martes, 11 de febrero de 2014

FE Y CARIDAD: TAMBIEN NOSOTROS DEBEMOS DAR LA VIDA POR LOS HERMANOS



Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos»

XXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2014

En este día 11 de febrero hacemos memoria de la Virgen en su Advocación de Lourdes, recordando las apariciones de la Virgen en aquel pequeño pueblo del sur de Francia, bordeando los Pirineos a una jovencita, Bernardita de Soubirous a mediados del siglo XIX.
Pronto en torno a aquel lugar donde la Virgen le pidió a Bernardita que levantara una Iglesia en su honor se ha formado un Santuario, lugar de peregrinaciones de gentes todo el mundo que acuden hasta la Virgen pidiendo su gracia y protección maternal. Es un lugar donde diariamente vemos desfilar miles y miles de peregrinos y enfermos que quieren llegar hasta la gruta de las apariciones para así sentir esa protección de María.
Muchos son los que acuden allí con sus dolores y limitaciones fisicas pidiendo la curación y muchos son los que de allí vuelven sanados en su cuerpo, cuando la gracia de Dios así lo quiere, pero reconfortados en su espíritu desde un encuentro vivo con el Señor con la mediación de María.  Esos son los verdaderos milagros que allí, si hacemos una mirada de fe y pudieramos conocer lo que pasa en el alma de cada uno, podríamos contemplar.
Es por eso que, cuando el Papa Juan Pablo II quiso instituir esta Jornada Mundial de los Enfermos - ya hacía años que en España veníamos celebrando el Día del Enfermo - fue esta fecha del día de las apariciones de la Virgen en Lourdes el que fue escogido para esta celebración. Es lo que hoy nosotros también queremos celebrar.
Con este motivo el Papa Francisco ha dirigido un hermoso mensaje a toda la Iglesia, pero de una manera especial al mundo del dolor de cuantos sufren por sus enfermedades y limitaciones y también a cuantos los atienden o los cuidan. ‘Me dirijo particularmente a las personas enfermas y a todos los que les prestan asistencia y cuidado’, nos dice en su mensaje. Y nos dice ‘la Iglesia reconoce en vosotros, los enfermos, una presencia especial de Cristo que sufre’. Es muy hermoso el lema que se nos propone para esta Jornada: ‘Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16)’
Y continúa diciendonos: ‘En efecto, junto, o mejor aún, dentro de nuestro sufrimiento está el de Jesús, que lleva a nuestro lado el peso y revela su sentido. Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él’.
Estamos frente al misterio del amor de Dios. En ese amor de Dios es donde vamos a encontrar ese sentido, pero también esa fortaleza que necesitamos para vivir nuestra vida. En ese amor podemos y tenemos que saber hacer una ofrenda de nuestra vida al Señor. cuando somos capaces de dar, de ofrecer nuestra vida, incluso en medio del dolor, adquiere un nuevo sentido, tendremos un nuevo animo para vivir nuestra situación de dolor y de sufrimiento.
Y eso en todo dolor y en todo sufrimiento, no solo nuestros dolores físicos o enfermedades corporales, sino que hemos de aprender a hacerlo, a vivirlo en esos otros sufrimientos que en la vida nos vamos encontrando en nuestros problemas, en nuestras limitaciones, y en todo lo que significa un encuentro con los demás, que muchas veces se nos puede volver doloroso. Pero si sabemos vivir la vida, en cualquiera que sea la situación en la que nos encontremos, con amor, todo puede llevarnos a un camino de dicha y felicidad mas profunda, aquella dicha y felicidad que Jesús nos promete en las Bienaventuranzas.
Como  nos dice el lema de la Jornada recordándonos el evangelio «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» y es lo que queremos hacer con la ofrenda de nuestro amor. Cuánto podemos hacer también los enfermos, los que se sienten impedidos, los que tienen su cuerpo lleno de sufrimientos o limitaciones, no solo por la enfermedad sino también por la edad.
El mensaje del Papa, aunque breve, nos da para muchas y profundas reflexiones, más largas que las que nos podamos hacer en el breve tiempo de una homilia. Ya tendremos oportunidad de seguir profundizando más en ello.
El Papa en su mensaje nos hace volver nuestra mirada a María, la que supo vivir su vida desde el amor y siempre con amor para  darse, para entregarse, para decir sí a Dios, para estar siempre dispuesta al servicio a los demás, para ella también hacer una ofrenda de amor, junto a la cruz de Jesús. Merece la pena detenernos un poco en las palabras del Papa que simplemente os ofrezco textualmente.
‘Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros de que nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena’.
Que ‘la intercesión de María ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan’. Que María nos alcanzce esa gracia del Señor.

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