jueves, 1 de octubre de 2015

Ponerse en camino no es quedarnos resguardados en el calor de nuestra casa, sino salir a la intemperie, abrirse a nuevos horizontes

Ponerse en camino no es quedarnos resguardados en el calor de nuestra casa, sino salir a la intemperie, abrirse a nuevos horizontes

Nehemías 8, 1-4ª. 5-6. 7b-12; Sal 18; Lucas 10, 1-12

‘Designó otros setenta y dos discípulos y los envió por delante… a los lugares y sitios donde pensaba ir él… y les decía: Poneos en camino…’
Los envía y los envía a sitios y lugares distintos; no donde siempre se había ido, no donde ya lo conocían. Es significativo este detalle porque nos está diciendo cómo no podemos quedarnos en lo mismo ni en los mismos; es nuestra tentación, con aquello de que queremos dejar bien fortalecida la obra encomendada nos quedamos en lo mismo y nos quedamos con los mismos. Y el corazón del apóstol es un corazón inquieto que siempre busca más, busca lugares nuevos, de la misma manera que sabe que muchos otros que no han recibido la Buena Noticia y a los que tenemos que llegar.
Ponerse en camino no es quedarnos resguardados en el calor de nuestra casa, sino salir a la intemperie, abrirse a otros horizontes, enfrentarse quizá a otros problemas, ir al encuentro de otras personas, descubrir otras necesidades, salir a ese mundo real que quizá muchas veces estando cercano a nosotros quizá desconocemos. Ponerse en camino es ir tendiendo puentes a otros mundos, a otras personas; es romper barreras y fronteras para ir a lo que está más allá y quizá nos pueda resultar desconocido. Sin temores ni miedos porque vamos con la misión de Jesús y la fuerza de su Espíritu.
Dichosos los pies de los evangelizadores de la paz; dichosos los misioneros y los apóstoles que se arriesgan a ponerse en camino para llevar ese anuncio de la paz. Algunas veces parece que lo olvidamos reposando tranquilamente a la sombra de nuestro campanario, a la sombra de ese mundo en el que nos hemos acostumbrado a vivir plácidamente y terminamos que ya ni nos preocupamos de hacer de verdad ese anuncio a los que están cercanos a nosotros. Dichosos hemos de sentirnos porque aun hay misioneros, apóstoles que se arriesgan, que se lanzan por el mundo con ese encargo de Jesús. Han de ser para nosotros un despertador de nuestras conciencias.
El mundo nos necesita porque no tiene esa paz. Cuántos conflictos y guerras y no son solo esas guerras que parece que son las únicas que merecen unos titulares en los medios de comunicación, sino que son esas otras batallas y enfrentamientos que cada día afloran en nuestras mutuas relaciones cuando no nos respetamos ni aceptamos, cuando nos dejamos arrastrar por esos orgullos y desavenencias, cuando aun no hemos hecho desaparecer del todo la insolidaridad de nuestro corazón.
Es el mensaje que nos he encargado Jesús que llevemos a los demás cuando nos ha puesto en camino. Salgamos valientes, presurosos, decididos, con generosidad en el corazón a llevar ese anuncio de paz saltando barreras y fronteras para ser capaces de llegar también a esos que están más allá, en los que nunca hemos pensado o en los que nunca nos hemos fijado. Es la fuerza del Espíritu la que nos tiene que guiar.


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