jueves, 10 de julio de 2014

No necesitas dinero ni cosas materiales para regalar una sonrisa al que está a tu lado y alegrarle el día



No necesitas dinero ni cosas materiales para regalar una sonrisa al que está a tu lado y alegrarle el día

Os. 11, 1-4.8-9; Sal. 79; Mt. 10, 7-15
‘Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca’, es el mandato de Jesús. Ya ayer escuchábamos como entre todos los discípulos había escogido a doce a los que constituyó apóstoles, sus enviados a hacer el anuncio del Reino.
¿Cómo han de hacer ese anuncio? Ya escuchábamos entonces que ahora no habían de ir ni a tierra de paganos ni a Samaría sino solo a las ovejas descarriadas de Israel. Aquellos de las que Él había sentido lástima cuando las había contemplado extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor. Aquí envía ahora a sus discípulos, a los apóstoles escogidos y enviados de manera especial.
Han de hacer el anuncio del Reino, pero no serían solo sus palabras sino que su misma vida había de ser signo para aquellas gentes de que el Reino de Dios había llegado, estaba cerca. Les da autoridad para expulsas a los espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Ahora les dice ‘curar enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’.
Aquí está la clave, lo que habían recibido. Por eso decimos que no solo habían de ser sus palabras las que hicieran ese anuncio, sino sus mismas vidas. Allí tenían que presentarse como quienes Vivian ya ese señorío de Dios sobre sus vidas, porque eso tenía que ser vivir el Reino de Dios; allí habían de presentarse ellos como los primeros que habían sido liberados por la gracia del Señor de todo mal, y eso mismo habían de hacer con aquellos que encontrasen.
Han de llevar el anuncio de la paz, no solo con el saludo de sus palabras, sino con las actitudes de sus vidas. Por eso les pide que no lleven nada, solo han de llevar la paz que llena e inunda sus corazones; no necesitan nada más para hacer ese anuncio del Reino.  No será en apoyos humanos donde han de afirmarse, sino en la confianza total con el Dios que les ama. ¿No habían oído hablar ya de la providencia de Dios allá en el sermón del monte? Dios proveerá; si la obra que van realizando es obra de Dios, con Dios han de contar.
De ahí el desprendimiento y generosidad que tiene que brillar en sus vidas; de ahí esa disponibilidad y ese dejarse conducir por el Señor. ‘No llevéis en la faja oro, plata o calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón… cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quien hay de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis…’ Es el desprendimiento total; es la confianza puesta en Dios que no nos abandonará; es la fortaleza que encontraremos en el Espíritu del Señor. 
Os confieso una cosa; cuando lee uno los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, los viajes de san Pablo, uno piensa desde las cosas o la manera de hacer las cosas como estamos acostumbrados, que para poder realizar tan grandes desplazamientos se necesitarían muchos medios incluso económicos para poder ir de un sitio a otro. ¿San Pablo era tan rico como para hacerse tan largos viajes y desplazamientos? Es el pensar como una tentación que le viene a uno a la cabeza.
Pero tenemos que haber escuchado antes y meditado mucho este pasaje del evangelio que hoy hemos escuchado y estamos meditando. Es fijarnos en lo que nos pide el Señor; con nuestra pobreza, nuestra disponibilidad, la generosidad del corazón; ya Dios dispondrá de los medios. En El tenemos que poner toda nuestra confianza. Ya sé que eso nos cuesta porque somos muy humanos y nos parece que sin medios materiales poco o nada podríamos hacer. Es cierto que los necesitamos, pero nuestro apoyo lo hemos de buscar siempre en el Señor.
Cuantas cosas buenas podemos hacer cada día si hay disponibilidad para el bien en nuestro corazón. No son cosas materiales solamente lo que necesitan los que están a nuestro lado. Con nuestra acogida y sinceridad, con nuestro espíritu humilde y nuestra generosidad para compartir, con la alegría de nuestro corazón y nuestra capacidad de escucha, cuánto podemos hacer. ¿Necesitas dinero para una sonrisa o para poner cara amable al que está a tu lado? Así podríamos pensar en muchas cosas con las que podemos alegrarle el día a los que están a nuestro lado.
Son los milagros que cada día nos pide el Señor que realicemos, porque primera que nada nosotros tenemos que ser capaces de superarnos de nuestras limitaciones, de nuestros cansancios o de nuestro mal humor, de nuestros agobios para tener paz en el alma, para tener una sonrisa en el rostro, para tener una mano abierta y tendida para ayudar a dar un paso o caminar al que está a nuestro lado. Si tenemos generosidad en el corazón muchas cosas podemos hacer con las que estaremos manifestando de verdad que el Reino de Dios está en nosotros.

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