viernes, 22 de marzo de 2013


He hecho muchas obras buenas, ¿por cuál de ellas me apedreáis?

Jer. 20, 10-13; Sal. 17; Jn. 10, 31-42
‘Os he hecho muchas cosas buenas por encargo de mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedreáis?’ Habían agarrado piedras para apedrearlo. El que había pasado haciendo el bien, sanando a los enfermos, dando vista a los ciegos, levantando de su camilla a los inválidos y paralíticos, limpiando a los leprosos… ‘¿Por cuál de ellas me apedreáis?... pero se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí’. Con toda probabilidad era allí cuando le llegó la noticia de la enfermedad de su amigo Lázaro. Aún no había llegado su hora, como se repite en otros momentos, por eso ‘intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos’.
La Palabra de Dios que vamos escuchando estos días previos a la Semana Santa nos quiere ayudar a introducirnos en el misterio de la pasión del Señor que vamos a celebrar. Nos ayuda el contemplar esa situación de rechazo por parte de los judíos a Jesús y su mensaje que llevaría a que incluso desearan y buscaran su muerte. Hoy hemos escuchado que intentaban prenderlo, pero Jesús se les escabulle, porque aun no ha llegado su hora. Cuando llegue el momento veremos subir a Jesús a Jerusalén con decisión sabiendo, como lo escucharemos el jueves santo, que llega la hora de la entrega, de pasar de este mundo al Padre, la hora de la pasión que El no rehuye, porque por amor se entrega por nosotros para nuestra salvación.
Nos ayudan también los textos que vamos escuchando en la primera lectura y los salmos responsoriales que vamos recitando. Hoy contemplamos la soledad del profeta jeremías cuando se ve acosado por todas partes, por parte incluso de los que parecían sus amigos o los vecinos de su pueblo y hasta sus parientes. ‘Mis amigos acechaban mis traspiés: a ver si se deja seducir…’
Pero aunque siente la soledad en medio de los que lo rodean porque parece que todos están en su contra, se siente seguro en el Señor. ‘El Señor está conmigo como fuerte soldado, mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo’, y terminará cantando la alabanza al Señor ‘porque libró la vida del pobre de manos de los impíos’.
Soledad que nosotros podemos sentir en ocasiones en medio de la tentación en donde nos parece encontrarnos sin fuerzas; es la tentación que nos quiere inducir al pecado, o puede ser la incomprensión de quienes nos rodean porque no entienden nuestra manera de actuar y quieren quizá convertirnos en el hazmerreír de todos porque nos manifestamos creyentes convencidos y con toda nuestra confianza puesta en el Señor. En la sociedad en que vivimos nos encontramos a muchos muy combativos contra todo lo que significa religión, fe, el nombre del cristiano y quieren desprestigiar o quieren imponer sus ideas o maneras de actuar. Frente a ese mundo adverso podemos sentirnos pequeños y débiles, podemos sentirnos sin fuerzas o desanimados ante esa indiferencia, ante tanto materialismo, ante tantas cosas que nos hacen sufrir.
Pero tenemos que sentirnos como el profeta, seguros en nuestra fe en el Señor. ‘En el peligro invoqué al Señor y me escuchó’, fuimos repitiendo en el salmo. El Señor es nuestro amor y nuestra fortaleza y en El nos hemos de sentir siempre seguros. ‘Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos… me cercaban olas mortales… me envolvían las redes del abismo… pero el Señor escuchó mi voz y mi grito llego a sus oídos’.
Delante de nosotros va Jesús camino de la pasión porque va caminando por el camino del amor; será el camino de la muerte en Cruz pero será el camino de la vida, porque le contemplaremos vencedor y resucitado. Queremos caminar a su paso; queremos recorrer esos caminos de la fe y del amor. No tememos porque el Señor es nuestra fortaleza, en El encontramos la vida y la salvación.

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