miércoles, 14 de septiembre de 2016

Para nosotros contemplar la cruz de Cristo es contemplar el triunfo del amor y de la vida y querer vivir todo el compromiso de nuestro amor


Para nosotros contemplar la cruz de Cristo es contemplar el triunfo del amor y de la vida y querer vivir todo el compromiso de nuestro amor

Números 21, 4b-9; Sal 77; Filipenses 2, 6-11; Juan 3, 13-17

A las personas se nos conoce y se nos distingue por una serie de signos externos ya sea en nuestros vestidos o aditamentos que nos pongamos, ya sea en expresiones o gestos de nuestro rostro o de nuestro cuerpo, o ya sea en nuestra manera de ser o de actuar. Así nos distinguimos, expresamos lo que somos o quienes somos. Por otra parte en las reglas y normas de la sociedad en la que vivimos portamos con nosotros un documento de identidad que contiene unos datos básicos sobre nuestra persona y que oficialmente, por así decirlo, nos identifica.
Pero ¿esa es toda nuestra identificación en la vida? ¿No habrá algo más profundo en nosotros que identifique nuestra persona por el sentido que le hemos dado a nuestra vida? Creo que podemos entender que nos estamos refiriendo a lo que da sentido a nuestra vida desde nuestra fe. ¿Qué nos identifica como cristianos? ¿Qué signos llevamos en nuestra vida que señale claramente qué es lo que somos y quienes somos?
El signo no lo podemos reducir a algo material que llevemos impuesto sobre nosotros como si fuera solamente un vestido, un adorno o un aditamento externo. El signo sabemos bien que tiene que ser nuestra vida impregnada de amor, porque eso es lo que verdaderamente nos distingue como discípulos de Jesús. ‘En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis los unos a los otros como yo os he amado’, nos dice Jesús.
Pero eso no impide que llevemos en nosotros una marca, también una señal externa de lo que es nuestra fe en la salvación que recibimos de Jesús y de lo que es el amor que vivimos con los hermanos. ¿Qué mejor señal que la cruz? Con ella fuimos ya marcados desde nuestro bautismo. Pero repito no es un aditamento externo sino una señal de nuestro compromiso, el compromiso de nuestra fe y de nuestro amor.
Por esa señal de la cruz confesamos nuestra fe. Así lo hacemos cuando trazamos la señal de la cruz sobre nosotros ‘en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo’. Con ello estamos haciendo una profesión de fe, una proclamación de la fe que tenemos. Y lo hacemos con la Cruz salvadora de Jesús, puesto que en la entrega de Jesús en su muerte en la cruz obtuvimos la salvación, la redención de nuestros pecados, el nacimiento a una vida nueva. Con qué respeto y veneración tendríamos que hacer la señal de la cruz, no como algo mágico sino como una auténtica confesión de fe en nuestro Salvador.
Llevamos también sobre nosotros el signo de la cruz, pero que nunca sea como un adorno o una ostentación. La cruz significa sacrificio, significa entrega, significa amor. Con esa gallardía entonces hemos de llevarla, porque así queremos expresar nuestro amor, nuestra entrega, la capacidad que tenemos de darnos y de sacrificarnos por los demás. La cruz es despojo y es pobreza porque también es lugar de muerte, pero cuando llevemos nosotros la cruz como un signo sobre nosotros signifique cómo somos capaces de despojarnos de nosotros mismos, de nuestro yo, de nuestro orgullo, de nuestros caprichos para vivir para los demás, para vivir en ese sentido y estilo de vida nueva que Jesús nos ofrece y que en la cruz de Jesús aprendemos. Será así cómo vamos manifestando de verdad nuestro distintivo de cristianos.
Hoy, 14 de septiembre, estamos celebrando la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Fiesta que en muchos lugares se transforma en una fiesta de Cristo crucificado, como lo es en nuestra tierra las fiestas del Cristo de La Laguna que hoy se celebran. En mi ciudad de Tacoronte celebraremos en los próximos domingos, como una prolongación de este día, la fiesta de Cristo abrazado a la Cruz y mostrándonos la cruz como la señal y el testigo de su amor; son las fiestas del Cristo de los Dolores, de Tacoronte. Y así en otros muchos pueblos a lo largo de toda la geografía.
Y es que no podemos separar la exaltación de la Santa Cruz de Cristo en ella crucificado. Así surgen en este día todas estas fiestas de la devoción del pueblo cristiano. No miramos nunca a la Cruz separada de Cristo, porque es en Cristo en ella crucificado donde encuentro todo su sentido de amor. Para nosotros, pues, contemplar la cruz de Cristo es contemplar el triunfo del amor y de la vida; celebrar la cruz de Cristo es querer vivir todo el compromiso de nuestro amor. Por eso con orgullo llevamos la cruz como un signo vivo grabado en nuestra vida. 

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