domingo, 11 de diciembre de 2016

Hemos de preguntarnos cuáles son los signos que estamos dando de que queremos celebrar una navidad autentica que sea anuncio de esperanza para nuestro mundo

Hemos de preguntarnos cuáles son los signos que estamos dando de que queremos celebrar una navidad autentica que sea anuncio de esperanza para nuestro mundo

 Isaías 35,1-6a.10; Sal 145; Santiago 5,7-10; Mateo 11,2-11
‘¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’, le manda a preguntar Juan desde la cárcel a Jesús. ¿Eres en verdad el Mesías? Yo había invitado a la gente a prepararse a tu venida, pero ahora ¿qué signos, qué señales das de que eres en verdad el Mesías?
Una interesante pregunta que le hace Juan a través de sus discípulos, pero que podría ser también muy significativa que nos la hagamos a nosotros mismos. Juan allá en la orilla del Jordán en el desierto con la austeridad de su vida y con la firmeza y rotundidad de sus palabras había querido preparar los caminos del Señor, cumpliéndose en él lo anunciado por los profetas. ¿Le entrarían dudas a Juan si en verdad aquel profeta de Nazaret era el Mesías? ¿O quizá eran las dudas de los discípulos de Juan que aun le quedaban cercano a pesar de estar en la cárcel porque podría parecerles que no respondía exactamente a lo que Juan les había anunciado?
Conocemos la respuesta de Jesús, aquellos signos que realizaba. ‘Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio’. Allí se estaban cumpliendo los anuncios de los profetas. Aquellas imágenes que describía Isaías, aquello mismo que Jesús había proclamado en la Sinagoga de Nazaret, allí se estaba cumpliendo en los signos que realizaba. .
Este evangelio que ahora en el marco del Adviento estamos escuchando no es solo una proclamación de que en verdad Jesús es el Mesías y en consecuencia de alguna manera nos ayuda a nosotros a proclamar nuestra fe, sino que nos sirve para algo más. Y es que esa Buena Nueva también nosotros tenemos que seguirla escuchando y seguirla proclamando. Porque a nosotros no solo nos ayuda a clarificar nuestra fe, a descubrir los signos de Jesús, a reconocer que en verdad es el Señor y el Mesías, a quien reconocemos por los signos que realizaba pero a quien bien sabemos que Dios así lo había constituido por su resurrección de entre los muertos, sino que además nos viene a recordar cómo esa Buena Nueva también tenemos que seguirla anunciando a los pobres, tenemos que seguirla anunciando al mundo que nos rodea.
Queremos vivir y proclamar nuestra fe en el hoy de nuestra vida y en la realidad concreta del mundo en el que vivimos. Un mundo también lleno de muchos sufrimientos y de muchas angustias, en los pobres, en los enfermos, en los que nada tienen, en los que ven amenazadas sus vidas desde el hambre, la miseria o las guerras, en tantos que viven sin esperanza y desorientados sin tener un rumbo en la vida, en los que tienen sus vidas llenas de negruras, de tinieblas, de dudas, de incertidumbre ante el futuro, en los que viven en un materialismo atroz sin saber darle una trascendencia a su vida.
Ese mundo que quizá camina a tientas por tantas oscuridad, que no sabe a quien creer porque se presentan tantos queriendo darles esperanzas desde los programas de todo tipo que les presentan; ese mundo que quizá por la dureza en la que vive hace que se vuelva indiferente sin querer creer en nada; ese mundo que quizá busca unos signos y tenemos que saber si somos capaces de mostrárselos.
Por dura que sea la tarea no nos podemos desentender. Por difícil que nos parezca el anuncio del Evangelio no nos podemos callar. No podemos dejar que esas sombras entenebrezcan nuestra vida y también nosotros comencemos a dudar. Hemos de presentar con claridad ese anuncio del evangelio, de esa esperanza nueva y verdadera para nuestro mundo. Tenemos que darles señales.
Es nuestra tarea. Es la tarea de la Iglesia. La pregunta que le hacían los discípulos de Juan a Jesús también el mundo nos la haced. Y la respuesta tenemos que dársela a la manera que lo hizo Jesús, mostrándoles los signos de la verdad de nuestro evangelio. ‘Los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio’. Tenemos que mostrarles las obras de nuestro amor. Es lo que hará creíble nuestro anuncio.
Miremos entonces cuales son las obras del amor, las obras de misericordia que nosotros practicamos. Ya sabemos que lo que hace la mano derecha no lo debe saber la izquierda, pero eso no quita que demos gloria al Señor mostrando también como vamos en la vida empapados de ese amor.
Ahí están las obras de nuestra Iglesia, madre compasiva y misericordiosa; podemos recordar en nuestra cercanía la labor que realiza Cáritas en nuestras parroquias en la atención de tantas necesidades de tantas personas que nos tienden su mano pidiéndonos ayuda; y no es solo una labor asistencial la que se realiza sino es todo el entramado de proyectos y de obras en búsqueda de una mayor justicia para todos, en tantos programas de desarrollo personal y comunitario que se realizan, en el deseo y la lucha para que todas las personas vivan con una mayor dignidad. Y Cáritas puede realizar esa labor porque detrás están tantos voluntarios que dedican su tiempo, su saber, y hasta sus bienes. Caritas es la comunicación cristiana de bienes de la propia comunidad cristiana que comparte, que se solidariza, que se da por los demás.
Claro que por otra parte podríamos hacer una lista interminable de obras de la Iglesia en tantas y tantas comunidades religiosas que atienden a los ancianos, a los enfermos que nadie quiere y que cuida de día y de noche en sus propias instituciones o personalmente incluso en los domicilios, y en tantas y tantas obras más.
La Iglesia ante la pregunta, semejante a la de aquellos discípulos de Juan, que nos puede hacer el mundo que nos rodea, tenemos que señalarles esos signos de nuestro amor que darán autenticidad al evangelio que anunciamos, que ya no solo lo hacemos con nuestras palabras sino con nuestras obras y con el testimonio de nuestra vida.
No quiero alargarme pero en el fondo detrás de todo esto está la pregunta personal que se nos hace a nosotros o que nosotros personalmente tendremos que hacernos. ¿Cuáles son en verdad los signos que damos y realizamos de nuestra fe en Jesús? Una buena reflexión que tendríamos que hacernos en esta preparación para la navidad, para que hagamos una navidad auténtica, y que sea un verdadero signo de esperanza para nuestro mundo.


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