martes, 21 de mayo de 2013


Como el oro en el crisol nuestra vida se purifica en la prueba del dolor

Eclesiástico, 2, 1-13; Sal. 36; Mc. 9, 29-36
A todos nos gusta que la vida nos brille siempre de dicha y felicidad; ojalá no tuviéramos problemas ni sombras que enturbien nuestra vida, sino que todo discurriera como por una senda bien llena de color y de luz. Pero ya sabemos cuál es la realidad de nuestra vida, pero también tendríamos que tener la sabiduría y la fortaleza para que nada de todo eso que nos sucede enturbie nuestra felicidad ni nos haga mermar la intensidad con que vivimos nuestra vida.
Pero fijémonos por ejemplo en un hermoso diamante que brilla en todas sus estrías y nos parece lleno de perfección; o si queremos en un bello objeto de oro que ha sido modelo para hacernos una hermosa figura y que resplandece también con su dorado color. Pero, ¿cómo han llegado a esos resplandores y a esos brillos?
Creo que todo sabemos que el diamante cuando sale en bruto de las entrañas de la tierra no tiene esos resplandores ni esas formas tan bellas; además realmente el diamante es un carbón que ha pasado por altísimas temperaturas que han logrado que se convierta en eso, en un brillante diamante y que ha tenido también que ser artísticamente tallado para lograr esos primores.
Lo mismo el oro; la pepita que se encontró en el cauce del río o donde se había excavado para encontrarla tampoco tenía esos brillos ni esas figuras que ahora vemos resplandecer; primero tuvo que pasar por el fuego del crisol que le purifique de todas las escorias adheridas al bello metal y luego trabajado por el artista en el taller para darle esa bella forma que ahora admiramos en hermoso y artístico resplandor.
Transportemos esas imágenes a lo que es nuestra vida. Somos por naturaleza más valiosos que el brillante diamante o el resplandeciente metal del oro. Pero también necesitamos pasar por la prueba que nos purifique, para que puedan resaltar las cualidades más bellas que puedan adornar nuestra vida. De eso nos ha hablado el sabio del antiguo Testamento en un hermoso mensaje.
‘Cuando te acerques al temor del Señor, comenzaba diciéndonos, prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes en el momento de la prueba’. Somos como el oro que ha de pasar por el fuego del crisol; serán los problemas, las debilidades de la vida, la enfermedad quizá, la pobreza y las carencias que tenemos en la vida los que nos irán purificando y madurando en la vida. Pero si sabemos encontrarle un sentido y un valor a todo cuanto pasamos todo eso nos purificará, todo eso nos hará cada día más grandes, todo eso nos hará descubrir las cosas que son verdaderamente importantes.
Todas esas pruebas nos harán madurar más y más como personas, y si en ellas vemos también la mano del Señor seguro que nuestra fe crecerá, madurará, hará que nos sintamos cada día más fuertes en el Señor. ‘Confía en el Señor que El te ayudará; espera en El y te allanará el camino… el Señor es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro’.
Los malos momentos por los que pasamos en la vida no tienen por qué apartarnos de los caminos del Señor. Serán momentos dolorosos, pero con como el tallista que hace relucir los resplandores y brillos del diamante, porque nos ayudarán a sacar lo mejor de nosotros mismos y nos enseñarán a poner toda nuestra confianza en el Señor. La persona madura no se rebela contra la prueba sino que sabrá aprovechar cuanto le sucede para purificar y mejorar su vida. Siempre hay algo bueno que podemos sacar; siempre hay una lección para la vida que podemos aprender. Y por la fe que tenemos en el Señor encontramos también la gracia que nos fortalece, la gracia que nos ilumina, la gracia que nos ayuda a caminar, porque sabemos que el Señor siempre está a nuestro lado.
Nosotros además, mirando a Jesús, aprendemos también a darle un sentido y un valor a nuestros sufrimientos si sabemos unirnos al dolor y al sufrimiento de Cristo en su pasión convirtiéndolos en una ofrenda de amor. ‘Pégate al Señor, nos decía el sabio del antiguo testamento, no lo abandones, y al final serás enaltecido’.

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