voy caminando en medio de la ciudad o por las calles de nuestros pueblos en cierto modo recuerdo este pasaje del evangelio. Casas y casas pero en las que habitan muchas personas que diríamos, al menos en nuestros ambientes, son cristianos que han sido bautizados pero en los que muchas veces no vemos ninguna otra referencia a una vida de creyentes o de cristianos miembros vivos de unas comunidades cristianas que son nuestras parroquias.
Son cristianos pero ¿sus vidas están fermentadas con la levadura del evangelio? Son cristianos pero ¿Cristo significa de verdad algo en sus vidas? Quizá reducen su vida cristiana a una asistencia de forma esporádica a unos actos religiosos, pero sin que en verdad cale en sus vidas la semilla del evangelio. Son personas buenas con toda seguridad porque seguramente querrán llevar una vida recta a su manera, pero quizá no han encontrado esa luz de Jesús y su evangelio que transforme sus vidas. Como todos tendrán sus problemas y sus necesidades, se harán preguntas en su interior que muchas veces no sabrán contestar, quizá tienen hambre o deseos de más pero no han encontrado el camino por donde dar satisfacción a esos buenos deseos.
Quisiera tener la mirada de Jesús y siento en mi corazón la desazón de cuanto se podría hacer y no se hace, o de la imposibilidad quizá de poder llegar a toda esa gente con el mensaje del evangelio. Como decíamos ahí están esas multitudes que no han encontrado respuestas para los interrogantes profundos de su vida, porque quizá nadie ha llegado hasta ellos para ayudarles a encontrar esa luz. Y he de confesar que eso me hace sentir inquietud en mi interior porque quizá yo tampoco he sabido ser esa luz que ayude a encontrar la verdadera luz.
Hoy la iglesia está sintiendo un nuevo impulso misionero en ese deseo de salir al encuentro de tantos que buscan la luz y no la encuentran. Los planes pastorales de nuestras parroquias y nuestras diócesis van por ese camino. Pero como nos decía Jesús hoy en el evangelio ‘La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos…’ Necesitamos en verdad comprometernos en esa tarea evangelizadora de la Iglesia; tenemos que aprender a ser luz para los demás y convertirnos en testigos del evangelio con nuestra vida. Es inmenso ese mundo que nos rodea que necesita esa luz, que necesita esos testigos y no podemos defraudarles.
Roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies; pidamos con intensidad al Señor para que surjan muchas vocaciones al apostolado y en verdad la Iglesia sea verdadero anuncio y signo de salvación en medio del mundo.


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