miércoles, 20 de marzo de 2013


Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres

Daniel, 3, 14-20.91-92.95; Sal.: Dan. 3, 52-56; Jn. 8, 31-42
Muchos pensamientos se van como agolpando en nuestra cabeza al escuchar estas palabras de Jesús. ¿Seremos en verdad discípulos de Jesús? ¿Qué tendríamos que hacer para ser libres de verdad? ¿Conoceremos en verdad a Jesús o qué nos falta? ¿Le escuchamos y aceptamos con la totalidad de nuestra vida o nos quedamos a medias?
Hemos escuchado que ha comenzado diciéndonos: ‘Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’. Ya el evangelista nos decía que Jesús hablaba ‘a los que habían creído en él’. Sin embargo la reacción de los que ahora le están escuchando es bastante controvertida porque parece como que se sienten ofendidos por las palabras de Jesús. Le replican airados que ellos no son esclavos de nadie porque son linaje de Abrahán a quien consideran su padre. Llamamos a Abrahán nuestro padre en la fe, es cierto, pero ahora no quieren aceptar a Jesús.
A nosotros algunas veces, cuando estamos encerrados demasiado en nosotros mismos o en nuestras ideas también nos cuesta entender y aceptar las palabras de Jesús. Por eso siempre decimos que hemos de ir con un corazón sincero y libre de prejuicios hasta Jesús para saber aceptar lo que nos dice que si lo asumimos interiormente veremos la verdad de las palabras de Jesús que quieren conducirnos a la verdadera libertad.
Nos llamamos cristianos y decimos que no hay quien crea más que nosotros que somos creyentes desde siempre, pero quizá eso no lo mostremos realmente en nuestras actitudes, en nuestras posturas y en nuestros comportamientos. Nuestra fe no se puede quedar solo en palabras, la fe tiene que envolver toda nuestra vida. Y cuando actuamos iluminados y conducidos por esa fe seguro que nos damos cuenta las actitudes y posturas que tenemos que cambiar, las malas costumbres quizá de las que tenemos que arrancarnos, o cómo tenemos que caldear de una forma distinta nuestro corazón para que lleguemos a manifestarnos con toda intensidad como cristianos, verdaderos seguidores de Jesús.
Nos cuesta reconocer en ocasiones que no tenemos todo el conocimiento que deberíamos de Jesús y nuestra formación cristiana puede aparecernos un tanto coja en ciertas cosas porque seguimos con nuestros apegos, posturas no totalmente generosas para los demás, y al final como nos quiere decir Jesús hoy somos esclavos porque dejamos meter en el pecado en nuestro corazón. ‘Os aseguro, nos dice, que quien comete pecado es esclavo’. ¿Por qué nos dejamos seducir a veces con tanta facilidad por la tentación?
‘Si os mantenéis en mi palabra…’ nos dice Jesús. Mantenernos en su palabra comienza por querer escucharla con fe. Mantenernos en su palabra es dejar que se confronte nuestra vida con la Palabra del Señor. Mantenernos en su palabra para ir examinando nuestra vida y mejorar todo aquello en lo que vamos dejándonos arrastrar. Mantenernos en su palabra para con decisión y coraje ponernos a amar como Jesús nos enseña que tiene que ser nuestro amor. Hermosa tarea la que hemos de ir haciendo con una especial intensidad en este tiempo de la Cuaresma para ir en verdad convirtiendo nuestro corazón al Señor e ir liberándonos de todas esas esclavitudes que nos atan.
Miremos el coraje de los tres jóvenes de los que nos habla el libro del profeta Daniel. Nada podía doblegar su corazón para hacerles caer en la idolatría adorando aquel falso dios que les presentaba Nabucodonosor. No temen el fuego ni la muerte, porque se sienten libres en el Señor y saben que el Señor es su fortaleza y El los liberará. Aunque estuvieran en medio de las llamas de aquel horno encendido siete veces mas fuerte que lo normal, se sienten libres porque siguen adorando al Señor y cantando su alabanza. Y nosotros que nos acobardamos tan fácilmente cuando tenemos que dar testimonio, cuando tenemos que dar la cara por el Señor y por el evangelio.
Invoquemos al Señor que en verdad nos libera con su gracia y nos regala su fortaleza para alcanzar la verdadera libertad. A Dios sea la gloria y la alabanza por todos los siglos.

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