jueves, 23 de junio de 2016

Cimentemos bien nuestra vida de fe en la escucha de la Palabra de Dios reflejándola luego en el compromiso cristiano de la vida de cada día

Cimentemos bien nuestra vida de fe en la escucha de la Palabra de Dios reflejándola luego en el compromiso cristiano de la vida de cada día

2Reyes 24,8-17; Sal 78; Mateo 7,21-29

Yo soy una persona muy religiosa, hemos escuchado decir más de una vez, porque yo cumplo todas mis promesas, le llevo flores a la Virgen cada vez que voy a verla, tengo mi casa llena de santitos y le enciendo mis lucecitas y yo creo mucho. No ponemos en duda la religiosidad de estas personas. Cosas así escuchamos muchas veces en la buena voluntad y en una expresión religiosa muy elemental, pero tendríamos que preguntarnos ¿y somos también así solo con esto buenos cristianos?
No basta decir yo soy muy creyente, para que con ello afirmemos también que somos buenos cristianos. Creyentes son los musulmanes, y muchas veces mucho más fieles que nosotros a sus prácticas religiosas, pero no por eso podemos decir que son cristianos.
Ser cristiano entraña algo más que esa religiosidad natural y elemental. No digo que no tengamos que rezar a Dios y que podamos hacerle nuestras ofrendas de amor en las cosas que hacemos o le ofrecemos. Pero ya Jesús nos está diciendo a quienes queremos seguirle – y por ahí tenemos que comenzar a ver que lo de ser cristiano entraña un seguimiento de Jesús – que no nos basta decir ‘Señor, Señor’, sino que tenemos que comenzar por escuchar la Palabra del Padre y comenzar a ponerla en práctica. ‘No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo…’ Vemos que Jesús nos habla del Reino y nos habla de hacer la voluntad del Padre, lo que entraña querer escucharla. Y ya vemos lo que a continuación nos dice sobre aquellos que vendrán diciendo es que yo hacia tantas cosas, es que yo estaba en esto o en lo otro, y hasta hemos hecho cosas extraordinarias.
Nos pone Jesús a continuación la parábola o alegoría de la casa edificada o sobre roca o sobre arena. Nos hacen falta unos buenos cimientos para edificar el edificio de nuestra vida de fe y de nuestra vida cristiana. No nos podemos quedar en la superficie, no nos podemos quedar en cosas superficiales, sino que hemos de saberle dar profundidad a nuestra vida. Y para eso tenemos que escuchar con toda hondura la Palabra de Jesús; pero no solo se trata de oírla sino que hay que escucharla hondamente, sembrarla en tierra buena, como nos dirá en otra parábola, darle cimiento firme a nuestra vida poniendo en práctica esa Palabra que hemos escuchado de Jesús.
En aquellas personas que nos decían, como comentábamos al principio, que eran muy creyentes, ¿Dónde está la escucha de la Palabra de Dios? ¿Dónde está el tiempo que dedican a la lectura de la Biblia o a participar en las celebraciones en las que se nos proclama la Palabra de Dios y se nos comenta para alimentar nuestra vida creyente y cristiana?
Cómo es posible que una persona que se dice cristiana nos diga que no necesita leer la Biblia, escuchar la Palabra de Dios, que no es necesario participar en las celebraciones en las que se nos proclama la Palabra y en las que alimentamos nuestra fe?
¿En qué obras de amor, en qué compromiso concreto a favor de los demás vamos realizando nuestra vida como consecuencia de nuestra condición de creyentes?
¿Seremos edificio cimentado sobre roca para poder enfrentarnos a todos los embates que pudieran poner en peligro nuestra fe y nuestra vida cristiana?



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