Jesús siempre viene a nuestro encuentro, tiene una palabra de ánimo para nosotros y nos llena de una nueva vitalidad
Números
12, 1-13; Sal
50; Mateo
14, 22-36
Jesús siempre viene a nuestro encuentro cualquiera que
sea la situación en la que nos encontremos. Creo que es algo que no deberíamos
olvidar. Sobre todo cuando nos sentimos solos o en los peores momentos de
nuestra vida. Nos parece que no podemos, que no avanzamos, que no alcanzamos
las metas propuestas, pues abramos bien los ojos de la fe y descubramos su
presencia; no nos engañemos, no pensemos en fantasmas, como tampoco estemos
buscando hechos especialmente milagrosos, porque llega el Señor cuando menos lo
esperamos y de la manera quizá que menos pensamos.
Cuantos miedos nos atenazan en la vida que nos hacen
perder el pie, perder la paz. Todo se nos vuelve oscuro porque los problemas
pueden ser muchos y quizá duros, o porque nos habíamos trazados unos planes que
quizá no eran verdaderamente los planes de Dios, sus designios divinos. Y se
nos hace difícil ver, se nos hace difícil creer. Nos parece que nos hundimos.
Es lo que nos refleja el evangelio de hoy. Jesús los
pone en camino; han de atravesar el lago para ir a la otra orilla; el trayecto
se les está haciendo muy costoso, porque los vientos los tienen en contra y el
mar, el lago parece que se va a embravecer. Van solos; o al menos eso es lo que
ellos piensan. Porque cuando mas dura se les está haciendo la travesía, resulta
que Jesús va a su lado, pero no lo saben ver.
Les parece que es Jesús pero les parece también un
fantasma; quieren pruebas; Pedro quiere caminar también sobre las aguas como
Jesús, pero sigue dudando y sigue teniendo miedo; con dudas y con miedos no se
puede tener seguridad, y comenzó a hundirse. Pero allí está Jesús que tiene su
mano.
Cuando Jesús está a nuestro lado siempre nos está
tendiendo la mano para que tengamos seguridad; siempre nos está poniendo el
camino porque no nos podemos quedar siempre en la misma orilla; con Jesús
aparecerán iniciativas nuevas, nuevos impulsos, nos sentiremos siempre
estimulados a lo mejor porque no nos podemos quedar en mediocridades, siempre
tenemos que tender a más.
‘No tengáis miedo’, les dice Jesús. Y cuando tienen la
seguridad de que Jesús está con ellos vuelve la calma; con la seguridad de que
Jesús está con nosotros no nos faltará la paz aunque tengamos los vientos en
contra, aunque nos sea dificultoso el camino o algunas veces no tengamos por
donde salir.
Es la firmeza de nuestra fe. Es la confianza que el
Señor despierta en nosotros. Son los nuevos impulsos que sentimos movidos por
su Espíritu. Son las nuevas tareas que somos capaces de emprender. Son esas
iniciativas que nos sugiere el Espíritu en la tarea de la nueva evangelización.
Con Jesús no nos hundimos. Tenemos seguridad. Abramos bien los ojos de nuestra
fe para vivir a Jesús que nos sale al encuentro en todo momento, en toda
circunstancia, en toda ocasión. Jesús siempre tiene una palabra de ánimo para
nosotros y nos llena de una nueva vitalidad.
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