miércoles, 18 de noviembre de 2015

Esa onza de oro puesta en tus manos es todo eso que puedes hacer cada día para que sean más felices los que están a tu lado y el mundo sea mejor

Esa onza de oro puesta en tus manos es todo eso que puedes hacer cada día para que sean más felices los que están a tu lado y el mundo sea mejor

2Macabeos 7,1.20-31; Sal 16; Lucas 19,11-28

‘Estaban cerca de Jerusalén y pensaban que el Reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro…’ No terminaban de entender. Jesús lo iba anunciando constantemente. No terminaban de comprender las señales que se iban manifestando. Ahora Jesús iba anunciando que aquella subida a Jerusalén tenía una trascendencia especial. Hablaba de pascua, de pasión, de muerte y no les cabía en la cabeza. Pero, ¿llegaba o no llegaba el Reino de Dios? ¿Acaso serían momentos de revueltas y de revoluciones para que todo cambiara? Muchas ansias en sus corazones aunque no sabían bien cómo enfocarlas. Muchos interrogantes también que se quedaban sin respuesta.
Y como dice el evangelista esto motivo la parábola que Jesús les propone. Es la parábola paralela a la que nos ofrece Mateo en su evangelio de los talentos. San Lucas nos habla de onzas de oro, pero el significado viene a ser el mismo. Aquel personaje noble se va a buscar el título de rey y es cuando les deja las onzas de oro a sus servidores. Pero está también el detalle de que algunos no querían que aquel personaje obtuviera el título de rey. Y está la misión que Jesús les confía a sus servidores de administrar, negociar, hacer fructificar aquellas onzas de oro, aunque no con igual resultado porque alguno la guardará bien guardada para que no se pierda pero no hace nada con ella.
¿Qué nos quiere decir Jesús? ¿Qué puede significar aquella onza de oro puesta en las manos de sus servidores? ¿Podrán significar ese Reino que todos buscaban y en el que Jesús en verdad se va a proclamar Rey y Señor? ¿Podría significarnos que no tenemos que buscarlo fuera de nosotros ni en cosas espectaculares sino que lo que tenemos en nuestras manos, porque a nosotros se nos ha confiado el irlo construyendo día a día? ¿Qué hacemos? ¿Qué estamos haciendo por ese Reino de Dios?
miramos la vida, miramos la Iglesia, miramos nuestro mundo y tantas veces lo que hacemos son quejas y lamentos porque el mundo marcha mal, porque hay problemas en la Iglesia, porque en la vida tenemos tantos problemas, porque la gente hace o no hace caso y no vemos que en verdad nuestro mundo vaya cambiando. Muchas veces parece que estamos esperando a lo que hagan otros, que los problemas se resuelvan por si solos, que el mundo encuentre paz porque otros, los gobernantes o los dirigentes, tienen que hacer no sé cuantas cosas. ¿Cuándo en verdad nuestro mundo va a ser ese Reino de Dios en plenitud?
Y quizá no nos damos cuenta de las onzas de oro que Dios ha puesto en nuestras manos, de las posibilidades que nosotros tenemos de comenzar a hacer más presente el Reino de Dios en nuestro mundo, de que en verdad nuestro mundo, nuestra sociedad vaya siendo mejor cada día. Nos olvidamos de que ese Reino de Dios está en nuestras manos, que nosotros hemos de ir poniendo nuestro granito de arena, si solo es eso lo que tenemos, pero que podemos ir haciendo con nuestro amor, con nuestra responsabilidad, con nuestros deseos de paz, con nuestro trabajo por la justicia que el mundo sea mejor cada día. No se transforma nuestro mundo desde grandes decisiones que se tomen y nos impongan, sino de esas pequeñas cosas que cada uno puede ir haciendo cada día. Y tenemos muchas oportunidades, muchas posibilidades.
Piensa, por ejemplo, qué hiciste ayer de bueno desde tu responsabilidad por hacer que las cosas marchen bien. Piensa qué bueno has hecho hoy para hacer  más felices a los que están a tu lado, a tus familiares cercanos, a tus compañeros de trabajo, a tus amigos. Si viviste o estás viviendo encerrado en ti mismo sin sentir ninguna preocupación por los demás eres como aquel que guardó la onza en el pañuelo para que no se le perdiera. Pero piensa cuantas cosas positivas puedes hacer cada día, empezando por vivir con total responsabilidad tus obligaciones y no perdiendo el tiempo tontamente.
En muchas cosas prácticas que hacemos o podemos hacer cada día hemos de traducir esto que estamos reflexionando. Así iremos construyendo un mundo con más paz, un mundo más solidario, un mundo donde nos sintamos amigos y hermanos, un mundo donde brille una felicidad profunda en los corazones; estaremos construyendo el Reino de Dios.


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