jueves, 9 de mayo de 2013


Nuestra tristeza se convertirá en gozo porque vemos a Cristo Jesús de una forma nueva con la fe

Hechos, 18, 1-8; Sal. 97; Jn. 16, 16-20
‘Estáis preocupados por el sentido de mis palabras: dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme’, les dice Jesús. Y trata de explicarles. Nosotros también podríamos sentirnos confusos con las palabras de Jesús, pero tratemos de situarlas en el contexto concreto en que fueron dichas.
Estamos en lo que podríamos llamar la sobremesa de la última cena; va a comenzar la pasión que le llevaría a la cruz y a la muerte. Pero bien sabemos que Jesús tras su muerte anuncia siempre su resurrección; era lo que continuamente les venía anunciando. Ahora llega el momento de la pascua que era algo más que aquella cena del cordero pascual que estaban comiendo, porque se iba a realizar la verdadera pascua, la definitiva y eterna en su entrega hasta la muerte; pero nosotros no contemplamos solamente a Jesús muerto, sino que siempre hablamos también de su resurrección.
¿Podemos entender ahora mejor las palabras de Jesús ‘dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco volveréis a verme’? Podríamos decir que una vez más nos está hablando de su muerte y su resurrección. Ahora le veremos de forma nueva, porque ahora sí que le veremos auténticamente como nuestro Salvador y Redentor.
Les habla también de su vuelta al Padre. Recordemos que el evangelista Juan - es el evangelio que ahora estamos también escuchando y comentando - cuando va a comenzar la pasión de Jesús que El introduce con la cena del Cordero Pascual nos había dicho: ‘Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo…’ Es la hora de dejar este mundo, es la vuelta al Padre.
Precisamente dentro de unos días con la liturgia vamos a celebrar la Ascensión del Señor al cielo. Escucharemos en el evangelio de Marcos ‘el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios’. Es también lo que confesamos en el Credo: ‘subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso’.
Hoy nos dice: ‘dentro de poco dejaréis de verme, y dentro de otro poco volveréis a verme’, pero ahora le veremos de forma nueva. Hubiéramos deseado, como lo hubieran deseado los discípulos de entonces, seguir viéndolo físicamente como le veían caminar por los caminos de Palestina. Pero ahora hemos de aprender a verle de otra manera; ya no nos fiamos de los ojos físicos de la carne para ver a Jesús, sino que desde los ojos de la fe tenemos que aprender a verle y a reconocerle; y le tendremos en los sacramentos real y verdaderamente presente Jesús en medio nuestro con su gracia y con su vida, como tenemos que aprender a verle en el hermano, en el prójimo, porque sabemos, porque El nos lo ha dicho, que todo lo que le hagamos al hermano a El se lo estamos haciendo.
Claro que eso sólo lo podremos descubrir desde los ojos de la fe. Quienes no tienen esa mirada de la fe, los que no tienen fe en su corazón nunca podrán descubrirle ni verle. Por eso para los no creyentes la vida de Jesús podría aparecer como un fracaso y un fracaso para nosotros, porque les parece que nosotros podríamos sentirnos solos y tristes. Nos dice Jesús: ‘Vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho’, o creerá sentirse satisfecho y vencedor porque piensan que han derrotado a Jesús porque ya no lo pueden ver; pero Jesús nos sigue diciendo ‘pero vuestra tristeza se convertirá en gozo’.
Efectivamente con la luz de la fe no se nos sobrepondrá esa tristeza, sino que seremos capaces de sacar la alegría de la fe desde lo hondo de nuestro corazón. No nos sentiremos abandonados ni derrotados nunca, porque tenemos la certeza, la certeza que nos da nuestra fe, de que Jesús es el vencedor, que Jesús es el resucitado y que nosotros somos vencedores con El, estamos llamados a la victoria final.

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