domingo, 28 de diciembre de 2014

El niño Jesús crecía y se robustecía, se llenaba de sabiduría y de gracia en el caldo de cultivo del amor de la familia de Nazaret

El niño Jesús crecía y se robustecía, se llenaba de sabiduría y de gracia en el caldo de cultivo del amor de la familia de Nazaret


La familia es la más hermosa escuela del amor. Si no lo fuera así se destruiría a si misma. No se puede fundamentar la comunidad familiar desde otros intereses o ambiciones. Nace y se fundamenta en el mismo amor de los esposos, del hombre y la mujer que se aman y se dan y quieren compartir su vida. Es el más hermoso caldo de cultivo de un auténtico amor. Y de ahí, de ese amor brotará el más hermoso fruto de ese amor que son los hijos.
Y cuando lo hemos cimentado todo en el amor como el más eficaz fundamento los hijos harán crecer ese amor al tiempo que crecerán alimentados en ese mismo amor. Es un amor abierto a la vida que crece y se enriquece más y más cuanto más se da, cuanto más se ama. Será el hermoso taller donde construimos la vida en su más profunda felicidad. De ahí cuanto hemos de cuidar la familia, cuánto hemos de cuidar el amor para que nunca se vea empañado por ninguna perturbación ni ninguna tentación a encerrarse en si mismo porque lo haría egoísta y lo destruiría.
Pero somos humanos y erramos muchas veces y nuestro corazón se contagia de muchas cosas que pueden perturbar ese amor. Pero el creyente cristiano sabe bien donde ha de alimentar ese amor, donde encontrará la fuerza que no solo lo mantenga sino que lo haga crecer. Es el abono de la gracia divina que enriquece la vida matrimonial y familiar con el sacramento del matrimonio.
El creyente sabe que no camina solo. Junto a él está la gracia divina que alimenta su amor, lo fortalece y lo enriquece. Y es que Jesús no nos deja solos nunca en el camino de la vida. Sabe de nuestras debilidades y flaquezas, que nuestro espíritu muchas veces tiende a atrofiarse y a enfermarse con muchos males, porque nos sentimos tentados al egoísmo y al encerrarnos en nosotros mismos, aparecen las ambiciones y nos malean los orgullos y los recelos.
El nos garantiza la seguridad y fortaleza de su gracia. Como solemos decir cuando una pareja cristiana celebra con todo sentido el sacramento del matrimonio no solo hay un compromiso adquirido por los propios contrayentes a vivir a ese amor según el sentido y el estilo de Cristo, sino que Cristo mismo se compromete a acompañar ese camino de amor de aquel matrimonio y de aquella familia que nace. Por parte de Cristo no nos faltará nunca la asistencia de su gracia. Tendríamos nosotros que saber contar más con El.
En el marco de la Navidad, del misterio de Dios que se hace Emmanuel, que quiere ser Dios con nosotros y para eso se ha hecho hombre, encarnándose en el seno de María, además de redimir nuestra vida de tantos males con los que la destrozamos, hoy se nos quiere mostrar el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret, de aquel hogar de José, María y Jesús. Cómo tenemos que aprender de aquel hogar, de aquella sagrada familia de Nazaret. Quiso Cristo al asumir nuestra naturaleza humana nacer y crecer en el seno de un hogar, de una familia, para así mostrarnos todo lo que es la riqueza de su gracia que nos acompaña.
Si comenzábamos diciendo que la familia es la más hermosa escuela de amor, qué podríamos decir de aquella Sagrada Familia de Nazaret. En el amor de aquel hogar nació y creció Jesús. ‘El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba’, nos dice el evangelista. El niño crecía y se robustecía, se llenaba de sabiduría y de gracia de Dios en el caldo de cultivo del amor de aquella familia de Nazaret.  ¡Qué hermoso pensamiento!

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