viernes, 28 de marzo de 2014

¿Nos dirá también Jesús a nosotros que no estamos lejos del Reino de Dios? Examinemos nuestro amor a Dios



¿Nos dirá también Jesús a nosotros que no estamos lejos del Reino de Dios? Examinemos nuestro amor a Dios

Os. 14, 2-10; Sal. 80; Mc. 12, 28-34
‘No estás lejos del Reino de los cielos’, le dijo Jesús a aquel escriba que le había venido con preguntas. Vemos repetidamente en el evangelio que vienen con preguntas a Jesús. ‘¿Qué es lo que tengo que hacer para heredar la vida?’ preguntaba un día un joven con ilusión por ser bueno. Otras veces las preguntas vienen con mala intención queriendo poner a prueba al Maestro; otras con buena voluntad con deseos de buscar lo que es lo fundamental que hay que hacer; algunas veces las preguntas son capciones queriendo ver la respuesta del Maestro para hacerse luego sus conclusiones.
Hoy el diálogo que se entabla entre Jesús y aquel escriba es aleccionador, profundo y enriquecedor. Jesús responde con las palabras de la propia Escritura tanto del Deuteronomio como del Levítico. Y como es corroborado por el escriba que ratifica que él cree también de verdad que lo importante es ese amor a Dios sobre todas las cosas, es por lo que Jesús concluirá diciéndole que no está lejos del Reino de Dios.
Nos hacemos preguntas también nosotros muchas veces con mucha sinceridad en el corazón para discernir si lo que estamos haciendo está bien. Buscamos también lo que es lo fundamental de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. Aunque algunas veces nos creemos algunas confusiones dentro de nuestro corazón. Nos pensamos que somos buenos y que con no hacer daño a los demás ya lo tenemos todo hecho. Es cierto que es importante el  no hacer daño a los demás, pero la respuesta se quedaría corta.
Algunas dicen, como yo sea bueno con los demás y no haga daño a nadie, y ayude cuando pueda, ya me es suficiente y no necesito nada más; y cuando dicen que no necesitan nada más están queriendo decir que no necesitan ni rezar, ni venir a la Iglesia, ni ningún acto religioso. Eso, es cierto, es ser un hombre bueno, una persona buena; pero cuando hablamos de un cristiano tenemos que pensar en algo más, tenemos que fijarnos en Jesús y escuchar clara y sinceramente lo que El nos dice en el Evangelio.
Hoy nos está diciendo que tenemos que poner de verdad en el centro de nuestra vida a Dios. Hemos de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida, con todo  nuestro ser. Es el Señor y el único Dios de nuestra vida, a quien le debemos amor, pero no un amor cualquiera, no un amor mezquino, sino un amor total. Como consecuencia surgirá el amor que hemos de tener al prójimo; como fundamento y base de ese amor que le tenemos a Dios, estará el amor al prójimo. Porque no podrá haber uno sin el otro.
Por eso a la respuesta del escriba Jesús le dirá que no está lejos del Reino de Dios. ¿No significa el Reino de Dios reconocer que Dios es nuestro único Rey y Señor y a El le debemos todo nuestro amor? Y cuando sentimos que Dios es el único Rey y Señor de nuestra vida, estaremos siempre dispuestos a hacer en todo su voluntad para manifestar ese amor; y ya sabemos que la voluntad del Señor es que nos amemos los unos a los otros, como El nos ha amado. Fue el mandamiento que nos dejó Jesús.
Bien nos viene reflexionar en todo esto aunque lo tengamos bien sabido. Hemos de reconocer que muchas veces cuando hacemos el examen de nuestra conciencia y repasamos los mandamientos de la ley de Dios, quizá por este primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas pasamos muy rápidamente porque damos por sentado que amamos a Dios.
Pero creo que tendríamos que detenernos en él para ver si en verdad es así sobre todas las cosas como amamos al Señor y en qué estamos manifestando que le tenemos ese amor. Podríamos encontrarnos con la sorpresa de que no es tan intenso nuestro amor a Dios porque muchas veces andamos con raquitismos y mezquindades y a la hora de acercarnos a  Dios para darle culto hay otras cosas a las que le damos más importancia y nos retraemos y todo nuestro amor no es para el Señor.
Que podamos escuchar en nuestro corazón esa palabra de Jesús que nos dice que no estamos lejos del Reino de Dios.

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