miércoles, 3 de julio de 2013

las dudas de santo tomas nos hacen proclamar nuestra fe

Cimentados en la fe de los Apóstoles las dudas de Santo Tomás nos hacen proclamar firmemente la fe

Ef. 2, 19-22; Sal. 116; Jn. 20, 24-29
El pasado sábado, cuando celebrábamos la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo, escuchábamos a Jesús que nos hablaba de la piedra sobre la que iba a fundamentar su Iglesia, en referencia al apóstol Pedro. Hoy cuando estamos celebrando la fiesta de otro apóstol, Santo Tomás, hemos escuchado en la carta a los Efesios que san Pablo nos habla de que estamos ‘cimentados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas’ y nos recuerda que ‘el mismo Cristo Jesús es la piedra angular’.
Es la importancia que le damos en la Iglesia a las fiestas de los Apóstoles. Somos una Iglesia, cuya una de sus características es ser precisamente apostólica. Somos herederos de la fe de los apóstoles; en ellos entroncamos nuestra fe para llegar a Cristo que es verdaderamente la piedra angular de nuestra fe, porque es en Cristo en quien encontramos la salvación.
En Cristo quedamos ensamblados, como nos dice san Pablo, para formar ese edificio de de nuestra fe, ese edificio que es la Iglesia en la que vivimos, celebramos y alimentamos nuestra fe. A través de los Apóstoles nos ha llegado el conocimiento de esa fe, el conocimiento de Cristo, puesto que a ellos se les confió la misión de ir por el mundo anunciando el evangelio, anunciando el nombre de Jesús, el único en quien encontramos la salvación, porque no hay ningún otro nombre que nos pueda salvar.
Hoy estamos celebrando al apóstol santo Tomás. Su figura, en lo poco incluso que nos dice el evangelio de él, es para nosotros estimulando, porque le vemos como uno de nosotros con sus dudas y preguntas, con sus deseos de ver claramente aunque no siempre lo conseguía y también con su búsqueda de una verdad que incluso él quería palpar con sus propias manos. Sus dudas e interrogantes nos ayudarán a proclamar con mayor intensidad nuestra fe.
Serán las preguntas que le hace a Jesús en la última cena, cuando le pide que le enseñe el camino para ir al Padre. Jesús les está hablando de conocer al Padre y de ir al Padre y es por lo que surge ese interrogante dentro de él queriendo saber bien a donde va y conocer el camino. Ya sabemos la respuesta de Jesús; el camino es Jesús mismo porque conociendo a Jesús conoceríamos también al Padre.
La duda vendrá más tarde después de la resurrección. No estaba presente cuando Cristo resucitado se les manifiesta por primera vez en el cenáculo y ante la insistencia del resto de los apóstoles de que Jesús resucitado ha estado allí, el pide poder tocar y palpar con sus dedos y con sus manos las llagas de la cruz de Jesús. En el encuentro definitivo con Jesús surgirá la hermosa confesión de fe, ejemplo y modelo de la confesión y proclamación de nuestra fe. ‘¡Señor mío y Dios mío!’
Queremos nosotros proclamar nuestra fe y hacerlo con firmeza y claridad, pero ya sabemos cómo tantas veces las dudas se nos meten en el alma y se nos ciegan los ojos del corazón. Hoy miramos a Tomas y aprendemos de él. Aprendemos incluso en aquello que él no supo hacer que fue fiarse de los que le decían que estaba vivo y que lo habían visto. Hemos de aprender a fiarnos, es aspecto fundamental de nuestra fe, y confiamos en aquellos que desde lo que han vivido y experimentado nos quieren trasmitir.
No es cerrar los ojos de una forma obtusa, sino fiarnos y abrir nuestro corazón, porque así llegará Dios a nosotros y podremos al final también experimentarlo por nosotros mismos allá en lo hondo del corazón. Si cerramos nuestra mente, si no aprendemos a fiarnos, si  no aprendemos a tener confianza, nos estaremos cerrando al misterio de la fe; si no somos capaces de aceptar lo que los hermanos creyentes tratan de trasmitirnos desde su vida, nos estamos cerrando al misterio de Dios y difícil será que lleguemos a experimentarlo también nosotros en el corazón y a hacer en consecuencia de una forma personal nuestra confesión de fe.
Al final de la misa vamos a pedir que ‘cuantos hemos confesado por la fe a Jesús como nuestro Dios y Señor, como santo Tomás, le sigamos proclamando ante los hombres con nuestra vida y nuestras obras’.


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