lunes, 27 de enero de 2014



No desconfiemos nunca de la acción de Dios en nosotros que nos lleva por caminos de santidad

2Sam. 5, 1-7.10; Sal. 88; Mc. 3, 22-30
‘Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir…’ son los ejemplos que les propone Jesús para rebatir la injuriosa blasfema calumnia que quieren levantar contra él.
Ya habían dicho de Jesús que blasfemaba cuando perdonó los pecados al paralítico que llevaron a su presencia. Pero ahora son ellos los que blasfeman contra el Espíritu de Dios presente en Jesús queriendo atribuirle que si expulsa los demonios lo hace con el poder del jefe de los demonios, lo que se sale de toda congruencia; por eso Jesús les dice lo del reino en guerra civil o la familia dividida que no pueden subsistir. ‘Si Satanás se rebela contra sí mismo para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido’.
El espíritu maligno es el espíritu de la confusión y de la mentira. Es la forma como también nosotros somos tentados tantas veces queriendo crear confusión en nuestro espíritu. A la larga la tentación está en presentarnos lo malo como bueno, en querernos convencer de que aquello en lo que somos tentados no es tan malo, es natural, no tendríamos que verlo como malo.
Fijémonos como nosotros  mismos muchas veces a sabiendas de que lo que hacemos no es bueno, sin embargo queremos buscarnos mil justificaciones para hacer lo que hacemos y nunca nosotros queremos sentirnos culpables y, si acaso llegamos a reconocer que no es tan bueno lo que hemos hecho, trataremos de echarle la culpa a los demás.
Eso nos está enseñando cómo tenemos que tratar de formar nuestra conciencia rectamente, buscando los fundamentos verdaderos de la moralidad de nuestros actos en lo que es la ley del Señor y en su palabra revelada. Como se suele decir queremos arrimar el ascua a nuestra sardina, y de una forma subjetiva queremos ver la cosas  pero no las confrontamos lo  más objetivamente posible con lo que es la ley del Señor y su revelación de la que la Iglesia es la más autentica trasmisora.
La catequesis que hemos recibido a lo largo de la vida no siempre ha sido todo lo profunda que tenía que haber sido,  porque muchas veces se nos ha quedado en los elementales conocimientos que recibimos de niños en consonancia con la edad y madurez que entonces teníamos. Hubiéramos necesitado que en la medida que íbamos madurando como personas hubiéramos ido madurando también esa formación cristiana y moral, de donde surgen tantas lagunas luego en la necesaria madurez de nuestra vida cristiana.
Y es entonces cuando el espíritu maligno se aprovecha de esa debilidad e inmadurez de nuestra formación para crearnos esas confusiones en nuestro espíritu para arrastrarnos con la tentación y al pecado que nos aleje de los caminos de Dios. Tentaciones que nos ayudarían a superar, por una parte esa más profunda formación en nuestra vida cristiana y moral, pero que también con una vida de más intensa relación con Dios en nuestra oración y en la práctica de los sacramentos. Es la gracia del Señor que nos acompañaría en nuestra vida y nos daría fortaleza con la tentación y el mal.
Pidámosle al Señor que nos conceda la fortaleza de su Espíritu para mantenernos firme frente a toda tentación; que nos dé Espíritu de Sabiduría para saber discernir bien todo cuando nos va sucediendo y no se cree en nuestro corazón ese espíritu de confusión que nos lleva por los caminos de la mentira y el mal. Que no desconfiemos nunca de la acción de Dios en nuestra vida; El nos va conduciendo, siendo nuestra fortaleza frente al maligno; sepamos dar gracias a Dios por el Espíritu Santo que llena nuestro corazón y nos enseña a recorrer los caminos de la santidad.

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