miércoles, 4 de noviembre de 2015

Tengamos claro lo que significa el seguimiento de Jesús para caminar a su paso y vivir con corazón generoso

Tengamos claro lo que significa el seguimiento de Jesús para caminar a su paso y vivir con corazón generoso

Romanos 13,8-10; Sal 111; Lucas 14,25.33

Nos propone Jesús hoy en el evangelio dos ejemplos, a modo de parábolas si queremos llamarlos así, muy ciertos y que nos tendrían que hacer pensar mucho en cómo nos planteamos la vida.
El que va a construir algo primero piensa además de cómo hacerlo si tiene los medios necesarios para emprender la obra que quiere realizar; lo mismo el ejemplo del rey o gobernante que va a emprender una batalla o tiene unos objetivos para su gobierno ha de ver cómo va a realizarlo y si tiene las posibilidades de conseguirlo.
La vida es mucho más que una construcción o una batalla, porque eso son solo imágenes y la vida es más bella, pero realmente hemos de saber bien lo que queremos hacer con ella. Y en nuestro caso hablando de nuestro ser cristiano hemos saber bien en lo que nos embarcamos. No podemos decir que somos cristianos solo por una tradición o simplemente dejándonos llevar por la rutina de lo que siempre se hace. Si quiero en verdad ser cristiano he de saber entender bien lo que eso significa, lo que va a implicar mi vida, lo que va a representar para mi el ponerme en camino de seguir a Jesús.
Hoy nos está hablando Jesús de unas exigencias, de un tomar la cruz o de un poner una serie determinada de cosas en un segundo lugar. Nos habla de posponer, o sea poner detrás, poner en otro lugar que no sea lo primero de nuestra vida. Lo primero es Dios y nada ni nadie puede ocupar su lugar. Por eso nos dice que el amor que le tengamos a Dios, el amor que le tengamos a El ha de ser la primacía de nuestra vida.
‘Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío’. No nos dice Jesús que no podemos amar a nuestro padre o nuestra madre, a los hijos o a los hermanos. Es que el amor que le tenemos a Dios nos obliga a amarlos con toda intensidad, pero nunca podrán ocupar el lugar de Dios.
Lo mismo cuando se trata del desprendimiento con que hemos de vivir la posesión de las cosas que en la vida tengamos. Se trata de no convertirlas en dioses de nuestra vida. Bien vemos por otra parte del evangelio cómo hemos de vivir con responsabilidad y desarrollar todas nuestras capacidades; nos enseñará por otro lado que lo que tenemos no debe encerrarnos en nosotros mismos, sino que hemos de saber compartir con los otros porque esos bienes no son solo nuestros sino que están en bien también de los demás.
Por otra parte hemos de saber ser agradecidos por lo que tengamos o lo que consigamos con nuestro esfuerzo, dándole gracias a Dios, pero sintiendo siempre que Dios es el único centro de nuestra vida y no podemos convertir nunca las cosas que poseemos o el amor que le tenemos a los demás en ídolos de nuestra vida. En nuestro corazón, primero Dios. Y con Dios en el corazón, su amor, para poder amar lo que la vida nos da y para darlo a los demás, para poder compartirlo.
‘Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos, decíamos en el salmo, Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad’.


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