martes, 9 de febrero de 2016

Jesús nos pide autenticidad en nuestra vida alejando de nosotros todo tipo de vanidad y de hipocresía para manifestarnos como verdaderos creyentes en todo lo que hagamos


Jesús nos pide autenticidad en nuestra vida alejando de nosotros todo tipo de vanidad y de hipocresía para manifestarnos como verdaderos creyentes en todo lo que hagamos

1Reyes 8,22-23.27-30; Sal 83; Marcos 7,1-13
Algo que valoramos mucho en las personas es la autenticidad. Nada hay mas desagradable que una persona falsa y vanidosa, que no sabe ser congruente en la vida, fiel a unos principios en su comportamiento y que lo que hace no es otra cosa que aparentar y querer dar una figura de lo que realmente no es ni siente. Manifestarnos con verdad, expresar realmente lo que somos, alejar de nosotros actitudes farisaicas y de hipocresía son valores muy a tener en cuenta. Las personas de dos caras  no nos gustan.
Sin embargo reconocemos que en cierto modo es una tentación por la que pasamos aunque nos cueste reconocerlo, porque en el fondo queremos ocultar algo que no  nos gusta y no queremos que nos puedan juzgar mal, queriendo mantener la imagen, por así decirlo. De alguna manera se  nos crea muchas veces un conflicto interior porque reconocemos por otra parte que somos débiles y ciertamente no somos tan buenos como queremos aparentar. Nos puede parecer contradictorio lo que estoy diciendo, pero así es muchas veces nuestra vida, si somos capaces de ser sinceros con nosotros mismos.
De esto nos habla hoy el evangelio. Jesús pide autenticidad y congruencia en la vida a sus discípulos; denuncia la actitud hipócrita con que se presentan los fariseos, los letrados o maestros de la ley y muchos en su entorno. Ahora vienen reclamándole a Jesús porque sus discípulos no guardan escrupulosamente la ley del ayuno o porque no guardan todas las prescripciones de las que habían llenado su vida sobre las impurezas legales de lavarse o  no lavarse las manos a la hora de sentarse a la mesa a la vuelta de la plaza. Jesús les habla de otra pureza interior que hay que tener en el corazón y que no nos podemos quedar en el hecho de lavarse las manos o no.
El cumplimiento de lo que es la voluntad del Señor no se puede quedar en ritos externos o en el mero cumplimiento de normas, sino que es algo que tiene que en verdad partir del corazón. Les recuerda lo anunciado por el profeta: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres’.
Es la autenticidad con que hemos de vivir nuestra vida. No hacemos las cosas solo por cumplir, sino nuestro corazón está muy lejos de querer hacer lo que es la voluntad del Señor. Sería una falsedad, una hipocresía. Y bien que vamos, desgraciadamente, muchas veces poniéndonos muchas caretas en la vida para guardar las apariencias, para vivir en la vanidad de lo que realmente no sentimos en nuestro interior.
Igual que estos días en estas fiestas de carnaval vemos como la gente se disfraza para divertirse, como queriendo aparecer otra cosa de lo que realmente se es, y con el disfraz parece que ya nos desinhibimos y podemos hacer lo que sea, así vamos poniéndonos caretas en la vida, disfrazándonos con muchas apariencias y vanidades para aparecer quizá como cumplidores, mientras en nuestro interior le damos poco valor a lo que el Señor nos pide. Las caretas a la larga no son solo de estos días de carnaval, sino algo que podamos llevar puesto muchos días del año. Cuántas cosas habría que revisar en este sentido.
Seamos de verdad auténticos en nuestra vida cristiana; seamos congruentes con lo que decimos que es nuestra fe, porque la fe no puede ser un vestido que nos pongamos en algunas ocasiones, mientras en otros momentos de la vida nos olvidamos de esa auténtica actitud del creyente. Somos o  no lo somos. Y como creyentes y seguidores de Jesús tenemos que manifestarnos en todo momento.

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