sábado, 31 de enero de 2015

Acudimos con fe a Jesús para saber sentir que El está ahí a nuestro lado aunque no lo veamos

Acudimos con fe a Jesús para saber sentir que El está ahí a nuestro lado aunque no lo veamos

Hebreos, 11, 1-2.8-19; Sal.: Lc. 1, 69-75; Marcos, 4. 35-40
‘¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?’ Es la queja de Jesús ante la falta de confianza de los discípulos. Habían acudido gritando a Jesús: ‘Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?’
Iban atravesando el lago como tantas veces en las idas y venidas de Jesús de un lado para otro; o como tantas veces lo habían atravesado porque aquel había sido su lugar de trabajo hasta que Jesús les invitara a seguirle. Muchos vientos recios seguramente habían soportado también en otras ocasiones y como avezados pescadores sabrían soportar la tormenta. Pero ahora parece que no es igual, es más fuerte. ‘Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua’. Jesús estaba allí. Pero ‘estaba a popa dormido sobre un almohadón’. Es cuanto lo despiertan suplicándole, como hemos escuchado.
Pero allí estaba Jesús, ¿por qué habían de temer? Allí estaba Jesús pero en silencio ante su situación, ‘dormido sobre un almohadón’. Se parece a situaciones por las que pasamos tantas veces en la vida. Tentaciones, problemas, luchas, contratiempos, dificultades, cosas en contra como vientos recios, como huracanes y parece que nos hundimos. También gritamos, aunque nos parece que el cielo no nos escucha, como decimos en muchas ocasiones. ¿Nos faltará confianza? ¿Nos faltará a nosotros también fe?
El Señor está ahí aunque no se haga notar. El Señor está ahí y El es de verdad nuestra fuerza y nuestra seguridad. También le gritamos al Señor, le suplicamos desde nuestras angustias, desde nuestras debilidades. Tenemos que suplicarle, sí, poner en El toda nuestra confianza. También tenemos que decirle ‘¿no te importa que nos hundamos?’ Porque además no es solo la confianza que podamos tener en nosotros mismos, o en nuestro saber hacer las cosas o la fuerza de voluntad que nosotros pongamos. Todo eso, es cierto, tenemos que ponerlo, pero nuestra última confianza está en el Señor y a El acudimos.
Y acudimos con fe a Jesús; con fe para saber sentir que El está ahí a nuestro lado aunque no lo veamos; con fe para seguir los caminos del Señor que muchas veces pueden ser diferentes a nuestros caminos; con fe para saber esperar ese actuar del Señor en nuestra vida porque sus tiempos no son nuestros tiempos; con fe para descubrir de verdad cual es su voluntad, porque son sus caminos los que tenemos que buscar.
Que el Señor nos dé esa fe que necesitamos. Que el Señor venga en nuestra ayuda. Que el Señor nos dé la gracia de hacernos sentir su presencia. Que el Señor nos llene de su paz.


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