martes, 7 de mayo de 2013


Encontrarnos con la salvación por la fe en Jesús tiene que llenarnos de inmensa alegría

Hechos, 16, 22-34; Sal. 137; Jn. 16, 5-11
‘¿Qué tengo que hacer para salvarme? Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia. Y le explicaron la Palabra de Dios a él y a todos los de su casa’. Es la confesión central de nuestra fe. ‘Cree en el Señor Jesús’.
Cuando el día de Pentecostés Pedro anuncia la Buena Nueva de Jesús a toda aquella multitud que se había renuido delante del Cenáculo, le preguntan también: ‘¿Qué tenemos que hacer hermanos?’ Y la respuesta de Pedro fue semejante: ‘Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para que queden perdonados vuestros pecados. Entonces recibiréis el Espíritu Santo’.
Es el anuncio que se repite. Es la Buena Nueva de la salvación que hemos de anunciar. Lo hizo el mismo Jesús cuando inició su ministerio apostólico por los pueblos y aldeas de Galilea: ‘Convertíos y creed en el Evangelio. El Reino de los cielos está cerca’. Y la Buena Nueva, el Evangelio, es Jesús. Creer en Jesús y convertir nuestra vida a El. Poner toda nuestra fe en Jesús porque es el único Salvador de nuestra vida.
El episodio a que hace referencia lo que estamos comentando fue en el segundo viaje de san Pablo. Como hemos escuchado no le faltan tribulaciones y cárceles al Apóstol. En el primer viaje el recorrido se redujo al Asia Menor, la actual Turquía, pero ahora el Espíritu Santo le ha impulsado a dar el salto a Europa, como escuchamos en días anteriores porque en un sueño un macedonio le pide al apóstol que vaya hasta allá. Hoy le contemplamos en Filipos, ciudad importante de Macedonia, donde suceden estos hechos que hemos escuchado ayer y hoy. Será una comunidad de la que Pablo guardará un buen recuerdo y a la que dirigirá una carta contenida en el Canon de la Biblia, la carta a los Filipenses.
Tras unas revueltas de gentes que se oponen a la predicación de Pablo es apaleado y metido en la cárcel. Allá están ‘Pablo y Silas que oraban a medianoche cantando himnos a Dios’. Y el Señor manifiesta su poder para liberarlos en medio de signos portentosos, pero que será ocasión para que el carcelero como hemos escuchado pregunte que es lo que ha de hacer para salvarse. ‘Después de explicarles la Palabra del Señor a él y su familia… se bautizó enseguida con todos los suyos, los subió a su casa, les preparó la mesa y celebraron  una fiesta de familia por haber creido en Dios’.
Ya hemos comentado esa pregunta fundamental y esa proclamación de fe en Jesús necesaria para alcanzar la salvación. Pero podríamos destacar también la alegría llena de esperanza con que viven su fe. Mientras estaban en la cárcel ‘oraban cantando al Señor’. Podría parecer que por estar sufriendo en la cárcel después de ser apaleados y sin saber qué futuro les esperaba lo más normal sería la preocupación y el miedo lleno de tristeza. Pero ellos cantan al Señor. No les había abandonado la alegría de la fe.
Una hermosa lección. Andamos preocupados y agobiados muchas veces en medio de los problemas o de los sufrimientos y parece que todo se nos oscurece y se nos llena de las negruras de la amargura. ¿Dónde está nuestra fe y nuestra esperanza? ¿dónde está la confianza que hemos puesto en el Señor? Bendecir y alabar al Señor también desde nuestros sufrimientos, desde nuestros problemas. Siempre hemos de saber cantar la gloria del Señor, que en medio del dolor no nos deja solos; siempre El está a neustro lado siendo nuestra fortaleza. Abramos los ojos de la fe.
Y finalmente después de ser bautizados aquella familia hace fiesta por haber creido en Dios. Sí, darle gracias a Dios por el don de la fe que nos concede. Alabar y cantar a Dios en todo momento. Vivir la alegría de nuestra fe, porque encontrarnos con el Señor por la fe es el gozo más grande que podemos llegar a vivir. Cuantos cristianos parece que nunca han sentido ese gozo de la fe porque van con la vida siempre con cara de angustia y de amargura. Algo le está pasando a la fe de unos cristianos que viven con esos tintes negros en su vida. muchas cosas tendrían que revisar en su fe para revitalizarla de verdad.
 Encontrarnos con la salvación por la fe en Jesús tiene que llenarnos de inmensa alegría. Expresemos esa alegría de nuestra fe.

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